Seguir discutiendo si la NM es un pacto o una coalición es una tarea inconducente cuando en la práctica es una coalición política que tiene una propuesta programática suscrita por todos los partidos que la conforman, tiene un liderazgo común en la Presidenta electa Michelle Bachelet, cuyo futuro gobierno se ha comprometido a respaldar y coordinarse para implementar el programa presentado al país.
Según informes de la prensa, este lunes 6 de enero, los partidos que conforman la Nueva Mayoría se darán cita para la tarea de institucionalizar el pacto electoral y transformarlo en una coalición de gobierno. A todas luces parece artificial esta convocatoria para discutir una “transición” desde un “pacto electoral” a una coalición política de gobierno.
La Nueva Mayoría (NM) es un referente político desde las elecciones municipales del 2012 y parlamentarias y presidenciales del 2013. En esta última elección siete partidos políticos e independientes acordaron presentar una candidatura presidencial única, acompañada de una lista parlamentaria asociada a la presidencial, con un programa de gobierno común suscrito por todos los actores participantes. Es de público conocimiento que la Concertación no concursó en las recientes elecciones parlamentarias y presidenciales. En consecuencia, ante el país y la institucionalidad electoral (servicio electoral), la Nueva Mayoría está ya institucionalizada (social y legalmente) como una coalición política de gobierno, liderada por la Presidenta electa Michelle Bachelet. Es por eso que son inentendibles las declaraciones del senador Ignacio Walker cuestionando el carácter de coalición política de la NM, teniendo en cuenta que este referente político ha sido la fuerza centrípeta para aglutinar a la centroizquierda en este período.
Nadie discute que la Concertación estaba alcanzando un punto de cansancio en términos de desacuerdos programáticos y de decaimiento electoral, por tanto no tenía legitimidad ni credibilidad para encarnar una propuesta transformadora y una acción colectiva que reivindicara la participación de los ciudadanos en todas las esferas e instancias. Y la credibilidad es una precondición para obtener el apoyo ciudadano y ser una real alternativa de poder. La NM ha logrado dar cuenta de un Chile mucho más complejo, como también entender y conectarse con la nueva realidad política, económica y socio-cultural del país, puesto que tiene un eje ordenador que es la superación de la brecha entre la ciudadanía y la institucionalidad política, planteándose cambios de prácticas y cambios institucionales para abrir espacios más democráticos y crear las bases para una profunda transformación social, política y económica.
Samuel Huntington señala que el rápido cambio social y la movilización política de nuevos grupos socavan las instituciones políticas tradicionales lo que obliga a generar nuevas bases de asociación e instituciones políticas que “unan la legitimidad a la eficacia”. Es el rol que le cabe jugar ahora a la NM en el Chile que viene, o sea, para construir un país inclusivo (aunque heterogéneo y variado), tolerante, más igualitario, desarrollado en el ámbito económico, político y cultural, con propuestas de mediano y largo plazo que trasciendan un período presidencial.
Que el senador Ignacio Walker no entienda que la NM es una coalición política es motivo de gran sorpresa para los integrantes de la misma y para muchos observadores y analistas políticos.
Seguir discutiendo si la NM es un pacto o una coalición es una tarea inconducente cuando en la práctica es una coalición política que tiene una propuesta programática suscrita por todos los partidos que la conforman, tiene un liderazgo común en la Presidenta electa Michelle Bachelet, cuyo futuro gobierno se ha comprometido a respaldar y coordinarse para implementar el programa presentado al país. Asimismo, los partidos políticos han alcanzado un acuerdo de administración para presidir la testera de la cámara de diputados y del senado, como también el de las comisiones legislativas en ambas instancias del parlamento. Esto se hace asumiendo una responsabilidad política compartida de liderar, junto al próximo gobierno, la articulación político-social necesaria para cumplir la agenda comprometida con el pueblo chileno. Lo anterior ¿es meramente electoral? Claro que no. Los objetivos que se ha planteado la NM son prístinamente políticos y los ciudadanos así lo han entendido y le han dado un gran respaldo a la candidata que lidera esa coalición política y a sus candidatos a parlamentarios.
Un proceso de transformaciones estructurales no culmina ni se consolida en un período de cuatro años, lo que exige diseñar una estrategia política de mediano y largo plazo para darle continuidad al próximo gobierno de Bachelet. Para tal efecto, el funcionamiento como conglomerado político de la NM, debe focalizarse en lograr una praxis coalicionista que promueva y respete la diversidad interna como un factor de potenciamiento social, cultural y político –lo que incluye seguir ampliando las fronteras de la NM- para impulsar en forma exitosa una agenda acorde con las necesidades y aspiraciones de la sociedad chilena del siglo XXI, interviniendo con una noción de “razón instrumental” la realidad social e institucional impuesta por el fundamentalismo libremercadista.
La lógica de funcionamiento que han tenido hasta ahora los partidos de la NM y la Presidenta electa es concentrarse en los temas sustantivos que afectan al país, evitando enredarse en la controversia interpartidista, con el objetivo de encauzar esta nueva etapa política, interpretando adecuadamente esta sociedad nueva que ha emergido estos últimos años. Es de esperar que el senador Ignacio Walker tenga una mirada parecida, dejando atrás las fisuras de la guerra fría para poner todas las energías en el contexto de la política nacional y así poder cumplir con los ejes del programa de la Presidenta Michelle Bachelet.
Está comprobado que las controversias artificiales y/o accesorias solo conducen al inmovilismo político, por tanto lo perentorio en este nuevo ciclo es que los partidos de la NM sigan preservando su condición de una coalición de centroizquierda, privilegiando las nuevas formas de asociatividad más horizontal y valorando el rol jugado por los movimientos sociales por impulsar una agenda de cambios.
Es necesario hacerse cargo que la envergadura de los cambios a desarrollar amerita un pacto de gobierno en que converja una amplia mayoría social y política, sustentada por una coalición política que comparta una matriz programática y que cumpla un rol articulador para lograr aprobar las leyes en el parlamento y establezca, además, un proceso dialogante con los movimientos sociales, procurando que estos se sientan incorporados en la definición de las políticas públicas.
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