Hasta el año pasado, era sencillo encontrar a alguien, cuestionado sobre sus afectos políticos, que se declarara apolítico o liberal con una mueca de incomodidad para no decir o decir a medias que es de derechas. Con el triunfo de Piñera el complejo es menor y, con la venida de los 33 y el ascenso de Golborne, una ola de entusiasmo apareció en el horizonte y la posibilidad inédita de pertenecer a una nueva derecha. Una nueva derecha orgullosa de “ser gobierno” y que puede escupir en Pinochet con la soltura de quien dice “no había nacido” o quien dice “yo voté no”.
Nueva derecha liberal, de vino tinto carmenère y de empanada camarón queso. De sushi y de vodka tonic, por cierto. Con un amigo gay y no el peluquero. Viajada, con estudios, sin miedo a aparecerse por un recital de Los Jaivas o leer algún pequeño burgués insolente de esos que gustan del Liguria. Con un tío cura y un abuelo milico. Madre estirada que le mira con simpatía. Un primo choro que hace películas.
Efectivamente, hoy la nueva derecha puede escupir o esnifarse la ceniza de Pinochet, clamar por los derechos humanos en Cuba, tener amigos gay, saltarse la misa diaria y mirar con sorna al compañero de curso que ya va por el quinto hijo. Puede ser solidaria, meterse al barro para levantar mediaguas, llevar la ropa a Emaus y adherir a las campañas via Facebook. Incluso sentir la cercanía que el trabajo poblacional de los noventa posibilitó.
La nueva derecha, sin embargo, no dice que las pensiones del resto de los chilenos fueron secuestradas, que la salud es un derecho, el trabajo es para vivir y que la educación no es un negocio.
No acepta como iguales a los evangelizados a golpe de batucada el 99, no es del Colo-Colo sólo porque hoy sea su dueño, arruga la nariz ante la meritocracia de verdad o, más bien, considera meritocrático nacer bien conectado.
La nueva derecha es más bien pragmática, es la derecha de la desafección, a la que le interesa el futuro porque le avergüenza el pasado. Es la que cuenta las cifras a medias.
Y la historia a medias.
* Lea aquí el posteo original
Comentarios
25 de noviembre
Cuando lees los escritos de Santiago Arcos y Francisco Bilbao de 1841 encuentras algunas respuestas, estos mal llamados «Socialistas Utópicos» de la Sociedad de la Igualdad, son la base del movimiento liberal en Chile, el detonador de muchos referentes ubicados mas a la izquierda.
En el siglo XX Fueron tantos los movimientos mas izquierdistas que los liberales terminaron acorralados para pactar con los conservadores, … , pero está claro todos partimos oponiéndonos a las líneas conservadoras-dictatoriales-religiósicas :-).
Los liberales de la derecha actual deberían seguir su natural evolución hacia la izquierda. Deberán soltar la certidumbre para permitir por ejemplo que exista libre competencia en lo economico aunque les toque perder a ellos en la pasada. El liberal de derecha, que ha tomado el gusto por el libre albedrío solo debe ampliar ese gesto a todos los contextos de su vida.
A mi juicio cualquier persona de «derecha» tiene 2 de 3 ingredientes: conservador, nacionalista o liberal … lo bueno es que el sabor liberal también es parte del cocktail de la izquierda.
saludos
pepe flores
0