Si el foco de nuestra atención está restringido a mecanismos de redistribución de recursos entre personas desfavorecidas, habremos desaprovechado una oportunidad histórica en avanzar en una sociedad humanamente desarrollada.
Las demandas sociales del último tiempo, han contribuido a que nuestra sociedad valore conceptos de justicia que, en el Chile noventero, estaban supeditados al «consenso macroeconómico» y a la «estabilidad política», en la “medida de lo posible”.
Hoy Chile parece otro. Las organizaciones civiles, políticas y republicanas se han visto sobrepasadas por la opinión de «la calle», obligándolas a debatir sobre la marcha. Por cierto, su falta de rápida adaptación les ha significado un fuerte cuestionamiento social y una clara pérdida de prestigio. Los partidos políticos, el gobierno y la oposición, no han podido manejar la agenda social como antaño y han sido protagonistas invitados en un acto en que primero les correspondió ser espectadores. En este nuevo clima social y político ha surgido una demanda, de mayor profundidad y trascendencia, que la meramente reivindicativa. Estamos hablando que los chilenos exigen más que antes, y que enarbolan mayoritariamente las banderas de mayor justicia, equidad y de igualdad.
En este nuevo escenario y en el actual año electoral, es evidente que ningún candidato podría eludir referirse a esta aspiración ciudadana. Sin embargo, antes de esperar estas revelaciones, debemos hacernos preguntas un tanto más incómodas: ¿Qué buscamos los chilenos? ¿Reclamamos más igualdad por un profundo deseo de justicia? ¿Genuinamente buscamos equidad para nuestro desarrollo humano como Sociedad? Los sectores excluidos, tanto de Santiago como de regiones, al momento de alzar la voz, ¿están haciendo una condena al modelo social y económico? ¿O están reclamándole al Estado que el sistema no los dejan ingresar a él? Los jóvenes chilenos, que levantaron la demanda de la educación pública, gratuita y de calidad, ¿están pensando en un modelo social inclusivo y solidario? ¿O esto ha sido una respuesta a la falta de herramientas individuales, para luchar en un mercado competitivo controlado por poderosos?
A más de alguien estas aclaraciones le podrían resultar irrelevantes, porque se argumentará que siempre el movimiento social ha nacido del conflicto económico, pero si el foco de nuestra atención está restringido a mecanismos de redistribución de recursos entre personas desfavorecidas, habremos desaprovechado una oportunidad histórica en avanzar en una sociedad humanamente desarrollada.
La equidad es un principio asociado a valoraciones éticas, morales y políticas, fundadas sobre la idea de lo que la sociedad considera justo, en cada época. Ya sabemos que una sociedad más justa y equitativa mantendrá mejor armonía entre sus integrantes, como también sabemos que una sociedad desigual hace infelices a las personas, a pesar que los más desfavorecidos puedan tener cubiertas sus necesidades básicas.
La lucha por la equidad no parte de la falsa premisa de que todos somos iguales, sino que tenemos los mismos derechos como un valor intrínseco. Que para acceder al derecho de la igualdad de oportunidades, primero debemos universalizar la dignidad humana para que todos merezcamos respeto. Que para que ello ocurra es el Estado quien debe consagrar la dignidad y resguardarla en la nueva Constitución.
La dignidad social es el resultado del buen equilibrio emocional de los pueblos. Como pocas veces en la historia de Chile, tenemos la posibilidad cierta de construir una sociedad más solidaria y menos individualista, donde sus hijos reconozcan el valor de sus obligaciones al mismo tiempo que ejerzan sus derechos.
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