Con el gobierno de los trabajadores la Humanidad da un viraje en favor de la libertad. Lo hace porque la lucha por el bienestar común es quien dignifica el trabajo de los hombres, es la que mejora nuestra calidad de vida y es la que nos permite acceder a la educación y salud pública para finalmente reivindicar la democracia en su máxima expresión. Con los asalariados en el poder se acaba el reparto del botín saqueado por los bandoleros, la colusión entre la élite y la dirigencia política, los negociados y la corrupción. No olvidemos que todas ellas son una clara manifestación de la violencia que ejerce el capitalismo sobre nosotros. Por eso, el gobierno popular es sinónimo de una ética de avanzada mientras que la patronal es expresión de la más brutal codicia.
Estuvieron todas las consignas, urgencias, demandas, necesidades y rostros de manera que se superó ampliamente la sola reivindicación por una educación gratuita. Lo importante es que ese 16 de abril acabó con la opción de resolver la crisis de legitimidad y de credibilidad de los dominantes a través un acuerdo desde la cima del poder, siempre contra los intereses de los chilenos que a esta altura no aceptamos la impunidad.
Es muy justa la batalla que libramos contra el yugo del capital; es central acabar con el abismo de sufrimientos, de torturas, de hambre y barbarie para en su lugar defender la vida porque al bienestar general de la población le sigue la paz duradera. En estas circunstancias sólo nos queda el camino que todavía no hemos sido capaces de emprender los chilenos, a saber: el de la Asamblea Constituyente Autoconvocada. Pero tenemos que cuidarnos: el discurso de la élite tiene las características de siempre, es decir, es inconsistente, hipócrita y profundamente mentiroso. No es una novedad para quienes conocemos sus intenciones políticas. En realidad, tanto la Alianza como la Concertación más el PC, que se dicen democráticos, que además en su momento se plantearon ante los electores como nuevos y mayoría no siendo ni lo uno ni lo otro, siempre mienten. Lo hacen porque aunque nos hablen de igualdad e inclusive de socialismo o de comunismo, defienden una estructura de control donde somos sometidos por los intereses dominantes.
Pero no es fácil para la derecha duopólica seguir como si nada pasara. En realidad, la marcha del jueves pasado no sólo se caracterizó por su contundente masividad sino también por el contenido político que la rodeó, por ese tremendo ambiente contrario a la “democracia” de los “consensos”, por aquellas consignas anti corrupción y contra los dirigentes y parlamentarios millonarios que se creen dueños de la verdad, de la justicia, del poder e incluso de la realidad. Fuimos miles los que nos movilizamos contra el engaño de la élite, contra la inepta “Nueva Mayoría”, contra los falaces progresistas y contra la soberbia de la UDI y RN. Le guste o no al partido de la estabilidad y del orden neoliberal, esta manifestación golpeó al sistema político en su integridad.
Estuvieron todas las consignas, urgencias, demandas, necesidades y rostros de manera que se superó ampliamente la sola reivindicación por una educación gratuita. Lo importante es que ese 16 de abril acabó con la opción de resolver la crisis de legitimidad y de credibilidad de los dominantes a través un acuerdo desde la cima del poder, siempre contra los intereses de los chilenos que a esta altura no aceptamos la impunidad.
Estuvieron todas las consignas, urgencias, demandas, necesidades y rostros de manera que se superó ampliamente la sola reivindicación por una educación gratuita. Lo importante es que ese 16 de abril acabó con la opción de resolver la crisis de legitimidad y de credibilidad de los dominantes a través un acuerdo desde la cima del poder, siempre contra los intereses de los chilenos que a esta altura no aceptamos la impunidad.
Tal vez eso explique que al finalizar los discursos, las Fuerzas Especiales de Carabineros reprimieran con tanta brutalidad. Esa es la única respuesta posible de la derecha duopólica a la libre expresión del pueblo: las descalificaciones, la violencia, las detenciones, los golpes y hasta la violación de los derechos humanos. La batalla por un país democrático continúa.Estuvieron todas las consignas, urgencias, demandas, necesidades y rostros de manera que se superó ampliamente la sola reivindicación por una educación gratuita. Lo importante es que ese 16 de abril acabó con la opción de resolver la crisis de legitimidad y de credibilidad de los dominantes a través un acuerdo desde la cima del poder, siempre contra los intereses de los chilenos que a esta altura no aceptamos la impunidad.
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