Chile lleva 20 años de una democracia exitosa en cuanto a estabilidad y gobernabilidad, pero no podemos decir lo mismo de su representatividad y competencia. Si bien nuestras instituciones son internacionalmente reconocidas entre las más firmes de la región, la competencia electoral es cada día más predecible y las minorías políticas están drásticamente subrepresentadas.
Este es un fenómeno esperable, ya que las 2 características ideales de un sistema electoral – gobernabilidad y representatividad – son inversamente proporcionales: Mientras mayor es la gobernabilidad, menor es la representatividad, y viceversa. Es así como el sistema binominal chileno ha jugado un rol clave a la hora de cimentar un sistema eficiente (de alta gobernabilidad), pero debido a su nula proporcionalidad, excluye de manera dramática a las minorías.
¿Será posible conjugar eficiencia y representatividad o simplemente se debe “escoger” qué característica predomina?
Antes de contestar esta pregunta es importante entender la importancia de la representación, ya que pareciera ser que la estabilidad gubernamental es mucho más fundamental. Actualmente, Chile presenta un padrón electoral atávico y una clase política igualmente vetusta. El sistema binominal ha ayudado a fortalecer a las dos grandes coaliciones de chile – la Concertación y la Alianza – generando un sistema tremendamente poco competitivo, en el que basta con obtener un tercio de los votos para alcanzar el 50% de los escaños. ¿Y qué es la Democracia sin competencia? Nada. De hecho, el concepto de Democracia es inconcebible sin la idea de competencia.
En este sentido, el binominal es un tumor dentro de nuestro sistema político y, dado que existen órganos vitales comprometidos, nadie se atreve a extirparlo: Estos ‘órganos’ son las 2 grandes coaliciones de Chile. Y es evidente, ¿Para qué querría este binomio eliminar el sistema electoral que lo ha mantenido atornillado al poder durante décadas? Menor es el incentivo si esto trae como consecuencia mayor gobernabilidad.
En este punto entra en juego la representatividad. Al existir tan baja competencia, los electores están cada día menos motivados a expresar su opinión en el voto, ya que pareciera no influir en nada: La Concertación y la Alianza se reparten los escaños en partes iguales siempre. Al no existir representación de minorías en la clase política, ésta deja de representar al electorado. Y es cuestión de revisar cualquier encuesta de percepción pública para entender que hoy en día ningún conglomerado político logra cautivar a los votantes, quienes emiten el sufragio prácticamente por inercia.
Favorablemente, existe una solución a esta disyuntiva y ésta consta de dos acciones: Terminar con el sistema binominal e implementar el voto voluntario con inscripción automática. La única ventaja del actual sistema electoral es que proporciona gobernabilidad, pero hoy nuestra democracia goza de buena salud institucional, por lo que esa ‘excusa’ pierde validez. Más aún, la bandera de lucha de la Concertación, habiendo perdido las pasadas elecciones, fue la construcción de instituciones sólidas, por lo que no hay motivo para pensar que un sistema más competitivo – uninominal, por ejemplo – pudiese destruir aquellas instituciones. Con esto, se devolvería la representatividad y se revitalizaría a la clase política con la inclusión de contendores con opciones reales de victoria. El voto voluntario, por otra parte, tendría el rol de revivir al padrón electoral mediante la inserción de nuevas votantes.
“Lo único constante es el cambio” suele decirse y es por eso que no podemos seguir bajo la tutela de una clase política obsoleta en cuanto a representación. El sistema político chileno ha madurado durante 20 años sus instituciones, por lo que es lo suficientemente estable como para soportar la extirpación definitiva del sistema binominal, aportando así la competitividad y representatividad que necesita con urgencia nuestra política. De esta manera avanzaremos hacia una democracia eficiente, pero sin que esto implique castigar la representatividad y la competencia.
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