El lunes 2 de febrero 2014, en la edición impresa de La Tercera aparecen una serie de artículos que retoman el tema de la energía nuclear que las autoridades habían dejado sin factibilidad en su programa de gobierno. Por distintas razones, este rechazo respondía a la demanda de una gran mayoría ciudadana incluidos amplios sectores profesionales. En mi condición de ingeniero y de Presidente de la Comisión del Medio Ambiente del Colegio de Ingenieros de Chile no puedo dejar de plantear nuevamente algunas preguntas acerca de la factibilidad institucional y económica, de la seguridad y de algunos de sus aspectos ambientales.
No hay duda de que la ingeniería nacional no puede estar al margen del conocimiento acerca de la física atómica y molecular y de sus aplicaciones en el campo de la energía nuclear. Sería como negarnos a saber cómo se diseñan las máquinas y los motores pues, si al igual como tantas cosas del conocimiento de la ingeniería, que los fabricamos o no, igual tienen que estar en la base de nuestra formación porque no se puede parcializar todo el conocimiento para hacer proyectos que es la esencia de nuestra formación.Un defensor de la energía nuclear compara las bondades de la termoeléctricas nucleares, pues proporciona energía estable, con las “debilidades” de la generación solar y podríamos agregar la eólica, que hoy son intermitentes. Parece que no está informado de que con los avances de la capacidad de acumulación de muchas tecnologías “intermitentes” pasarán a ser permanentes en los próximos años.
En tanto ciudadanos, surge la pregunta acerca de la institucionalidad que debiera hacerse cargo de un tema como la construcción de centrales nucleares. La respuesta no es evidente, sin embargo, está claro que las investigaciones en la física atómica y molecular y en todas las ciencias básicas son las universidades las responsables. No olvidemos que en los países mencionados como ejemplos en el artículo del diario, China entre otros, hay un sistema político con una fuerte institucionalidad que permite un sistema planificado muy fuerte, en que el estado juega un rol fundamental para desarrollar proyectos nucleares. En Chile, el mercado es el encargado de determinar si los proyectos se hacen o no se hacen, en función de criterios exclusivamente de rentabilidad privada, en este contexto el estado no puede decidir qué proyectos realizar y en qué condiciones, incluidos los proyectos nucleares, pues sería contradictorio con el DFL1 de 1982 que todavía nos rige. ¿Cómo podría compatibilizarse una termoeléctrica nuclear, en cualquier lugar del país, con una Termoeléctrica a carbón en el Norte, una Hidroeléctrica en el Sur y la generación distribuida que ojalá se desarrolle en todo el país? ¿Por los costos marginales? ¿O acaso, los defensores de la energía nuclear están por modificar el modelo institucional y cambiar el rol del mercado por un rol activo del estado, como antes del 82? El tema del impacto de estas decisiones en el plano de la geopolítica me parece que no son sencillos.
Por otra parte, como ciudadanos comprometidos con la calidad ambiental sabemos que el tema de los residuos radiactivos no está solucionado. Qué las empresas constructoras y vendedoras de centrales digan que lo tienen resuelto, como dice Salas en el mencionado artículo, no es una respuesta convincente, la fábula del zorro y las gallinas sigue siendo válida, incluso para las centrales nucleares. No hay que olvidarse que desde Chile no son pocos los países que los residuos tendrían que recorrer un trayecto marítimo muy complejo para llegar a los depósitos actuales, hay muchos puertos, estrechos o canales que atravesar y poblaciones que convencer. Nada se dice acerca del plan de cierre y los costos involucrados para las centrales, cómo se hará y con qué tecnologías, hoy no es posible pensar en grandes proyectos sin pensar qué se hará al fin de su ciclo de vida. El impacto ambiental, aparte de la temperatura del agua que a determinados costos tiene solución, no se debiera esperar fugas y radioactividad, siempre que las cosas estén muy bien hechas.
Cómo ingenieros preocupados del análisis de riesgo tenemos preguntas qué hacer y a qué costo. Para que las cosas estén bien hechas se requieren construcciones muy potentes para minimizar el riesgo y evitar los que provocaron Fuhushima, Chernobyl y otros. En un país sísmico y como ingeniero creo que eso posible, pero a qué costo. ¿Cuánto cuesta una central segura? Qué valor para el kwh ¿El mercado resolverá favorablemente estas dudas a la hora de hacer los proyectos, o el Estado tiene que poner un mínimo garantizado por kwh?
Un defensor de la energía nuclear entrevistado compara las bondades de la termoeléctricas nucleares, pues proporciona energía estable, con las “debilidades” de la generación solar y podríamos agregar la eólica, que hoy son intermitentes. Parece que no está informado de que con los avances de la capacidad de acumulación de muchas tecnologías “intermitentes” pasarán a ser permanentes en los próximos años. Hoy basta ver las CSP (concentración solar de potencia) de ABENGOA, SENER, entre otras, que abastecen de energía solar las 24 hrs. y de otras y que hoy son muy factibles. En un país en que el fuerte es el Litio, material cada vez más utilizado para la acumulación eléctrica con baterías, que también exportamos otras sales para la acumulación energética, y que tenemos sol en abundancia para la generación, ¿por qué no centrar allí los esfuerzos? Para no hacer el listado de todas las ERNC disponibles en Chile.
Comentarios
05 de febrero
Hasta que no se contesten todas y cada una de las preguntas que hace Durán, no se puede avanzar hacia la instalación de plantas nucleares en Chile. Sin perjuicio de lo anterior, debemos mantener una capacidad de seguir los temas y de contribuir a solucionar las preguntas planteadas. LEE
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