Si uno escucha el audio filtrado de la conversación de dos altos ejecutivos del grupo Penta, recordará alguna mala película de la mafia italoamericana. Digo mala, porque las buenas películas-por ejemplo El Padrino y muchas de Scorsese- tienen una especie de épica. Creen en algo que, aunque sea siniestro y sumamente condenable, termina por revelar el alma humana.
En el caso de las malas películas, en las que solamente existen buenos y malos y los fines son solamente pueriles, pedestres y rascas, se nos aparecen personalidades como aquellos hombres de la conversación que salió filtrada en los medios. Que los cheques, que las platas, que le pasé en efectivo lo que me pidió, nos habla claramente de una visión más bien triste de lo que termina reducida la política, es decir: las simplonas maneras de seguir acumulando dinero y poder.Una vez más estamos viendo cómo un sector específico de la sociedad sigue sirviéndose del poder empresarial para hacer política, y se hace parte de actos que se convierten en compras de influencia, ayudando una vez más a que nuestra democracia se vea en juego por poner en entredicho al centro del ejercicio democrático.
Todos estos hombres que salían en entrevistas de grandes revistas que solamente ellos leían y que hablaban de valores y una cierta virtud superior contemporánea, no eran más que personas que estaban cometiendo ilegalidades y faltas a la ética con el solo objetivo de seguir creciendo. Eran personas que se habían construido la oportunidad y –obviamente- la aprovechaban. No hacerlo sería torpe, se dijeron tal vez mientras ya lo habían cometido.
Pero no son ellos solamente los involucrados, sino también quienes sabiendo que existe una ley de aportes reservados-ideada por Longueira, uno de los involucrados- avalaron el hecho y hasta recibieron dinero en efectivo para financiar sus candidaturas. Ellos le mintieron a la ciudadanía y trataron de decirnos que no existían empresas involucradas en sus postulación al Parlamento o a la Presidencia y que si así era ellos no lo sabían. No podían saberlo. Era ilegal saberlo.
Pero resulta que sabían. Que manejaron algo tan serio como la postulación a un cargo público como un asunto de familia. Como una manera por la cual se cuidaban intereses porque mientras más gente con su pensamiento en el Congreso, más fácil resguardar ideas y perspectivas país frente al adversario. Y más fácil también ocultar ese miedo que tienen a una democracia real en donde el dinero no tendría mucho que hacer frente a instituciones sólidas y personas idóneas-o cuasi, ya que la idoneidad no existe totalmente- que supieran la importancia del cargo al que aspiraban.
Eso no sucedió. Al contrario, ellos sólo querían ganar y los que los financiaban querían que ellos ganaran porque les convenía tener a uno de los suyos en el Congreso. Es tan simple como eso, tan pueril como el único afán de lograr el objetivo para futuras negociaciones por medio de lo único que saben usar a la perfección: el capital.
Es la manera en que el ejercicio público se subyuga al empresariado, a los hombres que dicen ser apolíticos pero hacen política con su dinero, lejos del hemiciclo pero cerca de los intereses de quienes saben que en un futuro no podrán votar nada que perjudique a quienes le pasaron plata en efectivo, como una mesada por portarse bien. Una mensualidad como las que nuestros padres nos daban con el fin de que siguiéramos así, con la misma conducta.
Lamentablemente, una vez más, estamos viendo cómo un sector específico de la sociedad sigue sirviéndose del poder empresarial para hacer política, y se hace parte de actos que se convierten en compras de influencia, ayudando una vez más a que nuestra democracia se vea en juego por poner en entredicho al centro del ejercicio democrático.
Es imperioso que existan regulaciones serias, y sobre todo que se revise la manera en que se financia la política. Eso porque no puede ser que un rol tan importante esté sometido al beneplácito de personas como las que escuchamos en el audio señalado. No puede ser que seamos una democracia privada, una democracia Penta.
Comentarios
10 de diciembre
Que buena tu reflexión, así no más es, te pago por la forma en que votas y a cambio, tu vives la raja!
Pero hay dos cosas que me nacen de inmediato, ¿que otros grupos económicos están detrás de otros partidos y parlamentarios? Y ¿cuando tendremos parlamentarios dispuestos a autorregularse?.
Es fácil condenar hoy a los Torquemadas, ayer fue el tema de la universidad de los castristas, capaz que mañana retail o universidades enloden a otros, en fin, cuando será el día en que una ley les saque el chaleco antibalas a todos!
Donaciones con nombre y apellido desde cuentas corrientes particulares. Te donó Perico de su bolsillo y no la empresa donde Perico es accionista mayoritario.
Ley estricta de regulación del lobby (yo incluso lo prohibiría)
Reelecciones reguladas, obligación de asistencia, fin de las comitivas presidenciales, viaje de los asesores cuando corresponda, etc.
Regulación del gasto electoral, menos palomas y gigantografias y más trípticos y folletos donde quede ESCRITO lo que el quiere para Chile.
Y modificación del fuero, terminemos con este maldito rompefilas parlamentario, si te pillan robando, despedido!
Hay que desenmascarar a los que no son honorables.
Si el ladrón y el corrupto ven que los errores en política te pueden llevar a la cárcel, capaz q los honestos legislen de una vez por todas.
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