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La Constitución histórica y el proceso constituyente

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Dentro del programa de Gobierno impulsado por Michelle Bachelet J. en su regreso a La Moneda, nos encontramos con un elemento que brilla por ser el corazón del nuevo reformismo chileno, radicalmente distinto al de los proyectos políticos que propusieron las coaliciones de centro-izquierda posteriores al término de la dictadura: la redacción de una Nueva Constitución surgida en democracia.


Es nuestra labor ahora reivindicar esa arquitectura histórica para restaurar la legitimidad republicana de nuestro Estado, debiendo ser ese el fin del cambio constitucional, algo que la Nueva Mayoría no parece entender del todo.

A pesar de las idas y vueltas que ha tenido el itinerario constituyente que nos ha planteado la Nueva Mayoría, el hecho que exista un compromiso con la ciudadanía, un plan relativamente definido, cierta institucionalidad que funciona para ese fin, da cuenta de un avance notorio en una de las demandas olvidadas de los ideales concertacionistas de 1989. Será la primera vez en la historia del país que se hará un ejercicio serio de tratar de hacer un texto constitucional entre todos y todas, sin contar los intentos de la Constitución de 1828 ni de 1925 en esa línea.

Sin embargo, a la hora de hablar de los contenidos de esta Nueva Constitución, el Gobierno y la Nueva Mayoría han hecho raquíticos esfuerzos (salvo los Diputados Andrade y Schilling) por explicar cuáles serían las nuevas bases de la institucionalidad, los derechos y deberes de las personas que se integran o retirar, las atribuciones de los poderes del Estado, la función de los órganos con autonomía constitucional, la relación con las regiones y los municipios, en fin, algo que resuma cuál es la propuesta para el Chile del Siglo XXI que justifique un cambio de Carta Fundamental para reordenar al país a través del proceso constituyente, más allá de la ilegitimidad de origen evidente de la actual.

En ese sentido, se han abierto a lo menos 3 opciones desde el mundo político y académico para guiar la discusión de fondo sobre el nuevo texto constitucional, sacando del mapa, por el momento, los mecanismos constitucionales a través de los cuales se debería cambiar la Ley Fundamental.

De acuerdo a Arturo Fointaine, una primera opción contempla abrirse a realizar una reforma a la Constitución del 80’, efectuando una revisión de lo actual, e introduciendo lo necesario por los cambios sociales posteriores al intento de Lagos en 2005 de cerrar el tema, pero guardando mantener el núcleo constitucional intacto. La segunda opción, en cambio, invita a empezar un trabajo desde cero, dejando atrás lo realizado por la Comisión Ortúzar, redactando los cimientos del funcionamiento del Estado desde una tabla rasa, bajo desconocidos y no consensuados principios y valores. La tercera opción, finalmente, toma un camino ecléctico, rechazando las alternativas anteriores, desde un punto de vista bastante particular: habría que dejar atrás la obra de Jaime Guzmán, no tan solo en sus reglas, sino también en su espíritu fundacional, ya que el andamiaje institucional de la democracia chilena anterior al gobierno cívico-militar no merece ser dejado de lado en términos absolutos, sino que es una construcción social, política, cultural y económica que hemos hecho a partir de la Independencia a través de la Historia constitucional de Chile que debemos rescatar a través de la formulación de una Constitución Histórica.

Tratando de profundizar en esta última tesis es que, apoyando la necesidad de una nueva Carta Fundamental por el desajuste entre el pueblo y su institucionalidad, es primordial, en primer lugar, reconocer e identificar cuáles serían las raíces históricas del Chile Repúblicano, para delinear un posible futuro institucional del país, y, en segundo lugar, determinar si ello se corresponde con la obra del gobierno cívico-militar, en cuanto a si es disruptivo o continuador de esa Constitución Histórica.

En cuanto a lo primero, debemos entender que una Nueva Constitución requiere de un acuerdo ético, político y social entre distintas fuerzas para no acabar destruyéndose a sí misma. La legitimidad que le da fuerza y autoridad a una Carta Magna es el acuerdo previo que impide un desacuerdo total posterior que lleve a un espiral parecido a los conflictos latinoamericanos decimonónicos.

También hay que comprender que ese acuerdo previo no es necesariamente jurídico, como señala Joaquín Trujillo. Es político, y por ende, histórico, lo que nos hace ir a la revisión de nuestra historia común como país, evitando caer en el literario mito de retorno a la edad dorada, pero si relevando aquello que nos permite reconocernos como miembros de una comunidad nacional, en lo que antiguamente se conocía como la “Patria” (término ocupado, con distinto significante, pero de igual manera, desde Alessandri hasta Allende).

La Constitución Histórica, en términos prácticos, es la que nos une más allá de todas nuestras posibles asambleas, comisiones o convenciones; representando una tradición democrática y republicana más antigua que las de Francia, Italia, España o Alemania. Ello justamente le pondría límite a las decisiones adoptadas por grupos de expertos y discusiones en cabildos cuya legitimidad no es obvia. Ese origen, según el mismo Joaquín Trujillo, se encuentra en la, “Constitución que Prieto llamó una mera reforma de la constitución del 1828, y que Alessandri llamó una mera reforma de la de 1833. Esa es la de 1925, que fue víctima de moros y cristianos y que si fuese repuesta (tal y como lucía el 11 de septiembre de 1973) y reformada según nuestras necesidades actuales de alguna manera resolvería en parte los dos problemas anteriores…”, que serían, según éste autor, la legitimidad y el contenido de la norma suprema.

Esto implica retornar a un esquema, sintetizado, en que si bien existía un régimen presidencial, éste tenía un mayor equilibrio con el Congreso Nacional; donde había una mayor consonancia hacia los derechos económicos, sociales y culturales a la vez de asegurar libertades civiles y políticas; enfocándose en la construcción de un Estado social y democrático de Derecho; junto con un rol empresarial del Estado en la economía; priorizando incrustar visiones y demandas de esta década, como una efectiva descentralización y desconcentración del Estado hacia las regiones mediante un desarrollo democrático; mecanismos de participación efectivos como parte del ejercicio de la soberanía popular; un Estado plurinacional que respete a los pueblos indígenas, entre muchos otros.

En cuanto a lo segundo, no podemos sino dar cuenta que la Constitución de 1980 no tiene un ideal democrático como si las poseían las de 1828, 1833 y 1925, representando un quiebre de esa tradición que simboliza la Constitución Histórica. Jaime Guzmán ya lo señalaba en 1975: “La Constitución de 1925 está muerta en la realidad práctica y, lo que es aún más importante, en la mente del pueblo chileno” (El Mercurio, 5 de octubre de 1975), ratificando la destrucción del poder constituyente que daba vida a aquel texto, y la continuidad de más de 150 años de Historia constitucional por medio de un simple decreto-ley, que dio pie para el desarrollo de la última planificación global del siglo XX, expresado en el gremialismo político y el monetarismo económico.

Las y los chilenos ya hemos sufrido lo suficiente por la decisión de militares y civiles de reconocer en Augusto Pinochet a “el” sujeto del poder constituyente originario, desarmando décadas de avances democráticos», como bien indica Renato Cristi. Es nuestra labor ahora reivindicar esa arquitectura histórica para restaurar la legitimidad republicana de nuestro Estado, debiendo ser ese el fin del cambio constitucional, algo que la Nueva Mayoría no parece entender del todo.

¿Qué impedimentos encontraría un proceso constituyente para revertir la decisión de Pinochet y restituir la Constitución del 25’, para luego proceder a su innovación? Restableceríamos así la «continuidad necesaria entre presente y pasado» de la que nos habla Gabriel Salazar, evitando el «salto al vacío» y la «vaguedad de la utopía». La tarea está ahí, es momento de llenar de ideas e identidad a la Nueva Constitución para el Chile del futuro.

TAGS: #NuevaConstitución #ProcesoConstituyente

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Comentarios

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05 de abril

Hace como 30 años que todos hablan que hay que hacer otra constitución y se dan vueltas de quien, como, cuando, donde y puro blabla. SI alguien tiene una constitución que crea mejor que la de Pinochet que la publique para que la leamos y la aprobemos si la encontramos mejor, punto. ¿Para que hablar tanto? ¿Qué le pasa a este país?

Saludos

Servallas

06 de abril

Quizás deberíamos mirar siempre para adelante, no para atrás, si no fuera así, el código de Hammurabi pintaría bien.

06 de abril

Hablando de «ser el momento de llenar de ideas e identidad a la Nueva Constitución para el Chile del futuro»

y recordando la propuesta presidencial que expone: » la redacción de una Nueva Constitución surgida en democracia»

Cabe comentar la siguiente idea:

Para que podamos redactar una Constitución surgida en democracia,

PRIMERO debemos crear la democracia….

Porque, claro está, la dictadura que vivimos de la mafia de los partidos políticos, NO ES UNA DEMOCRACIA…

Es una DICTADURA y, como tal, dando muestras de su venenoso proceder, hoy por hoy, la mafia dE los partidos se preocupa de prepararse para la llegada del Proceso Constituyente, amarrando todo lo que les sea posible, para que los partidos sigan teniendo el control,

a la manera en que la dictadura militar se preparó para la llegada de la dictadura de los partidos, amarrando todo lo que les fuera posible, para que «no importando lo que se hiciera, no dejara de ser muy diferente a los que en ese momento hacia esa dictadura»…

___________________

LUEGO y por lo tanto, si la Presidencia se quiere esmerar en la redacción de una «Constitución nacida en democracia», primero debe modificar la Constitución existente, para que el país viva una verdadera democracia y no una dictadura más que se dice a si misma ser una democracia…
_______

07 de abril

Me parece de la mayor importancia que reflexionemos en las palabras del comentario anterior, ya que

de CERO A 100,

de un momento a otro, estaremos al frente de un PODEROSO Proceso pro Constitución,

con CERO preparación, ejercicio y herramental para

tener una discusión democrática.

_

No sé si ve la importancia de lo que le digo a quien lea estas rayitas.

Primeramente debemos ejercitarnos al debatir de una forma democrática, que debemos entenderla como una forma digital.

Podemos debatir acerca de la importancia del poroto de soya, si usted quiere, para comenzar. Lo importante en tal momento es el ejercicio, la práctica, la forma en que se establecen conclusiones, o se indican recomendaciones, o se manifiestan sugerencias. O se fija un procedimiento para el desarrollo de las tareas que implica la conclusión del debate.

Debatamos luego acerca de las visiones que debieran componer la estrategia chilena de inversión del gasto público.

Hay tanto que debatir en este punto…

Luego, recién, tal vez estemos preparados para crear una nueva Constitución que se digne llamarse democrática, o participativa,

donde la gente no responda sólo encuestas, sino que

PROPONGA SUS IDEAS, y que las debatamos y que concluyamos y procedamos, etcétera…

_

Luego, cuando usted apoye enceguecidamente el Proceso Constituyente en marcha, piense, por favor, muy bien en lo que está haciendo, porque está avalando

lo que usted tal vez no haya pensado.

07 de abril

Caminando el camino indicado anteriormente, cuando detectemos la necesidad de un cambio constitucional específico

lo podemos abordar, pero,

lo estaremos haciendo de forma acotada para facilitar nuestros procesos de debates y conclusiones…

Lo estaremos haciendo con cambios que todos percibamos que colaboran a la preparación de la herramienta y procesos que le darán forma a la nueva Constitución

para que, llegado el momento de los quiubos, podamos

saber lo que queremos

entender cómo debemos abordarlo

y maquinar los procedimientos necesarios

con algo más de preparación y herramental…

__________________________________________
No olvide que la herramienta con que hace usted el trabajo es capaz de llegar a fijar el 99% del resultado…

Si usted tiene una mala herramienta de debate, que ni siquiera es democrática o digital,

¿qué resultados democráticos esperaría usted lograr?

¿Creería que el futuro desarrollo que tengamos lo podríamos tildar de «DESARROLLO DEMOCRÁTICO»?

Luego, cuidado con lo que se dice, procurando exponer ideas sin haberlas madurado lo suficiente, o al menos haberlas debatido con alguien que

relMENTE tiene argumentos para decir que ese no es el mejor camino que podríamos tomar,

y así, tal vez no sea el que nos llegue a brindar los mejores resultados…..

——–
jfdshfkjshdkjf

Jose

13 de abril

No veo con buenos ojos esta invitacion a participar en esta proceso , creo que se debe convocar a un plebiscito que establezca el cambio de la constitucion SI o NO, y no reforma. Por que esta participacion ciudadana es un disfraz de pluralismo y al final saldra una reforma cocinada para favorecer a los mismos de siempre y no habra derecho a pataleo por que diran que la hizo el pueblo.

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