Agota escuchar a diario a diversos niños símbolo que venden humo con planteamientos simplistas referentes a reformas urgentes que interpretan el clamor del pueblo, verlos tan seguros de que tienen “la medida” que proveerá de seguridad y bienestar nuestra existencia es surrealista, por tanto la sentencia ¡El pueblo lo pide! Es una soberana brutalidad, más si consideramos que en algunos lugares de Chile, políticos de dudosa honorabilidad basan su reelección en la entrega de una canasta familiar y en la promulgación de bonos para emocionar el alma y mejorar la medición en las encuestas; a mi modo de ver, cuando una figura pública se autoconfiere el rol de garante de la voz del pueblo, entro a percibir una especie de manipulación despiadada sobre la ternura e inocencia ovina de los que marchan tras de él.
Tomemos por ejemplo la eutanasia, a nivel mundial el debate se enmarca dentro de los principios de las libertades individuales, es decir, sobre la decisión consciente, autónoma y responsable sobre se quiere enfrentar la muerte, en caso de que exista una razón de peso, como diría un amigo “la eutanasia, es un derecho a morir y mientras exista la muerte, uno tendrá ese derecho; si la muerte no existiera, sería un derecho ser eterno”. Pero hoy, contrario a toda reflexión profunda, el debate criollo se está proponiendo como una medida exprés para evitar el dolor y así tener una muerte digna, algo más bien reactivo-impulsivo que meditado y programado. Comprendo que todos deseamos una muerte fulminante e indolora, ojalá lo más tarde posible, evitando además que dicho padecimiento nos endeude y haga sufrir a nuestras familias, pero si somos capaces de darnos cuenta respecto a lo desigual que es el acceso a un sistema de salud de calidad (público y privado), antes de entrar a debatir sobre acceso a una muerte digna, necesitamos enfocar nuestra atención en propiciar el derecho a una salud decente, que nos permita afrontar una enfermedad grave, con reales posibilidades de mejoría.Siento que el debate político nacional está excesivamente centrado en generar cuñas y captar la atención de la prensa “especializada”, quizás por lo mismo prefiero abstraerme de la lógica duopólica (o triopólica hoy) y trato de contribuir a que la atención se centre en las causas, no es responsable que para evitar el estallido social (en lo que sea) sigamos reaccionando a las consecuencias.
En el debate sobre restituir la pena capital, pasa algo similar, la propuesta de los justicieros legislativos pretende darle al pueblo una medida que infunda un miedo inmediato a violadores, asesinos y pedófilos, para prevenir que sigan expresando sus despiadadas y degeneradas pulsiones básicas, el pueblo no quiere volver a experimentar la desesperanza que produce el homicidio tortuoso de un ser vulnerable, por eso nuestros paladines criollos quieren decir fuerte y claro, ¡Gracias a mí, Chile es un país más seguro!. Pero entrar a estudiar y mejorar las malas políticas carcelarias, la inexistencia de un plan nacional de rehabilitación y reinserción eficiente o directamente, la creación de protocolos que detecten a tiempo a estas personalidades disfuncionales, eso no aparece en su discurso, para ellos es mejor estar expectantes de futuras se violaciones, ultrajes y secuestros, para que el sistema pueda fusilar, ahorcar o envenenar a dicha bestia, que pensar más allá de lo evidente. No sé ustedes, pero existe una profunda irresponsabilidad social al no comprender la relevancia de educar en autocuidado y propiciar un sistema de prevención y detección precoz, orientada a disminuir el número de víctimas, es mucho más populista y mediático centrar el discurso en ir en contra de tratados suscritos y ofrecerle al pueblo el máximo rigor de la ley, que reconocer el impacto casi nulo de dicha propuesta.
El debate sobre el aborto libre permite continuar con la reflexión antes propuesta; apropiándose de un modelo internacional sobre libertades individuales y derechos reproductivos, los mal llamados progresistas buscan implantar un sistema fácil y confidencial de control de natalidad, otorgando un libre acceso a este procedimiento, suponiendo que así demostrarán su mayor compromiso con los derechos de la mujer. Duela a quien le duela, esto es un parche, nada más, el esfuerzo que requiere la construcción e implementación de un plan nacional de sexualidad, uno que no se restrinja solo a trabajar con el Mineduc es mucho pedir, por lo mismo, es más fácil decir aborto libre que promoción del sexo seguro. Me asquea cuando se dice ser feministas o pro igualdad y se considera el aborto como “la gran medida” o “el primer paso” para avanzar a una sociedad moderna, me asquea porque la lucha contra el machismo va mucho más allá, Chile requiere de terminar con la discriminación previsional, laboral y en salud, es fundamental educar a niños y niñas, respeto e igualdad de género, incluyendo propuestas en tolerancia cero contra el abuso y maltrato. Tenemos que cambiar todo tipo de prejuicio presente en el relato de los agentes educativos, considerando que independiente de la asignatura o disciplina, todos somos iguales. Es más, al centrar el discurso en el aborto, nos hemos olvidado de recalcar la obligación de quienes trabajan con los niños de denunciar todo hecho sospechoso que pueda asociarse a una vulneración de derechos, creando además dispositivos de contingencia frente a hechos consumados, en una sociedad moderna la promoción y la prevención primaria es base de todo, por eso la pastilla del día después se usa para prevenir las consecuencias de una primera violación, evitando tener que recurrir a una de las tres causales tras abusos sexuales reiterados.
Quizás por lo mismo me cansa cuando se debate sobre la reforma educacional, mientras todos llevan la discusión hacia términos de costos, escucho poco sobre utilidad y calidad, dicho de otra manera, quienes levantan las banderas del progresismo y discuten sobre acceso, inversión e inclusión, procuran no meterse con los colegios privados donde van sus hijos y no se dan el tiempo de evaluar si a las nuevas generaciones les gusta ir a clases, si las asignaturas los estimulan o si se sienten seguros dentro sus establecimientos y eso deja de manifiesto que su visión no es progre, sino pobre.
Siento que el debate político nacional está excesivamente centrado en generar cuñas y captar la atención de la prensa “especializada”, quizás por lo mismo prefiero abstraerme de la lógica duopólica (o triopólica hoy) y trato de contribuir a que la atención se centre en las causas, no es responsable que para evitar el estallido social (en lo que sea) sigamos reaccionando a las consecuencias.
Espero que quienes traten de levantar las banderas de liberalismo y el progresismo, antes se preocupen de ser sensatos.
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