El rol de los partidos políticos en las democracias modernas nos plantea un debate en desarrollo. Estas instituciones que datan en el mundo desde el siglo XIX, que nacieron como consecuencia práctica de “lo político”, se encuentran hoy en entredicho, dado el mayor peso relativo alcanzado por el “movimiento social” o la práctica de “lo político –cívico”.
No obstante, los datos empíricos muestran que los partidos políticos siguen influyendo fuertemente en la toma de decisiones públicas, por lo que su buen o mal funcionamiento puede afectar directamente a la población. En Chile, los militantes representan la gran mayoría en los espacios de deliberación y ejecución de las políticas públicas con un 86,8% de los senadores; 91,7% de los diputados y un 67,4% de los alcaldes (88,3% si consideramos los independientes dentro de pacto). En el poder ejecutivo, de 23 Ministros, 19 son militantes (de las cuatro ministras independientes, tres son muy cercanas a algún partido); en las subsecretarías, la proporción es 28 militantes de 31 carteras.
Es necesario, entonces, preguntarse por el estado actual de las “juventudes políticas”. Según datos de la Séptima Encuesta Nacional de la Juventud de INJUV, sólo un 1,1% de los jóvenes ha participado en un partido político dentro de los últimos 12 meses. El dato más llamativo es que al alejarnos de la estructura de la militancia juvenil, el interés por “lo político” va en aumento: el 8% se interesa en formar parte de un partido; el 18,7% se interesa en la política; el 22,6% ha participado en alguna manifestación; el 38,4% habla regularmente de política; y el 49,9% participa de organizaciones que defienden alguna causa social.
Los jóvenes militantes debemos cuestionarnos esta realidad, articulándonos para generar cambios en ella. Transformar nuestras juventudes políticas es la puerta de entrada a cientos de interesados en lo público. Es un desafío que bien vale la pena
La ecuación que deviene es simple: con partidos tan incrustados en el Estado, pero con juventudes tan debilitadas, la posibilidad de que jóvenes talentosos con vocación pública se acerquen a estas estructuras, disputando las transformaciones desde dentro del sistema, disminuye. Los “movimientos políticos emergentes” que, a ratos con un dejo de soberbia, dicen venir a hacerse cargo de esta realidad, carecen de la masividad y direccionalidad política que tendría un sistema de partidos con juventudes fortalecidas.
Esta crisis se agudiza en las juventudes políticas del arco de la centro-izquierda (llamemos así a las Juventudes de la extinta Concertación). Como muestra, de todos los diputados jóvenes que hoy tiene el Congreso, no hay ninguno que haya sido electo como militante de alguna de estas estructuras (la camada joven de la “Nueva Mayoría” la han aportado las JJ.CC, RD y una independiente pro PS). ¿Cómo hacer entonces para superar esta irrelevancia?
Partamos por lo básico. Al ingresar a las redes sociales de alguna de estas juventudes, resulta complejo encontrar mecanismos para acercarse a ellas; es más, ninguna cuenta con un mecanismo previo a la militancia como forma de acercamiento. Superada la primera barrera, si la decisión es militar, habrá que llevar la “ficha” al partido, y en algunos casos encontrar “padrinos” que la firmen. Si se cumple con estos poco prácticos requisitos, lo más probable es que en el partido le pregunten “¿Quién te trajo?” o “¿Cuál es tu sector?” antes de pasar a procesar la militancia, entrampada además en procesos administrativos burocráticos y poco transparentes.
Los jóvenes militantes debemos cuestionarnos esta realidad, articulándonos para generar cambios en ella. Transformar nuestras juventudes políticas es la puerta de entrada a cientos de interesados en lo público. Es un desafío que bien vale la pena. Para ello, sus estructuras deben modernizarse; flexibilizando la figura del militante, profundizando las labores de formación de liderazgos, generando alianzas con otras estructuras jóvenes de la región y del mundo, sirviendo de herramienta a las organizaciones juveniles funcionales con las que tengamos afinidad política. También es necesario sanear la relación con el “partido madre”, con más autonomía en la toma de decisiones, y mayor participación en las instancias programáticas representadas por sus Centros y Fundaciones.
Los partidos siguen cumpliendo un importante rol en la formulación y ejecución de las políticas públicas. Sus Juventudes siguen teniendo sentido, pero requieren de una urgente cirugía y cambio de mentalidad. Sólo así pasaremos de la irrelevancia, a la supervivencia; y de ésta última a la real incidencia.
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Foto: El Ciudadano / Licencia CC
Comentarios
08 de septiembre
La existencia de partidos políticos fragmenta y distorsiona la soberanía del pueblo. Por lo menos esa era la opinión de Rousseau, y me parece que la manera cómo funcionan mientras están dentro del gobierno o como lo hacen fuera de este, como una pandilla más, es una demostración de cómo la institucionalización del pensamiento político es finalmente una decadencia de éste.
Libre opinión y reunión ¡por supuesto!, si quieren tales agrupaciones ideologizadas ser personas jurídicas ¡ningún problema! pero de ahí llegar al punto que sea requisito indispensable, por ejemplo, militar dentro de un partido político para optar al cargo de presidente de Chile es otra cosa. Militar actualmente (y desde siempre) consiste en pagar favores, en cuoteo político por sobre la tan manoseada «meritocracia», consiste en unas pocas palabras formas obscenas de amiguismo, nepotismo y corrupción.
Que el ejercicio de la soberanía y la posibilidad de representarla en una democracia no signifique caer en tribalismo político.
+1
09 de septiembre
En mucho tiene razón pero no creo sea buena idea abolir los partidos porque justamente son la única forma de canalizar las ideas políticas para conducirlas a las instancias de decisión.
11 de octubre
Las juventudes políticas no tienen razón de ser, l@s jóvenes, aunque podemos articularnos en espacios que en su mayoría se asocian a la juventud -colegio, educación superior- no debemos por que estar en una categoría de organización paralela al militante de 60.
La organización es territorial, no etárea.
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