La semana recién pasada dos diputados miembros de partidos de centro izquierda (PPD–DC), uno independiente y otro de extrema derecha (UDI), renunciaron a sus partidos políticos, por no sentirse representados. Los parlamentarios tenían como denominador común en sus salidas, que no estaban de acuerdo con el clientelismo y que la anhelada renovación y transparencia por lo que ellos abogaban, no es más que nada una falacia.
La insatisfacción de cómo se proyectan las demandas ciudadanas en las resoluciones gubernamentales, sumado a la falta de líderes éticos, se ha confabulado en contra de las expectativas de la ciudadanía, que sabe que las soluciones serán a medias y contaminadas por los intereses de los grupos económicos
Necesitamos en todos los estamentos un reacondicionamiento de los objetivos y de los discursos políticos y sociales sobre los cuales nos sustentamos como sociedad; sobre todo si nuestra democracia depende de los partidos políticos. Si a eso le sumamos que un general de la República esta acusado de enriquecimiento ilícito y que muchos parlamentarios están siendo acusados de corrupción y cohecho y que la Presidenta Michelle Bachelet hace unos días entablo una demanda por difamación a una revista de carácter político. Se podría decir que estamos en un túnel donde no se vislumbra la luz y como lo ha dicho la mandataria; todo podría ser aún peor.
Es indudable que el mundo del “servidor público” en todas sus aristas, ramas y facetas estaá desbordado en la actualidad por la globalización del mundo de las comunicaciones, dejando al descubierto inconvenientes y complicaciones en las formas de como se viene haciendo y proyectando la administración pública en las últimas décadas en Chile; desarrollando en el proceso iniquidad y el desbalance del formato y desmarcándose de los objetivos sociales, poniendo en tela de juicio formas, procedimientos y objetivos con que los gobiernos han predeterminado sus programas para lograr los supuestos objetivos.
La ética y la probidad debería ser la regidora del formato en la toma de decisiones del desarrollo, pero lamentablemente ha quedado inmersa en un trasfondo donde una gran mayoría, no ha tenido la capacidad de aplicarla en pos del sentido común. Pocos han sabido distinguirla, regida por la lógica neoliberal de ganar a como de lugar, traspapelándose en los contrafuertes de las conciencias políticas de administradores públicos y de los gobiernos en general.
La función social de la ética sustenta la toma de decisiones, dictamina las formas, marca la racionalidad de los actos y subraya los objetivos colectivos en el servicio público. El hombre se hace a sí mismo a través de la autodeterminación que propone la ética del hacer, que trae consigo el libre albedrío y en relación directa con el prójimo y si mismo, para ser la base de lo que se es y se representa. La integridad es la función de la ética en sociedad, orientada hacia el bien común, para moldear la forma del individuo social en relación con sus pares para que actúen con probidad en forma colectiva.
En el pasado los políticos y los gobiernos fueron considerados honorables. Pero esa honorabilidad iba en estricta relación con la proyección de las acciones emprendidas y del aporte de esas decisiones a la solución de los problemas, otorgándoles respeto y dignidad y el aprecio de la ciudadanía como un todo, con un ingrediente importante de ética y probidad. En la actualidad la ética esta desentendida y mal evaluada, al no comprenderse su fundamento y se encuentra bajo sospecha del doble estándar entre la vida pública y la privada, donde el poseer es más importante que ser.
La percepción de la realidad y lo que esperamos de ella, ha evolucionado sustancialmente con el paso del tiempo. El recordado ayer, donde el apretón de manos comprendía la sabiduría ética-histórica y cultural en la proyección social del ser, se ha transformado en una implicancia natural de manipulación de la información, para sacar provecho personal, superpuesta y dejada en evidencia por el mundo de las redes sociales, cambiando la forma de cómo nos relacionamos y nos enteramos de situaciones que en el pasado quedaban en la más absoluta impunidad y en el olvido natural de la clandestinidad de la “cocina” política.
Uno de los reclamos ciudadanos más vigentes ante los gobiernos, que según mi parecer es la piedra angular de la crisis existencial de representación que vivimos en la actualidad; es la poca atención que la ciudadanía recibe en las decisiones trascendentales que toman los gobiernos, evidenciando que el cumplimiento de diligencias sociales de decisiones previamente tomadas trascienden al mundo ciudadano. Así se genera un malestar por no considerar lo que dicen representar, con acciones sin perspectiva de futuro para el mundo ciudadano, por el inmediatismo de los intereses creados de los grupos de dominación económica que manipulan al gobierno en sus mismas entrañas, creando una insatisfacción que termina destruyendo la expectativa social. Surge entonces, una ciudadanía cansada del doble discurso, desautorizando los espacios de debate, ante una institucionalidad que representar el Chile real, por no ser vinculante y representativo.
La insatisfacción de cómo se proyectan las demandas ciudadanas en las resoluciones gubernamentales, sumado a la falta de líderes confiables, éticos y probos, se ha confabulado en contra de las expectativas ciudadanas, con soluciones que serán a medias y contaminadas por los intereses de los grupos económicos en la medida de lo posible, produciendo insatisfacción y un estado de ánimo, que empoderan los antivalores de los grupos anárquicos, que lo toman como una oportunidad, impidiendo el debido proceso para lograr los cambios tan necesarios.
La ética en la función pública es vital para la sustentabilidad política y social de una sociedad que se prece y quiera proyección de futuro. En la función pública, la ética es la ciencia del buen hacer al servicio de la ciudadanía y como mecanismo de autocontrol ante las arbitrariedades del poder en la toma de decisiones. El mantenimiento de la confianza en la forma de hacer desarrollo, transforma la ética y la probidad en la expresión máxima para mejorar la gobernabilidad y la eficiencia objetiva en la gestión de los asuntos públicos.
Comentarios
05 de junio
No, no hay posibilidad de mejorar, todos quieren dinero, money, más y más, todos nosotros, no sólo ellos, todos vagamos día a día por estas selvas modernas detrás de lo único que nos interesa, dinero, las otras dimensiones humanas se perdieron en nuestro pasado, es triste pero es así, ni el más iracundo y obstinado de los anticapitalista esta libre del poder del dinero, estamos todos enfermos y la medicina para estos males no existe.
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06 de junio
Si no existe, se inventa. Si todos quieren mas dinero hay que utilizar una herramienta de decision colectiva que nos permita hacer mas dinero para colocarlo donde se preciso y dé resultados preciosos.