En estos días hemos escuchado a algunos opinólogos disfrazados de chamanes políticos que le quieren entregar un certificado de defunción a la Presidenta Michelle Bachelet a espaldas de la gente y, sobre todo en la línea contraria a lo que piensa la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Con la absurda pretensión de manipular los acontecimientos del futuro, estos sepultureros tienen la fantasía de que aún pueden influir en sus cada vez más pequeños círculos. Para ello, cuentan con la ayuda de algunos medios de comunicación que les dan cobertura para agitar conflictos o diferencias en la oposición.
El tema de fondo es cómo se articula una oposición que sea capaz de ofrecer a Chile un proyecto que recoja lo mejor de los gobiernos de la Concertación y rectifique los errores cometidos en estos 20 años, que son muchos.
Es evidente que la Concertación hoy no representa a la mayoría social que se necesita para recuperar el gobierno en manos de la derecha. Por tanto, es de sentido común que la coalición amplíe su arco de influencia hacia el centro y hacia la izquierda.
Sin abdicar de valores y principios rectores, se debe concordar en una alianza política, amplia en su composición, velando por la consistencia de los partidos que la compongan y el rol que deben ocupar dentro de la sociedad. Todo ello, en una diversidad que sea capaz de rescatar las coincidencias por sobre las diferencias.
Ningún partido, por sí mismo, es capaz de imponer a la sociedad su proyecto particular. Los partidos que no quieran un país gobernado por la derecha con sus visiones conservadores, individualistas, integristas, autoritarias y discriminadoras, tienen la obligación de ponerse de acuerdo. Todos y cada uno se necesitan para ofrecer a los chilenos un futuro mejor.
Una vez puestos de acuerdo, concordado un proyecto común realista, recuperada la consecuencia política -tan escasa en los últimos tiempos- no cabe más que dar muestra ante la gente de consistencia entre discurso y acción.
Cumplidas estas etapas previas y necesarias, que vengan todos los líderes posibles a competir para ser abanderados de esta nueva coalición. Bienvenidos todos, el liderazgo no se concede, se gana en la lucha, con trabajo y más trabajo.
La renovación no es un asunto de edad, menos en la política, como está majaderamente demostrado. La verdadera renovación, el cambio con responsabilidad, la ética en la práctica política está en la formación de colectivos con vocación y capacidad de ejercer el poder para los ciudadanos y no para beneficio personal o de grupos.
Todas las coaliciones han enfrentado siempre la competencia por la primera magistratura de la nación con quien está mejor posicionado en el electorado. Desde luego, nadie compite con el segundo.
Esta vez no será diferente. La oposición debe ofrecer a la ciudadanía alternativas que se ganen la simpatía ciudadana en la calle, la población, las organizaciones sociales, culturales y políticas, no en las oficinas, los comandos o los salones de la clase política.
Dicho esto: bienvenida la reconocida, aceptada y querida Michelle Bachelet sin competencia hasta el momento; bienvenido el liderazgo maduro de Ricardo Lagos; bienvenidas las aspiraciones de José Antonio Gómez, Carolina Toha, Claudio Orrego, Osvaldo Andrade, Guido Girardi y todas aquellas y aquellos que tengan ganas, ambición, fuerza, empatía, templanza, mesura, madures, consecuencia, historia, visión, claridad, audacia, consistencia y vocación de poder.
Los que van a elegir al abanderado de la oposición, finalmente, no serán estos políticos desfasados, ni las cúpulas clasistas, sino el pueblo, la gente.
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