Es hora y tiempo de conquistar no sólo la culminación de las propuestas del movimiento social, sino también su cohesión.
Como es sabido un día 4 de septiembre hacen ya largos y duros cuarenta y tres años, el compañero Salvador Allende logra llegar a la presidencia, esto enmarcado en un proceso de politización profunda de la sociedad civil de nuestro país, con reformas claves como la sindicalización campesina, las reformas al sistema educacional y las distintas etapas de la reforma agraria. Todo fruto de años de proyecciones, luchas, derrotas y victorias de los movimientos sociales y, de los partidos de clase obrera, que culmina con la llegada del “Chicho” al poder, como se dijera “el día en que hicimos historia” y cuando Chile era un ejemplo de una revolución democrática para el mundo.
Pensar este hecho más de cuatro décadas después, con la memoria tan viva, con un movimiento social que hace ya diez años es capaz de marcar la agenda política del país, principalmente en lo respectivo a educación, nos plantea la responsabilidad histórica como el mismo Allende lo dijera en el Estadio Nacional: “tenemos la responsabilidad histórica de caminar a la revolución, con las fuerzas revolucionarias que estén dentro y fuera de la unidad popular”, por ello mirar el presente y preguntarse ¿cómo llegar o siquiera hablar de revolución? Si, dije revolución, esta revolución con “vino tinto y empanada”, en la cual el sujeto sea el centro del proceso y un hombre bueno, solidario, empático y preocupado por el otro. Suena de película en un Chile con 20 mil dólares per capita, en el cual el ciudadano credicard, sale todos los domingos al mall en busca de integrarse mediante la diferenciación, el consumo y las etiquetas que nos entrega el mercado.
Plantear esto en nuestro tiempos catalogados de cambios, puede sonar iluso, pero aquí es donde la llamada izquierda no debe nublarse, en eslóganes, hechos pragmáticos, o tal o cual, programa de participación, hoy nos enfrentamos a un panorama casi impensado cuatro décadas atrás, en donde un gobierno socialista de centro-izquierda, sólo plantea ideas programáticas, sin un proyecto de país, donde a muchos, nos parece que si bien apunta a cambiar las contradicciones del modelo, los hechos dejan la sensación de que sólo serán maquillajes, para calmar al movimiento social, y en el proceso, recordamos la llamada transición a la democracia – que no llegó – con la cooptación a los movimientos sociales y el incremento de las desconfianzas al interior de él.
Ahora es cuando la izquierda tiene la tarea y la responsabilidad histórica, tanto las fuerzas “progresistas” que estén dentro de la nueva mayoría, como las que estén fuera, de empujar este eje, que nos da la sensación de que está cargado a la derecha y al “travestismo de centro”, empujarlo hacia la confluencia programática del movimiento social y estudiantil con el gobierno, mediante nuevas instancias de diálogo directo, vinculante, en condiciones justas, de cara a la ciudadanía y de cara al Chile que queremos transformar; ese Chile que ciertos personajes nos dicen que hay que concesionar en totalidad, y al cual le decimos que los tiempos cambiaron y como dijo Allende, “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”, no las empresas.
Es hora de que las definiciones no sólo sean palabras, si no acciones, ad portas de quizá “la reforma estructural más significativa de los últimos cuarenta años”, una reforma que no nació de las estructuras partidarias, nació de los movimientos sociales y estudiantiles, quienes salieron a la calle a reconquistar la política, reconfigurando lo público, para así, fracturar el consenso de la transición neoliberal, exigiendo ser actores de sus propios cambios y transformaciones, como lo fueran los obreros en la unidad popular, esos obreros, que en múltiples documentales vemos discutiendo las vías revolucionarias y organizando a sus pares, con un nivel de politización impensable actualmente, en donde claramente más que sólo obreros organizados, muchos eran “intelectuales orgánicos” en su lugar de trabajo y de vida.
Es tiempo de conquistar no sólo la culminación de las propuestas del movimiento social, sino también su cohesión, porque el poder seguirá donde los hombres y mujeres estén unidos, donde estos mismos elijan perder su libertad hoy, por abrir las alamedas del mañana, donde más temprano que tarde, transiten libremente con sólo el nubloso recuerdo del culto al consumo.
Comentarios
08 de septiembre
Antes que ver a Maquiavelo como un teórico de la política que intentara combatir la depravación de Florencia producto del estrecho vínculo que se había creado entre el cristianismo y los gobernantes de su época, que en realidad derivó en un fundamentalismo atroz que según sus propias palabras nos demostraría «la imposibilidad de lograr una sociedad política inspirada en valores evangélicos, que sería más propia de ángeles antes que de hombres», a pesar de que incluso estoy de acuerdo con ello, prefiero entender al autor de «El Príncipe» como un gran tirano en el sentido que sus ideas acabaron por tratar de despojar a la acción política de cualquier valor moral. De ahí esa famosa frase de que «el fin justifica los medios».
No estoy de acuerdo porque precisamente son los medios, nuestra manera de actuar digamos, la que le da sustancia, valor y significado a nuestros fines y objetivos. Desde este punto de vista me parece que lo que diferencia a los militantes de izquierda respecto del fascismo es que nosotros reivindicamos medidas y valores como los de la igualdad, los del respeto por los derechos humanos, por el ecosistema, un modo de producir, de circular y de distribuir las mercancías más equilibrado, que busque satisfacer las necesidades de la mayoría y un largo etcétera que se resumen en una ética profundamente humanista porque defendemos la calidad de vida de las personas. Y es eso lo que nos hace distintos de la derecha, de esa clase de políticos individualistas, egoístas, violentos, soberbios, prepotentes, mentirosos, falaces, cínicos, hipócritas y maquiavélicos. Por lo mismo, debemos responsabilizarnos por la reconstrucción de un nuevo Chile, de ese donde Allende vaticinó que se abrirían las grandes alamedas.
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08 de septiembre
o sea, la izquierda defiende puras cosas buenas y la derecha solo lo malo? esa es tu vision de la politica?
por favor, lee un poco. te va a hacer super bien para entender que la politica no es una barra de futbol donde yo soy bueno, tengo razon, defiendo todo lo politicamente correcto y el oponente es el enemigo, mentiroso, solo preocupado de hacer el mal. Quizas podrias partir con revisar la primavera de praga, que es un excelente paralelo a situaciones que vivimos en chile.
Saludos.
10 de septiembre
Alfredo coincido totalmente con la ética de la responsabilidad, que debe tener un militante de izquierda en la actualidad, el estar comprometido con distintas causas, como la lucha por una mayor igualdad, resguardo del ecosistema, respeto por los derechos humanos y un largo etcétera. Esta ética, nos debe distinguir y guiar en nuestro actuar, porque mas que consignas, tal o cual plan de participación o hechos solamente pragmáticos, aquí es donde la izquierda tiene que ser responsable históricamente como motor de cambios y transformaciones, impulsando estos en todos los frentes reivindicando un canon democrático de mas o de alta intensidad como dijera alguno, con el objetivo, de ya no solo lograr fracturas culturales al sistema (como el 2011), sino concretando la unidad del movimientos social y su cohesión en post de estos cambios, con las fuerzas de cambio que están, tanto fuera como dentro de la nueva mayoría; cambios impulsados mediante el dialogo directo y vinculante, de cara al Chile que queremos ser. Saludos
12 de octubre
Hola, quiero comentar respecto lo que ha dicho Alfredo y lo que ha dicho más abajo Sebastien. Alfredo nos expone que la izquierda ha tranzado valores postmaterialistas defendiendo los derechos humanos igualdad, es decir valores más postmaterialistas. Ello no siempre ha sido así, la igualdad no siempre ha sido parte del discurso de la izquierda en nuestro país, quiero recordar simplemente el hecho de la incorporación del sufragio femenino y la participación de mujeres en el país, fue incorporada por la derecha ( si bien con fines electorales) y depuesta por sectores de la izquierda, ya que las mujeres y los homosexuales entorpecen la revolución. Por lo tanto, ahí se caería un poco la tesis de que la izquierda es un tanto mejor que la derecha. A la vez, creo que más que criticar a la derecha, debería criticarse al modelo económico impulsado por este sector político, creo que pierde objetividad y tiende a caer en un sesgo ideológico.
Por otro lado, Sebastien quiero decir que tanto Paulo como Alfredo quieren decirnos que el modelo económico neoliberal impulsado por los gobiernos de derecha en nuestro país fomentan la competencia e individualismo, destruyendo la idea e comunidad, pluralidad y de sociedad.Para ello, es necesario cambiar este modelo, ya que tal como nos dice Garretón, el neoliberalismo destruyó el tejido social en Chile, y de a poco ha logrado reconstruirse. Sin embargo, el ciudadano sigue siendo un ser autónomo que piensa más en un yo que en un todos.
Además, quiero decirle a Sebastien que es imposible comparar peras con manzanas. No puedes comparar procesos ocurridos en contextos históricos, sociales y culturales diferentes. Eso es ser irresponsable en cuanto a la manera de hacer ciencia.
Finalmente, creo apoyar la idea de que hay que ampliar el rol del Estado y reconstruir el tejido social, para así llevar transformaciones que de verdad nos permitan ser iguales y tener la libertad para escoger lo que nosotros como ciudadanos necesitamos.