A lo largo de estos meses se ha estado dando un proceso inédito destinado a sentar las bases para una nueva Constitución Política del Estado. Un primer factor por el que este proceso surge, es como expresión de un malestar que atraviesa a la ciudadanía respecto del país que tenemos. Los de arriba, una minoría, esencialmente por los niveles de inseguridad física y patrimonial que los fuerza a invertir fuertemente en la protección de sus familias y bienes; y los de abajo, la mayoría, por la precariedad en que deben vivir en virtud de bajos salarios o pensiones, trabajos informales o inestables que no les permiten llevar una vida más o menos razonable.
Un segundo factor se explica por la falta de legitimidad de la constitución que nos rige, la famosa Constitución del 80, que fue concebida a espaldas de la ciudadanía, entre cuatro paredes, y aprobada mediante un plebiscito fraudulento, sin registros electorales, bajo una dictadura. Y un tercer factor, no menos relevante, reside en que a lo largo de estas más de tres décadas, tanto a nivel nacional como mundial, se han experimentado profundos cambios en el plano productivo-científico-tecnológico como en el político-socio-cultural que no están recogidos en la constitución actual.No resultan admisibles, en modo alguno, tutelajes de orden militar, tecnocrático o cualquier otro. En concreto, se aspira a ser dueños de nuestro propio destino.
Es por ello que existen pocas dudas sobre la necesidad de una puesta al día respecto de su gestación y su contenido. Una gestación que emerja desde la base, que recoja las inquietudes, las aspiraciones de una población que desea vivir con libertad, dignidad y justicia. No están los tiempos para vivir en base a imposiciones; no resultan admisibles, en modo alguno, tutelajes de orden militar, tecnocrático o cualquier otro. En concreto, se aspira a ser dueños de nuestro propio destino.
Recientemente tuvieron lugar los cabildos, precedidos por encuentros ciudadanos, no obstante los obstáculos, las confusiones, los tropiezos, pareciera que se está avanzando, pacíficamente, sin violencias ni odios, hacia la construcción de una nueva constitución. Queda mucho camino por recorrer, y dificultades por superar, sin embargo, debemos confiar en que llegaremos a buen puerto, una propuesta constitucional para el Chile que viene, que reemplace una Constitución, la del 80, decidida y fraguada por oscuros personajes civiles fondeados tras los cuatro miembros de una junta de gobierno, representantes de las FFAA.
En este plano llama la atención las objeciones formuladas por gran parte de la oposición de derecha. Una objeción se centra en el bajo nivel de participación; la otra, en que se trataría de una temática que no estaría dentro de las preocupaciones reales de la gente. En estricto rigor, ambas objeciones son impresentables.
En relación al nivel de participación de la constitución que nos rige, a diferencia de las décadas de los 70 y 80, hoy pueden participar moros y cristianos. Respecto de la segunda objeción, es reveladora de la mirada donde se nos ve como consumidores antes que como personas, con deberes y derechos, que aspira a algo más que sobrevivir.
Comentarios