El constante igualamiento que la derecha ha hecho de delitos comunes o peor de actos resguardados con figuras reconocidas mundialmente como el uso del derecho a rebelión o el tiranicidio con el terrorismo de Estado más terrible que ha sufrido Chile es otro signo de lo débil de su perdón y sus juicios.
Durante las últimas semanas hemos visto un desfile interminable de perdones y no perdones. El perdón me importa poco comparado con la Justicia. Lamentablemente, al parecer la voluntad al perdón no se condice con una voluntad de Justicia.
Altos personeros de la derecha han pedido perdón y una mayoría de los miembros del oficialismo han designado a las torturas, a las desapariciones y al asesinato político como graves atrocidades incluso llamándolas horrores. Cabe preguntarse después de tales apelativos, sí esos perdones y los reproches a situaciones deleznables son reales o tan solo sloganes necesarios para un Chile que repudia profundamente tales hechos. Mi respuesta es simple: no les creo. No les creo sólo como una concepción antojadiza y arbitraria, sino que por una serie de hechos actuales que han demostrado de manera patente que la derecha, en su conjunto, tiene una especial visión de los derechos humanos y de los hechos ocurridos en dictadura que son completamente incompatible esos perdones y repudios.
Nombramientos de jueces
La materia de los nombramientos judiciales ha sido uno de los más evidentes puntos donde se conflictúan los dichos sobre derechos humanos y los hechos. Los personeros de la Alianza por Chile (salvo contadísimas excepciones) siempre han considerado que los magistrados que aplican figuras que perpetúan la impunidad –amnistía, prescripción, etc.- son “los suyos”. En el criterio eterno de empate entre oposición y gobierno en nombramiento de supremos, han defendido con uñas y dientes a los magistrados que deliberadamente han apoyado la impunidad en juicios contra militares de derechos humanos (Pfeiffer, Muñoz, Camposano, Montiglio, Cereceda, etc..). Por el contrario, constantemente se han opuesto a los nombramientos de jueces contrarios como el rechazo inicial al ministro Sergio Muñoz y los vetos a ministros como Alejandro Solís y Carlos Cerda. A Cerda se le ha rechazado en dos ocasiones y se han dado enconados discursos en su contra citando indirectamente sus posiciones acerca de la primacía de los derechos humanos en las decisiones judiciales como un obstáculo para asumir la posición, incluso en su momento la actual candidata presidencial Evelyn Matthei argumentó su voto en contra de Cerda con las siguientes palabras: “Creo que sus tendencias políticas, sus odiosidades personales, influyen decisivamente en sus actuaciones como juez. Y eso es inaceptable.” En otras palabras, Matthei le reprocha sus fallos (principalmente relativos a los derechos humanos) como una mera actividad nacida de la “odiosidad” y no lo considera en ningún caso un acto racional de justicia contra hechos que ella y sus correligionarios han denominado como horrorosos y atroces. Algunos personeros de derecha y centro han llamado “activismo judicial” (con una clara connotación negativa) a sentencias relativas a derechos humanos (criticando su creciente utilización).
La reticencia de la derecha a la aprobación de tratados internacionales que pudieren significar perseguir delitos identificados con la Dictadura
El año 2009 la derecha en la Cámara de Diputados se opuso a aprobar la Convención Interamericana sobre la Desaparición Forzosa de Personas (los casos de detenidos desaparecidos fueron llamados horrorosos por el pinochetista extremo Gonzalo Rojas en el programa Estado Nacional). ¿Cuál es la razón por la cual una coalición que considera algo horroroso e incluso ha pedido perdón por eso, rechace un proyecto internacional que significativamente ayuda a que ello nunca más ocurra? Es curioso considerar que las doctrinas derechistas han rechazado constantemente la inclusión del derecho internacional humanitario con un rango superior en nuestro ordenamiento jurídico. ¿No será porque saben que el principal efecto de esta concepción sería hacer inamnistiables e imprescriptibles muchos de los delitos realizados por militares en dictadura?
La situación es similar con el rechazo doctrinario que hay en la derecha a la inclusión de Chile en el Tribunal Penal Internacional, que es una fuerte muralla de contención a que los gobernantes puedan sobrepasarse en sus funciones y volver a violar los derechos humanos en nuestro país.
Parece claro que en materia internacional la derecha le parece necesario tomar resguardos para que la impunidad continúe y que eventualmente se repita. No he querido considerar en esto algo evidente como es el rechazo de la universalidad de los derechos humanos que demostraron los más altos jerarcas de la Alianza por Chile cuando el general Pinochet fue detenido en Londres.
El constante igualamiento que la derecha ha hecho de delitos comunes o peor de actos resguardados con figuras reconocidas mundialmente como el uso del derecho a rebelión o el tiranicidio (se imaginan tratar al barón Von Stauffenberg como un terrorista por querer asesinar a Hitler) con el terrorismo de Estado más terrible que ha sufrido Chile es otro signo de lo débil de su perdón y sus juicios. En un juego semántico perfecto usan el igualamiento como una forma de justificación de atrocidades desarrolladas por órganos de todos los chilenos, incluso llegando a darle caracteres de gesta heroica al funesto método que se usó para desmovilizar a movimientos armados que combatían la tiranía imperante durante 17 años.
A 40 años del golpe y con todo lo que ha pasado, un sector importante de la derecha chilena aún ve con ojos nostálgicos, indulgentes e incluso de admiración los hechos funestos y criminales que ocurrieron durante la dictadura. A pesar de discursos acongojados y arrepentidos, en su inmensa mayoría no lo creen y se dejan llevar por lo que los chilenos piensan (como lo han dicho diversas encuestas). La derecha fue la gran ganadora de la dictadura. De ser una ideología política en franco declive en Chile (bordeando la desaparición), logró a través de la ingeniería política, social y económica de la dictadura llegar a manejar la mitad del Congreso e incluso a la Presidencia de la República (con un miembro poco tradicional de su sector y que probablemente esta columna no se le aplique del todo). Lamentablemente, a un costo que por sus actos (a diferencia que lo que dicen muchas de sus palabras) no han podido comprender.
Los perdones son bastante irrelevantes. Lo que de verdad importa es la reparación, la justicia y el cambio a futuro. Y me gustaría terminar este texto citando tres ideas de futuro que creo que serían un aporte para la justicia y el “nunca más”: 1) Democratizar las Fuerzas Armadas, borrando todos los emblemas de la época dictatorial, traerlas a la vida nacional y terminar su perfil elitista y privilegiado; 2) Cerrar las prisiones VIP de Punta Peuco y Cordillera; y 3) Terminar con la Ley de Amnistía para terminar con la impunidad.
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