El mérito sigue siendo un elemento esencial para promover el respeto al derecho de propiedad ajeno. Nadie, ni siquiera el más igualitario o colectivista, se atrevería a plantear que lo obtenido por Alexis Sánchez o por el cantante Américo, gracias a su talento y mérito, debe ser expropiado o repartido entre todos.
En una interesante columna, Axel Káiser plantea que una meritocracia tendería irremediablemente hacia el colectivismo y la coacción. No obstante, parece olvidar que el reconocimiento del mérito es un elemento clave para sustentar una sociedad libre en todo sentido.
Una de las cuestiones que caracterizaba a las antiguas sociedades tradicionales monárquicas de antaño era su fuerte estructura de privilegios. Los miembros de la “aristocracia” tenían prerrogativas, no por las cualidades individuales de sus componentes, sino por su mera pertenencia a dicho grupo o casta, y su ligazón (basada en el linaje, la fidelidad personal, o la obediencia por piedad) con el poder político de dicho tiempo.
Entre las prerrogativas estaban no sólo la exención tributaria, sino también ciertos niveles de inmunidad jurídica y el acceso a bienes diversos entregados de manera arbitraria por parte de los miembros de la monarquía, como la concesión de tierras obtenidas bajo coacción. Es sabido, por ejemplo, que María Antonieta y sus amigotes “nobles”, mantenían una vida licenciosa y de despilfarro a costa de las arcas fiscales.
Esto explica muy bien por qué los liberales y los primeros radicales, que no pertenecían a ese grupo favorecido, se oponían al privilegio de dichas castas, defendían las libertades personales y la idea de libre mercado.
Es decir, promovían “una distribución deseable y justa de riqueza que fuera resultado de los «méritos» de cada cual”, por sobre la estructura de privilegios que se sustentaba en el poder
político coactivo, que entre otras cosas, generaba una estructura de desigualdad casi imposible de derribar.
Contrario a lo que plantea Axel Káiser, el reconocimiento del mérito personal como un principio a respetar y como elemento fundacional del orden liberal, implicaba respetar el derecho a la autoposesión y por tanto el derecho a la propiedad de cada cual.
El mérito sigue siendo un elemento esencial para promover el respeto al derecho de propiedad ajeno. Nadie, ni siquiera el más igualitario o colectivista, se atrevería a plantear que lo obtenido por Alexis Sánchez o por el cantante Américo, gracias a su talento y mérito, debe ser expropiado o repartido entre todos.
El planteamiento actual en cuanto al mérito, tiene una base similar a la de antaño. Se opone a un sistema de privilegios que no tiene mucha relación con el mérito personal, sino más bien con el poder político-económico, que poco tiene que ver con la eficiencia en la satisfacción de deseos ajenos según la decisión libre de otros. Es decir, que no es de libre mercado.
La libre competencia real supone poner en funcionamiento las cualidades que nos permiten ser el mejor futbolista o un gran cantante. Es decir, dar rienda suelta a nuestras virtudes.
El problema actual es que el mérito –en sociedades como la chilena- responde más bien a una estructura de privilegios dada e incluso sustentada por el Estado, donde las cualidades personales valen menos que otra clase de elementos como el apellido, los contactos, el fenotipo, la militancia, el credo, o la batería de certificaciones que siempre impone el poder coactivo.
Me parece que a eso apuntan quienes –entre ellos muchos liberales- plantean una sociedad donde la distribución o lo justo, se base en el mérito personal, es decir, en la cualidades desplegadas por cada uno.
Contrario a lo que dice Axel Káiser, es el privilegio imperante el “que supone necesariamente el
reconocimiento arbitrario y subjetivo de una autoridad que determine quién tiene méritos y quién no”. Por ejemplo para gobernar.
En una meritocracia real habría libre competencia, no un Estado asignando privilegios mediante coacción. Y eso se ejemplifica en una familia, donde los padres permiten que los hermanos puedan acceder a similares oportunidades y, según sus méritos –lo que implica desplegar sus intereses y deseos también- puedan acceder y desarrollar su vida como quieran.
El problema no es el mérito, sino el privilegio. Al confundir esto, tanto detractores como promotores del mérito, se genera la creencia errada de que la herencia no es justa.
Pero lo que Alexis o Américo hereden a sus hijos es justo, pues lo obtuvieron gracias a sus propios méritos.
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Foto: J. P. Catepillan
Comentarios
10 de septiembre
Kevin Carson, a propósito de la discusión sobre los impuestos a la renta ( a los que se opone), se preguntaba : «¿Cuánto de lo que gana la gente de altos ingresos proviene de rentas generadas por escaceses artificiales creadas por la protección gubernamental de derechos de propiedad ilegítimos, de subsidios gubernamentales directos, de su colusión directa con el estado a través de la madeja de “Complejos” (Industrial-Militar, Automóvil-Autopista-Promotor Inmobiliario, etc.), del oligopolio y estructuras de precio favorables en mercados cartelizados por el gobierno, de monopolios de “propiedad intelectual”, de los tributos extraídos de la tierra con la ayuda del estado, y de la compleja red de regulaciones y prohibiciones que termina beneficiando a las firmas establecidas en tantas industrias ?».
Si bien leyendo la columna de Kayser este pareciera defender el mismo concepto de «merito» utilizado por Gómez (aunque el primero le atribuye características bien particulares al concepto), hay que reiterar por enésima vez que el «crony capitalismo» descrito por Carson , defendido por los «neoliberales», poco y nada tiene que ver con el libre mercado o el «mérito». La advertencia vale para derechas e izquierdas… y para Káyser, si aun no se ha dado cuenta.
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10 de septiembre
Si miran la foto del artículo verán que no hay un consenso en que el merito sea el eje social. Siempre hay que preguntarse ¿y que pasa con los que pierden en un sistema? ¿quien juzga el mérito?
En estos momentos el sistema tiene un poco de oligárquico y también bastante de «meritocrático», entendido como que quienes se han esforzado, estudiado (seguramente endeudándose) han llegado a posiciones de consumo bastante interesantes, con lo que se puede aplaudir y reconocer que la movilidad social es un hecho en base a esa «meritocracia». Pero ese parámetro está siendo juzgado con la misma regla que tanto complica a la ciudadanía (preferentemente a los que tienen sensibilidad de izquierda), que es el hecho de que tu progreso social es función de tu habilidad, medios y cultura para ser valorado en tu «merito», pero que seguirá excluyendo a quienes no tienen alguno de ellos. ¿el que no tiene habilidad, o finalmente «merito», está sonado? ¿se deberá conformar con lo que sobre?
Ojo con querer cambiar solo el grupo de privilegiados, pero en suma, manteniendo un sistema piramidal, habrá siempre una casta (ahora, los «meritocráticos») que se harán del poder. Quedamos igual.
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