Al final del día, soy el mejor de los políticos porque Chile no se merece otra cosa que a nosotros, a los iluminados, a los que hemos hecho que nuestro país sea querido, respetado y admirado por la fabulosa orquesta de las naciones civilizadas.
A los campeones del mundo del raspado de olla.
Soy el mejor de los políticos.
Soy hijo, primo, sobrino o delfín de otro reconocido parlamentario de renombre, uno tan bueno que vale su peso en cheques. Siempre me llamaron la atención las palabras de felicitación, de impulso, las billeteras abiertas para pedir dinero y hacer más grande a mi partido. No me marea porque mi guía me sostiene.
No le tengo miedo a la Justicia, porque la Justicia es mía. Eso, y hasta la figurita ciega que sostiene una balanza. De hecho, esa banda que deja ciega a la pintoresca mujer de plata la compré yo con fondos de un conocido banco. Con todo, puedo manejar borracho, atropellar a alguien y salir indemne. Me da lo mismo lo que piense el columnista o la bloguera que se sorprende delante de una pantalla, sé que no tengo culpa de nada porque un tribunal me absolvió.
Generalmente, doy declaraciones a la prensa condenando todo intento de cambio, porque detesto todo lo que huela a modificación de los intereses de quienes me trajeron hasta aquí. Me moldean, me presionan para que sonría a quienes son mis opositores, a la vez que trato de “hacerles la cama”. Me enseñaron que todo era “sin llorar”, que “no se puede hacer amigos”, que “hay que desconfiar de todo el mundo”. Porque, como soy un buen político, tengo que creer que esto es una pelea a punta de cuchillo para medir quién es más fuerte.
Tengo que hacer creer a la gente que mis decisiones son adoptadas por el pueblo, pero al fin del día las tomo en una cocina. ¿Hablar de transparencia, financiamiento estatal a la política? ¡Basura, si esto es lo que me permite aumentar mi red de clientes para hacerme más poderoso! ¡Así se construye Chile, caramba!
Tengo que ayudar a crear un cerco tan fuerte e imperecedero, para que todos quienes crean que esta es una actividad honesta se terminen decepcionando y se vayan. Debo, por mandato de quienes me trajeron hasta aquí, presionar tanto al peón más débil de la cadena como al columnista que se atreva a hablar mal de la élite. Porque eso soy, una élite que debo mantener y defender.
No me interesa expandir el círculo ni el límite de lo posible porque, en general, me apego a las leyes y a la Constitución. Creo que no debemos organizarnos para cambiarla porque ha brindado estabilidad en un modelo de crecimiento que nos ha permitido vivir como nunca. La semana pasada me opuse a que los muertos fueran enterrados en cementerios civiles, antes de ayer a la Reforma Agraria, ayer al divorcio porque destruye al núcleo fundamental de la sociedad, hoy a todo lo que huela a educación sin lucro y sin copago, fortalecimiento de los sindicatos o aumento de impuestos a los más ricos. Mañana, defenderé el derecho a la vida, y abjuraré de esas malas mujeres que abortan porque no tienen conciencia.
Al final del día, soy el mejor de los políticos porque Chile no se merece otra cosa que a nosotros, a los iluminados, a los que hemos hecho que nuestro país sea querido, respetado y admirado por la fabulosa orquesta de las naciones civilizadas.
Comentarios
07 de enero
Me encanta leer sarcasmos, realmente hiciste un gran trabajo.
Lamentablemente, lo que tu y yo podemos ver como pantomima, las personas más vulnerables lo ven como mesiánico, agitan sus banderas y defienden con pasión.
Este decálogo del político de derecha (ese que debemos erradicar) debería ser complementado con el decálogo del político de izquierda. Ese que:
«Entiendo el sufrimiento ajeno, yo viví la dictadura y cada vez que bajo la ventana de mi lexus, pienso, cuanta falta les hace una canasta familiar con jurel y arroz barato»
«Yo también detesto a la derecha pinochetista, que nos robó el derecho a ser iguales, a cantar todos juntos como hermanos, pero no pierdo el norte, al final del día, nadie se mete con la minería»
Estimado, en izquierda y derecha (y centro) hay infecciones, sólo saliendo de la guerra de trincheras se puede ver con más claridad.
Y te doy un ejemplo para no quedar como cagon.
Gran parte del conflicto mapuche, se resuelve apretando a las forestales, pero si ni siquiera les metieron impuesto al agua (tiene deshidratada a la agricultura de Temuco y a sus habitantes) menos van a expropiarlos, optando por tanto que se mantenga la disputa entre agricultores y comunidades.
Éxito y espero una respuesta con altura de miras.
+1
08 de enero
Sarcasmo, bendito sarcasmo.
Cuánta verdad en tono hilarante, que después de la risa queda la sensación de que en verdad nos están colocando el cuatro letras en el ojo.
+1
08 de enero
Y lo peor es que mientras entra, hacemos caravanas (gastamos bencina), agitamos banderas (perdemos tiempo familiar) y defendemos apasionadamente a una figura (perdemos el diálogo ciudadano)….. Mientras otros no hacen nada para retribuirnos.
Y esto no es ni sarcasmo, ni ironía