El cuento del Movilh “Nicolás tiene dos papás”, que se distribuirá en los recintos de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji), ha causado una intensa discusión pública. ¿Tienen derecho las minorías sexuales a redefinir la educación de los niños? Quienes dicen que no, han puesto énfasis en la libertad de los padres para educar a sus hijos como mejor les parezca. Si bien sólo los padres pueden deliberar respecto de la educación de sus hijos, tal argumentación no alcanza a cubrir todas las implicancias de esta problemática.
¿Qué pasa si uno o ambos padres quieren educar a sus hijos en, por ejemplo, la prostitución, o en ideologías que son contrarias a los derechos humanos, como el nazismo? ¿Qué ocurre, entonces? El Estado, en este tipo de casos, haciendo uso de su autoridad democráticamente legítima y porque está en juego el bien común, tiene derecho a intervenir, porque, más que un derecho subjetivo perteneciente al “padre” o la “madre”, es un derecho que está fundado en el bien de los niños. Ello demuestra que los derechos no se basan exclusivamente en la autonomía individual, en lo que cada persona crea que es un derecho, sino en bien de los niños y la sociedad.¿No es esto un indicativo que la autonomía individual, por sí misma, como lo pretende el Movilh —porque no existe otro argumento más para justificar su pretensión— es una bandera muy cuestionable, teórica y que, en los hechos, no implica más que un individualismo que instrumentaliza la educación de los niños?
¿Da lo mismo el contexto en que se educan los niños? El Estado debe dar protección a la familia cuya base es el matrimonio y, dado que la familia es una realidad diversa en donde, en muchos casos, no son ambos padres los que están a cargo de la educación de sus hijos, se debe proteger a la madre o el padre que educan a sus hijos por separado, o a los abuelos que hacen lo suyo con sus nietos. Sin embargo, en el caso de “Nicolás que tiene dos papás”, no aplica la misma lógica —porque la regla general sobre la cual se educa a los niños es la unión entre un hombre y una mujer— y el Estado no puede promover lo que no es una familia, porque tener dos papás, o dos mamás, no es una relación que esté orientada a los niños, como ocurre en los casos mencionados. Al ver el libro, nos damos cuenta que el mismo texto da por hecho que la relación de familia nace desde dos personas, de lo contrario, Nicolás podría tener tres y hasta cuatro papás.
El Movilh, por su larga trayectoria histórica, tiene un objetivo muy claro: socializar en la población y en la opinión pública, un concepto revisionista de la familia, distinta a la matrimonial de tipo heterosexual. Se busca allanar el camino inyectando ideas para nutrir en una dirección específica los futuros debates que se vendrán en nuestro país: el matrimonio homosexual y la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. Es decir, el objetivo es producir un cambio en la mentalidad de los chilenos sobre los que es la familia y la educación de los hijos.
Lamentablemente la gran mayoría del país está en silencio porque hoy es cada vez más frecuente, tanto en nuestras élites políticas como en la ciudadanía, que el Estado debe ser “valóricamente neutral”, es decir, nadie puede imponer sus convicciones al resto. El problema de esta postura es que en es impracticable, sobre todo entre quienes creen que “Nicolás tiene dos papás”, porque, en el fondo, el Movilh impone las suyas sin mayor deliberación al resto de la sociedad, ideas que no representan, tampoco, el interés general.
No vivimos en un país de cuatro metros cuadrados para no dañarnos entre nosotros, como lo sostienen un sustrato de corrientes liberales que empobrecen la libertad a la autonomía. Vivimos juntos para construir relaciones humanas que implican algo más que la mera autonomía del individuo y, en el caso de los niños, no da igual el contexto en que son educados. Tanto el hombre y la mujer aportan visiones diferentes y complementarias a su educación, y éstos se benefician de ella de modo diferente. Si aspiramos a vivir en sociedad, no podemos quedarnos satisfechos solamente con el mero juego de las acciones individuales.
¿No pedimos al Estado que no agote su actuar en la seguridad nacional, en la administración de los recursos fiscales, y pedimos regulación y mayor presencia del Estado en las ISAPRES y en el sistema de pensiones? ¿No es esto un indicativo que la autonomía individual, por sí misma, como lo pretende el Movilh —porque no existe otro argumento más para justificar su pretensión— es una bandera muy cuestionable, teórica y que, en los hechos, no implica más que un individualismo que instrumentaliza la educación de los niños?
Comentarios
06 de noviembre
Buen análisis de la contingencia nacional y de la visión mas allá de lo inmediato que capta todo el mundo.
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