La UDI se instala como el partido más poderoso dentro del Ejecutivo. La UDI ha levantado prácticamente su tienda de campaña en La Moneda. La salida de Hinzpeter de Interior es el signo de la derrota de la derecha liberal
Entre el domingo 4 y el martes 6 de noviembre del 2012, un combinado de fuerzas lideradas por cierto sector de la UDI y con participación operativa del sistema de los medios de comunicación ha dado un golpe de Estado mediante el cual han tomado el control de poder ejecutivo. No es un golpe blanco —ello supone la destitución del presidente por un mecanismo de dudosa legitimidad política, aunque pueda tenerla institucional—. Se trata más bien de un golpe light o de fantasía —esto no le resta efectividad—. El presidente no ha sido destituido pero ya debe estar marginado de la toma de decisiones sobre el curso de las acciones del gobierno.
Por supuesto que hay desplazamientos en los ejes de poder sin que eso constituya un golpe de Estado. Lo preocupante es el momento, el sentido de esos desplazamientos y una serie de señales mediáticas que acompañaron al cambio de Gabinete:
Primero, la entrevista de Golborne el día domingo en La Tercera y la interpretación dominante que el sistema de los medios le dio (El Mostrador se desenmascara en este momento crucial como satélite de COPESA). El presidenciable de la UDI aparece “forzando” el cambio de gabinete: aparece dotado de muñeca política.
Segundo, la UDI se instala como el partido más poderoso dentro del Ejecutivo. La UDI ha levantado prácticamente su tienda de campaña en La Moneda. Es sorprendente que los ‘peso pesado’ del partido en el gobierno no hayan salido a buscar cargos parlamentarios: frente a los pésimos resultados electorales recientes, es impresionante que hayan preferido concentrar ese enorme capital en el Ejecutivo. Que el primo hermano de Piñera sea el actual Jefe del Estado y que su primer acto soberano sea vetar una reforma al ‘binominal’ puede ser esencial para comprender el sentido y la índole de las fuerzas que operaron para torcer la voluntad popular.
Tercero, Cristián Bofill dice, literalmente, en televisión abierta que el poder debe pasar ahora desde el gobierno a los partidos. Este señor y sus jefes están completamente descuadrados. Después del fracaso de la sucia operación de encuestas truchas para manipular al electorado —fracaso relativo pues parece haber funcionado decisivamente en Ñuñoa— ahora están jugando al golpismo. La historia se repite dos veces dijo Hegel y Marx retrucó: sí, pero primero como tragedia y luego como farsa.
Cuarto, El Mercurio del día martes titula de margen a margen en su panteón-portada que… ¡es Piñera quien ha realizado el cambio de gabinete! La sección política del diario es una oda al Presidente. Desde su atalaya, El Mercurio dice ahora: no se basurea al Jefe de Estado por ganancias políticas coyunturales. Esta actitud racional es también una defensa de vetusto ‘incumbente’ frente a un brioso competidor sediento por sustituirlo en su función de ‘alto mando intelectual’ de la derecha. De capa caída desde el fracaso del ‘gabinete de excelencia’ —que prácticamente dictara el día posterior a la elección en Economía y Negocios—, esta reacción de El Mercurio no hace sino confirmar que Piñera ya sólo es un Cid embalsamado cuya vitrola triunfalista suena imperturbable.
Quinto, la salida de Hinzpeter de Interior es el signo de la derrota de la derecha liberal. La percepción popular sobre el Ministro dio con una parte de lo que parece haber sido el esbozo de una estrategia política: aparecer públicamente comprometido con la seguridad interior —al punto de complacer las fantasías del ‘enemigo interno’—a la vez que construir discretamente una ‘gobernalidad’ transversal que, dada la coyuntura vivida en el año crucial del 2011, debía tender a arrinconar a la UDI, a trasformarlos en los nuevos comunistas. Algo de eso hubo en las amenazas de cambio al ‘binominal’.
Esto, sin embargo, requería habilidad pero, por sobre todo, audacia. Tras el rescate de los mineros Piñera tuvo su momento. ¿Será que Piñera, aparentemente un temerario en el mundo empresarial, es un cobarde en el campo político? Aylwin lo acusó de querer entrar a la DC teniendo asegurado un “cargo importante”; reculó a la hora de competir con el UDI Arancibia porque las encuestas no lo favorecían. Aunque probablemente hay razones estructurales e históricas, también Piñera mostró que, en política, hay cosas que le importan más que el éxito: nuevamente, yo miraría a los lazos de parentesco.
Finalmente, la señal más espectacular de la pulsión golpista que abrasó, al menos, a cierto sector de la derecha tras las municipales: La Cuarta (COPESA) titulando el día lunes 29 de octubre “Tohá la Carne a la Parrilla”. Hay otros signos menores: las declaraciones ‘winner’ de la UDI tras las municipales; las variadas e increíbles declaraciones recientes de RN sobre la posibilidad de ser ‘brutalizados’ por la UDI en la campaña; que Roberto Méndez se ahorrara una encuesta que venía tan podrida que generaría alarma pública y haría patente lo que estaba ocurriendo. También —quizás esto no sea tan anecdótico— el bando de desmovilización social que puede leerse tras la ‘epidemia’ de meningitis (más presente, otra vez, en La Tercera que en El Mercurio).
Este golpe de fantasía es la fantasía del golpe: ‘disciplinar’ la voluntad popular cuando la democracia se sale de las manos, cuando no responde a una expectativa ‘racional’ (como tras las parlamentarias de 1973). Esto es posible, es legible, porque el golpe es la fantasía política por excelencia, basta disponer rectamente algunos signos para invocar su eficacia simbólica.
No debe, sin embargo, descartarse otra lectura. ¿Qué son los presidentes chilenos post-Allende (post-Balmaceda, post-O’Higgins y en general en los periodos post-)? ¿No están condenados a abdicar del poder? La situación actual no difiere sensiblemente de la segunda parte del gobierno de Bachelet. Su silencio es la contracara de la verborrea de Piñera, quien, eso sí, somatizó, más que ella, aunque muy torpemente, el poder que encarna: Barrancones, el anuncio de ‘reforma a la reforma’ y otras ‘piñericosas’. Se supone que el régimen chileno es demasiado ‘presidencialista’. (Quizás Pinochet logró transportar, concentrado en sí mismo, ese vestigio de republica que es el poder presidencial: era el único lugar seguro en medio del torbellino de transformaciones). Pero entonces, ¿no descansa la racionalidad y estabilidad del orden político en un aauto-mutilación de todo ese poder? Podría incluirse al propio Pinochet que, la noche del plebiscito, no se atreve a sacar las tropas a la calle. ¿Y no será que incluso esa renuncia crónica no ha sido una traición, sino la interpretación fiel del deseo contenido en la voluntad popular? ¿No reside entonces el enorme éxito de Bachelet justamente en su insólita y descarada capacidad de ‘auto-sustracción’?
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Fuente de fotografía
Comentarios
10 de noviembre
el 5 de octubre de 1988 hubo un intento de autogolpe que se frustró.
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12 de noviembre
Esto lo escribió algún estudiante en paro, no se entiende nada, mala redacción y faltas de ortografía, deberían borrarlo porque le hace un flaco favor a este medio.
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12 de noviembre
Una redacción pésima, se entiende al 0%, finalmente el escrito no logra su objetivo.
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14 de noviembre
Un análisis agudo y muy pertinente sobre la capacidad de la UDI de «conspirar», para levantar al supuesto «popular» Goldborne.
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21 de noviembre
Redaccion de mierda maaaaala.
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