Las encuestas de opinión pública presentadas los últimos días, a diferencia de lo que podría pensarse, no muestran resultados beneficiosos para ningún sector político. Por el contrario, reflejan un descontento generalizado con las principales coaliciones, y sólo se atisba el posicionamiento de algunos líderes carismáticos.
Un primer punto llamativo de las encuestas CEP y Adimark entregadas recientemente, son las cifras de aprobación al gobierno y específicamente a la gestión presidencial. La encuesta CEP (Junio-Julio 2010) arrojó un 45% de aprobación al gobierno y la encuesta Adimark (Julio 2010), un 46%. Estos números son negativos para el gobierno por dos razones: 1) Los resultados son más bajos que en los gobiernos anteriores a la misma fecha,2) Los datos muestran una tendencia a la baja en la aprobación (caída de 6 puntos porcentuales en comparación al mes de Junio según Adimark).
Si bien esto podría parecer una buena noticia para la oposición, los resultados son aún peores para la Concertación. Según la CEP tan sólo un 26% aprueba el accionar del conglomerado, mientras que según Adimark la cifra es un 33 % de aprobación al actuar de la Concertación en su rol opositor.
Estos resultados pueden tener su explicación en diversos factores. Las expectativas generadas por un nuevo gobierno siempre son altas, pero lo son aún más en los casos en que cambia la coalición gobernante. Las promesas de una nueva forma de gestión difícilmente se pueden cumplir de la misma forma en que se plantean en un contexto de efervescencia electoral. La realidad obliga a hacerse cargo de problemas concretos y enfrentarse a constantes complicaciones. El terremoto y el problema del transporte público son ejemplo de ello. Es posible que con el tiempo están cifras vayan aumentando tras este primer desencanto.
La oposición, en tanto, difícilmente podría esperar resultados distintos, ya que no ha logrado ordenarse internamente a nivel de partidos y no ha respondido a la contingencia como un conglomerado unificado. Tan sólo han actuado algunos personajes políticos de forma individual frente a respectivos problemas puntuales. De este modo difícilmente la opinión pública puede realizar una evaluación de la oposición como un conglomerado identificable.
Lo esperable, en este contexto de desencanto, es que las coaliciones apuesten por referentes individuales que tomen distancia de sus partidos de origen. Los datos muestran que la opinión pública cada vez se identifica menos con las coaliciones (según CEP un 50% no se identifica con ninguna coalición) y una gran cantidad de personas no se identifican ni con el gobierno ni la oposición (22% según Adimark). Sin embargo la opinión pública sí destaca figuras específicas dentro de las coaliciones como es el caso de Bachelet que se perfila lejos como la figura más importante de la Concertación (con un 58% según CEP seguida muy de lejos del 3% de Lagos), y Lavín en la Coalición por el Cambio (28% seguido por el 5% de Hinzpeter).
Por lo tanto, el escenario político demuestra un descontento con la gestión de todos los actores políticos, y resulta esperable que la tendencia se oriente a cada vez más a la competencia entre líderes reconocidos por sus atributos personales, más que por su procedencia política. Él éxito electoral por lo tanto dependerá quién tenga un líder carismático más competitivo y no de una determinada posición política.
* Rodrigo Silva J. es cientista político de la UDP y © Magíster Ciencias Sociales. U Chile.
Comentarios
06 de agosto
Durante años (por lo menos la última década), encuesta tras encuesta de opinión, la valoración de la actividad política se hunde. El ciudadano común desconfía de los políticos, pierde identificación con respecto a los partidos o coaliciones, y en general asume «que las cosas no van a cambiar»; educación, salud, empleo… Yo he oído que es un lugar común eso de criticar a la política, que es un lugar de desahogo internacional echarle la culpa a los políticos; y quizá sí hay algo de eso, que «cada país tiene los políticos que merece».
Pero en lo personal, a mi me incomoda demasiado ver que ellos, nuestros políticos, no se den por aludidos. Toman minutos en cámara, radio, y prensa para «interpretar» los puntos de aprobación y desaprobación respectivos, pero ni uno sólo es capaz de ponerse de pie y decir: «Saben, llevo 20 años en la política (o más) y me da vergüenza que no seamos capaces de convocar a la ciudadanía, y que ni siquiera confíen en nosotros. ¿Que hemos hecho tan mal?» La verdad es que la política se mantiene por la pura inercia de las grandes tradiciones políticas, los grandes conglomerados políticos y su impresionante despliegue de publicidad electoral. La inercia se caracteriza por no necesitar de mayores sacrificios o renovación de fuerzas.
Aún así me sorprendo con las dificultades de la instalación del nuevo gobierno y las dificultades de la instalación de la nueva oposición, de mí juicio los segundos van peor. La incapacidad de realizar una autoevaluación e intentar renovarse, pero también veo que no les conviene hacerlo, y en este tipo de personajes la conveniencia manda, manda «lo políticamente correcto».
Último. Bachelet y Lavin son las respectivas figuras reconocibles en la actualidad. La reciente presidenta y el dos veces candidato, ¿alguien puede calcular la visibilidad que estos dos personajes juntan? ¿el costo en inversión publicitaria que significaría levantar otro nombre que tenga el mismo reconomiento entre los chilenos? Estos dos están para el «Hall of Fame de las grandes marcas chilenas». Nuestra política es tan carente de contenido que difícilmente alguna de nuestras colaciones vaya a darse el trabajo de arriesgar la siempre confiable y segura inercia.
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