Pasado el 21 de mayo, pese a todas las falencias e incoherencias que la propuesta presidencial contiene, estamos viviendo una breve temporada en blanco y negro, es decir, nitidez y claridad. Ahora, si el Gobierno pareciera encontrar su tono la Concertación está pasando por la peor de sus horas; viviendo indefiniciones, pidiendo disculpas por su gestión y haciendo duras recriminaciones internas.
Antes de la jornada del Primer Mensaje Presidencial el Gobierno vagó por una serie de imprecisiones. Algunas de ellas atribuidas al proceso de instalación y otras a la legítima autocrítica interna. El terremoto fue una buena excusa por un tiempo pero cada vez fue más difícil colocar la emergencia por delante para explicar los errores en la designación de autoridades y aplacar las notorias críticas de la UDI. El discurso de Presidente ante el Congreso, por ahora, trajo una dinámica diferente al nuevo Gobierno.
En diversos análisis se ha demostrado que el Mensaje Presidencial contiene una serie de debilidades, la más importante de ellas es la carencia de un rumbo estratégico. Pese a ésto ha sido útil y lo ha sido porque se han prolongado los efectos de una triquiñuela infantil pero hecha en un campo fértil. Esto es la apropiación, por parte del Gobierno, de las ventajas de la obra de los gobiernos de la Concertación y el rechazo de ésta por los propios dirigentes políticos del arcoíris.
Lo que empezó con un inocente homenaje del Presidente a cada uno de los Presidentes de la Concertación terminó estos días con la aseveración del Senador Longueira que aquellos gobiernos fueron más de derecha que el Gobierno de Jorge Alessandri.
¿Que pasa al frente? Desazón. Es que durante el último tiempo la competencia al interior de la Concertación es quien es el más autocrítico, como si con ello se contara con patente de lúcido. Quién es el más revisionista, como si ello valiera para ser considerado preclaro dirigente, en fin. El triunfo de los auto flagelantes, dirán algunos, pero la verdad es que de la ausencia de autocrítica propia de una campaña presidencial hemos pasado a un estado de desgarro exagerado por el que, ha quedado demostrado, se ha abierto un boquerón desde donde nos infringirán fuertes estocadas a partir de nuestras propias debilidades.
Los presidentes de partido, afortunadamente en retirada, han hecho mea culpas hasta el cansancio, junto a ellos ex ministros de Estado, como Francisco Vidal no han perdido oportunidad para culpar a la política de Hacienda por la pérdida de las elecciones. General que fuera de Palacio pareciera cobrar voz. En el debate interno de los partidos se ha puesto como un problema vital la relación con MEO, las redes sociales dan cuenta de la perplejidad concertacionista y por todos lados surgen voces que reniegan de lo que se fue, que lloran por la leche derramada; como que despiertan de una quimera, de un sueño al que fueron arrastrados por unos personajes muy, pero muy malos.
Amigos me han tranquilizado frente a esta verdadera hecatombe, frente a este desfile de magdalenas, de inocentes engañados por algo así tan maligno como el becerro dorado. Me han tranquilizado diciendo que teníamos que pasar por esto, pero que la UDI llegue a decir que nuestros gobiernos fueron más a la derecha que el de Jorge Alessandri, parece demasiado. La próxima semana el mismo Presidente nos dirá que dejémonos de tonteras y no nos comportemos como Pinochet y más de uno de los nuestros le encontrará la razón.
Los que ayer con personalidad y señorío señalaban a los chupasangre hoy no saben distinguir a los camaleones.
Este desarraigo que el mundo concertacionista está viviendo, respecto de su esencia, de su historia y de su obra no es sólo el verdadero carnaval de la derrota, sino la derrota misma.
Con sorpresa muchos vemos como, con un desparpajo increíble, la Alianza se viste con los que ayer creíamos nuestros ropajes, hacen como que levantan nuestras banderas y nosotros, impávidos, renegamos del ropaje y desconocemos las banderas; estamos desnudos perdidos en el tiempo y en el espacio. Sin iniciativa, sin rumbo, sin discurso, ¿sin convicciones?
Este es el escenario de hoy, ojalá y sea breve. Ojalá y recuperemos la conciencia de nuestra historia, aclaremos la vista para encontrar el rumbo, despejemos la garganta para balbucear un discurso y recordemos que lo único que nos viste son nuestras convicciones.
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