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El aborto y la mala argumentación

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En la reciente discusión parlamentaria que terminó con la aprobación de la ley de despenalización del aborto por la Cámara de Diputados, hemos podido percatarnos del bajo nivel de la argumentación que han dado nuestros parlamentarios para una ley considerada como capital por todos los sectores. Si bien es cierto dicho problema es transversal al espectro político y no sólo patrimonio de un sector o de una de las posiciones en disputa, quisiera enfocarme en los argumentos recurrentes entre quienes han ganado esta batalla, argumentos que uno puede ver recurrentemente repetidos en las redes sociales.


Me parece de toda justicia que, quienes están encargados de informar a la ciudadanía, sean ecuánimes a la hora de mostrar las dificultades en la argumentación de quienes llevan este debate a nivel legislativo.

El objeto de este enfoque (ejercicio similar podría haberse hecho con la posición contraria) se justifica porque el tratamiento de las argumentaciones no han sido ecuánimes por la prensa, y la posición “pro-vida” ha aparecido constantemente ridiculizada. Se hace necesario, entonces, hacer justicia a esta disparidad. Si bien estoy convencido del principio metodológico según el cual se debe hacer frente a la mejor versión del argumento contrario, esta no ha aparecido en la discusión, de modo tal que, desde esta misma perspectiva, se hace imperioso descartar, en una primera instancia, los pseudo-argumentos que, desde el punto de vista de la vigencia social de la discusión, han adquirido una preeminencia injustificada.

Argumentos como“El aborto está legalizado para el que puede pagar”, implica que existe una suerte de impunidad respecto de las posibilidades de hecho de abortar de ciertos grupos sociales, y por tanto el aborto sería necesario como una “medida de equidad” para que más grupos, menos desposeídos económica y culturalmente pueda acceder a él. Aún suponiendo –sujeto a evidencia que los defensores del aborto no aportan o al menos no en una medida relevante- ello no justifica su legitimación en aras de la equidad, porque implicaría que es ese grupo, a través de sus prácticas de hecho, el que va estableciendo ética, social y jurídicamente lo debido. Como este grupo social es el que tiene más recursos económicos, lo que deviene lógicamente es una plutocracia que determina lo correcto ética, jurídica y socialmente. Eso no es una medida de equidad sino solamente transferir el poder legislativo de la ética y el derecho a un determinado grupo social, el que pasaría a añadir la legislación y la definición de la corrección moral a sus privilegios. Los que defienden el aborto desde ese argumento, se pliegan con una visión plutocrática de la sociedad, antes que defender la equidad.

Un segundo aspecto del mismo pseudoargumento consiste en que no porque una determinada práctica, intrínsecamente reprobable, se haga relativamente usual, ya sea en ciertos grupos sociales o no, ésta es legítima. Esto es una actitud profundamente acrítica de la vida social, donde lo corriente se legitima sólo por ser corriente. Lo que es de hecho no necesariamente debe ser, y esto es profundamente grave si lo que se juega es (en un aspecto muy relevante de la discusión) la vida de una persona. Esto es una forma de la falacia ad populum: es verdad porque todos lo dicen o creen, o es correcto porque todos lo hacen.

“¿Con qué cara la derecha, la Iglesia, etc. defiende la vida?” Este argumento adquiere tintes falaces dado que supone que la defensa de la vida que está por nacer no es, ni puede ser una causa legítima distinguible de las fuerzas políticas o religiosas que –en este contexto– la defiendan y que tiene mérito por sí misma. Más allá de la imprecisión y ambigüedad explicativa del binomio izquierda/derecha, si acaso la derecha yerra o erró en defender la vida en otras circunstancias esto no significa que, por lo mismo, no deba tener razón en defender la vida que está por nacer. En último término sería un problema de coherencia política, pero no tiene que ver con la legítima protección que requiere el ser humano en gestación. Esta falacia se denomina como tu quoque o “tú también” que es una variante de la falacia ad hominem, la cual utiliza la “autoridad moral” como argumento a favor o en contra de la posición de una persona o grupo de personas.

Si entendemos que esta vida y su protección no es patrimonio de ninguna fuerza política o social, sino que tiene fuerza en sí misma, cualquiera podría defenderla. En efecto, puedo ser de izquierda al defender, por ejemplo, una mayor presencia del Estado en la economía, y defender la vida que está por nacer. Si acaso la vida no es defendida por la izquierda (o al menos no por un sector mayoritario) o la vida que está por nacer es defendida por la derecha, eso obedece a una determinada configuración política –histórica y contingente– que tiene sus motivos, pero podría no haber sido así en absoluto. Un ejemplo de que esta configuración no es necesaria es el presidente de Ecuador, Rafael Correa, que conjuga la defensa de la vida en gestación con la lucha por los derechos económico-sociales.

Por lo tanto, es falaz atribuir la defensa de la vida a la derecha (o a cualquier fuerza política o social específica, como por ejemplo, la Iglesia), además si la derecha ha sido incoherente en su defensa de la vida, es falaz concluir por lo mismo que la vida que está por nacer no debe ser defendida, por motivos de coherencia moral y política de uno de sus defensores.

“No nos deben imponer sus convicciones a todos”. Este argumento es falaz en dos sentidos. El primero en cuanto se identifica “convicción” o “creencia” con “convicción o creencia religiosa”. En efecto, las creencias pueden ser de diversos tipos: religiosas, morales, científicas o de cualquier índole. El que, respecto de una determinada propuesta legislativa, no haya una creencia religiosa que favorezca o entorpezca la aprobación de la misma, no significa que no haya, en efecto, creencias operando. Puede haber, y de hecho siempre hay, una serie de creencias morales en juego. El que sean compatibles o incompatibles con una cierta idea de lo religioso o espiritual, es tema aparte. En este sentido, la defensa de la vida que está por nacer puede hacerse –y se hace– a través de argumentos en los cuales el factor religioso no está presente. Enfocar el tema -artificialmente- como un problema de creencia religiosa supone cometer la falacia de conclusión inatinente.

El segundo aspecto de la falacia está vinculado con el anterior: si “creencia” no necesariamente es equivalente a “creencia religiosa” entonces deberíamos abstenernos de “imponer creencias” en este debate. Sin embargo, dicha situación no es fácticamente posible, dado que siempre están operando creencias. Se podría decir que la limitación de creencias es relativa a aquéllas que no pueden ser adecuada y públicamente justificadas, aludiendo en general a que el tema debe estar ajeno a consideraciones de tipo moral. Esto implica, por definición, que el ámbito de la moral está privado de lo racional –esto es, de lo públicamente justificable–. Dicha afirmación supone una visión de la racionalidad limitada y en absoluto evidente. Tal presupuesto no puede ser concedido sin una adecuada justificación. Por su parte, la filosofía moral ha dado fecundas y profusas pruebas de lo contrario. Así, aun cuando se considere creencia o convicción como sinónimo de a) creencia religiosa, b) creencia moral, o c) creencia en el sentido más amplio posible, la afirmación como argumento en contra de la defensa de la vida que está por nacer es falaz.
Finalmente:

“¿Estás en contra del aborto? No abortes, nadie te obliga”. Es transversal la opinión de que existen conductas que deben ser limitadas u obligadas, ya sea por motivos de la convivencia social, o porque están en juego bienes de una entidad tal que interesa a toda la sociedad salvaguardarlos. Por ello existen una serie de conductas que el legislador no ha dudado en tipificarlas como delitos, y respecto de ellas la autonomía moral se ve absolutamente constreñida. Piénsese en cualquiera de las hipótesis de delito del código penal para ver que existen conductas que no pueden dejarse al arbitrio personal.

Por lo demás, existe en este pseudoargumento un dato de hecho que a quienes promueven el aborto han omitido: según el estudio del Dr. Elard Koch, más del 92% de las motivaciones para abortar son fruto de la coerción del entorno de la mujer, y por lo tanto, no son decisiones libres. En el caso de nuestro país, los datos demuestran que a las mujeres sí se les está obligando a abortar.

Las consideraciones anteriores son sólo un botón de muestra de las ostensibles dificultades de argumentación que han mostrado quienes apoyan la despenalización. Dichas dificultades, además, están muy presentes en la vigencia social de la discusión. Me parece de toda justicia que, quienes están encargados de informar a la ciudadanía, sean ecuánimes a la hora de mostrar las dificultades en la argumentación de quienes llevan este debate a nivel legislativo.

TAGS: #Aborto #DespenalizaciónAborto contra del aborto

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Leonor

21 de marzo

Sarah Hudson actual feminista quién es la directora del National Campus Life Network en Canadá dice que el feminismo verdadero consiste en respetar a las mujeres por su unicidad, y esto incluye su capacidad única de dar vida. Cuando las mujeres sienten que deben sufrir un procedimiento invasivo y traumático para ser iguales, política, social y laboralmente ¿realmente podemos llamar a esto feminismo?

Amada

21 de marzo

Jane Thomas Bailey dice que “El aborto no corrige las desigualdades básicas, como la pobreza y la desigualdad salarial, sino que hace creer a una mujer que ella no puede tener un bebé. Es una trampa que abandona a la mujer tan pobre y oprimida como ya era, mientras los políticos proclaman haber abatido un obstáculo para los derechos de la mujer y los doctores se van a casa 250 dólares más ricos.”

Karla Huerta

22 de marzo

Fernando, lo primero que pensé al leer tu columna era que rebatirías los malos argumentos que la derecha ha dado contra el aborto, precisamente para defender en positivo la que supongo es tu posición personal, y así librar de la ridiculez una posición que me parece legítima. Bueno, sirve como buena idea para lo próximo que escribas. Luego, veo la exposición racional de los argumentos analizados desde la lógica, y pensé: «los humanos no somos lógicos, somos sumamente ambiguos e incongruentes», y no quiero pensar eso como un mal atributo, todo lo contrario, como parte de la complejidad de existir. Recordé así el título de un texto de un monje benedictino que dice: «Ambigüedades del amor, antropologías de la vida cotidiana». Y esta idea volátil quedó confirmada con el final de tu columna; no pudiste aguantarte las ganas de hablar en positivo a favor de tu posición, y saliéndote del margen de tu propia argumentación, concluyes: «un dato de hecho», «según el estudio del doctor…», «los datos demuestran»… para terminar cayendo en la elaboración de la propia falacia, con falacias de autoridad o de estadística. Mi conclusión es que los humanos somos indomables, y que es necesario mucho ingenio e inteligencia para elaborar falacias; no le quito ningún mérito a ninguna de las partes.

22 de marzo

Gracias por tu respuesta. Yo también creo que la posición contraria a la que critico aquí tiene argumentaciones falaces, lo que reconocí en la columna (de ello traté, en parte, en una columna que finalmente no me publicaron). Sin embargo, el objeto de tratar en exclusiva la posición a favor de la despenalización se justifica, a mi modo de ver, con la injustificada preeminencia de estos argumentos a nivel de su vigencia social. Por lo demás, los argumentos «pro-vida» en sus dimensiones falaces o ineficaces están constantemente siendo puestos de relieve, tanto en las redes sociales, como por los medios. Por ello, me pareció necesario colaborar al equilibrio en este punto. En segundo lugar, no me pronuncio respecto del modo en que son las personas; destaqué el aspecto lógico porque me parece una dimensión necesaria de la discusión racional. La consistencia lógica es un requisito sine qua non del ejercicio de la razón pública. En tercer lugar, efectivamente tengo una posición, y no lo he negado. Quizás no venía al caso desde la línea de la argumentación del texto, puede ser. No me parece, sin embargo, que sea una falacia de autoridad, puesto que se incurre en ella cuando el apoyo a determinada proposición proviene de una autoridad incompetente. El hecho (si está bien o mal aprehendido, es otro problema) es un elemento importante para la verdad o falsedad de una conclusión. El punto, me parece, es resaltar la dimensión racional del debate público. Y creo que hace falta.

22 de marzo

Felicitaciones Fernando. Leí tu columna y me pareció excelente. Por supuesto que tengo mis diferencias en algunos puntos pero eso no quita que reconozca el mérito de tu texto que, sin dudas, enriquece la discusión y le da altura de miras. Lamentablemente, ambas posturas han banalizado el tema del aborto hasta decir basta en las redes sociales. También concuerdo contigo en que la discusión a nivel legislativo no ha tenido el espesor ni la consistencia racional que uno esperaría en estos temas.

Rodrigo

23 de marzo

Hola Fernando, excelente columna, aporta al debate.

Sin embargo, siento que en los dos últimos argumentos te relajaste un poco.

No nos deben imponer sus convicciones a todos, personalmente no lo asocio a una creencia religiosa y entiendo es tu único argumento en contra, ergo no veo tu argumento en contra.

Y en no abortes nadie te obliga, creo no estás dando argumentos concretos y directos en contra de la frase, siento que te fuiste por la transversal.

En todo caso, agradecido de leer una columna donde no hayan palabras en mayúsculas y con altura de miras.

Suerte!

25 de marzo

Muchas gracias por tu comentario. En la columna destaqué que la creencia, ya sea entendida como creencia religiosa, moral o de cualquier tipo, siempre está presente en todo tipo de debates, y en particular respecto del punto en cuestión, la imposición legal de una conducta conlleva una serie de supuestos analíticos, los cuales son constitutivos de creencias. Así, cuando lo que se quiere es crear una ley que proscriba cierta conducta (un delito) existe, por ejemplo, una creencia que es bueno o deseable que esa conducta no se realice. Por lo tanto siempre hay creencias operando, incluidas creencias morales.

Es cierto que en el segundo caso que mencionas no di ejemplos concretos. La idea que estaba detrás era establecer como insuficiente apelar a que si uno reprueba una conducta uno se abstenga de hacerla, permitiendo a los que no la reprueban realizarla. Bajo esa razón uno podría alegar a favor de la estafa, del homicidio, del abuso sexual, sólo por el hecho de que (en principio) yo no repruebo esas conductas. Claramente esa es una norma insuficiente para la convivencia social e inviable desde el punto de vista de una filosofía moral seria. Si esa razón quisiera ser válida, es necesario apelar a consideraciones adicionales.

Saludos y gracias nuevamente por tu comentario.

24 de marzo

Habria sido bueno que analizara con la misma dedicacion las mucho peores argumentaciones de los pro feto. Se le nota mucho que su intencion ultima es legitimar a los anti aborto, mas que hablar de malas argumentaciones (que por cierto puede haber en ambas posiciones). En el caso de los pro feto fueron mucho peores, al punto de llenarse de bromas al respecto, tal como se menciona.

Servallas

25 de marzo

Hubiera querido oír estos argumentos en el debate, en realidad no estamos pensando nada, sólo estamos siguiendo modas, ventanas de Overtón que se abren por aquí y por allá y nos llegan con singular fuerza desde el exterior, quizás mañana se esté debatiendo el derecho de los pedófilos,  muchas de esas argumentaciones son construidas sobre conocidas falacias que nadie quiere desmontar por ser políticamente incorrecto. Pienso que el intento de fusionar derecha con la posición pro-vida, enlace que intentan muchos, entre ellos un cineasta, debe ser una de las más cochinas estrategias en este asunto.

27 de marzo

Comparto en gran parte la mala argumentación que se llevó a cabo, la verdad casi vergonzosa por ambos lados, nada de debate, sólo un escupitajo de emociones y creencias.

28 de marzo

Me parecen profundamente incongruente los sectores pro vida porque el debate NO está marcado por la comprensión de los factores que rodean la tan angustiante decisión de abortar, lo que es de perogrullo antes de llegar a cuestiones éticas, filosóficas o ideológicas.

Si existiesen recursos de parte del estado que aseguren al nonato y su progenitora una vida digna y tranquila, quizás un número importante de mujeres desistirian de transitar por un camino que a todas deja profundas y dolorosas huellas. Las discusión tiene que descender del Olimpo para que los semidioses entiendan y asuman la realidad de la mujer.

Siempre habrá mujeres que por respetables motivos recurran a esta medida tan extrema. Se puede disminuir dramáticamente la cifra de abortos porque una parte importante del problema es económico y para que el estado esté en condiciones de cuidar del nacido y su madre debe de haber una nueva reforma tributaria que allegue los recursos necesarios.

Queda claro que los antiabortistas siguen autosatisfaciendose con discursos morales desde una esquina ambigua lejos muy lejos de la realidad del dia a dia de mujeres que sufren un profundo drama.

Si no quieren abortos deben proponer he implementen a nivel del estado medidas de apoyo al niñ@ con su madre, y deben aceptar respetar el hecho de que no pueden ni deben controlar y reglar la vida de los demás.

06 de abril

Se ha hecho. Conozco esta propuesta desde el sector pro-vida. Desconozco si quienes están a favor del aborto han presentado algo por el estilo. http://ideapais.cl/system/publicacions/archivos/000/000/028/original/Embarazo_Vulnerable__el_gran_ausente_del_debate.pdf?1427295085

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