En esta dimensión está en juego el proyecto que quieren ofrecer a Chile. La derecha ha quedado sin proyecto país. Lo instalaron con Pinochet, lo defendieron durante los gobiernos de la Concertación y lo defienden hoy con posturas contra reformistas. ¿Qué pueden ofrecer hoy? ¿Más modelo?
La derecha enfrenta una crisis profunda. No obstante, todo indica que de la actual situación saldrán en algún momento y podrán volver a ser competitivos. Sin embargo, el problema es saber cuándo, cómo y bajo qué liderazgos. Eso sí, a corto plazo no se ven buenas perspectivas.
Luego de la derrota electoral del 2013, se enfrentan a un nuevo desafío político: adaptarse a las nuevas condiciones del país y a la “era de las reformas” que va a dominar los siguientes años. Las respuestas, dependiendo de la profundidad, oscilan entre la refundación total y los ajustes estructurales. La derecha optó, tibiamente, por el segundo camino.
El error de diagnóstico se observa cuando ambos partidos –RN y la UDI- creen que todo pasa por un cambio de rostros y se instalan nuevas generaciones en la conducción de los partidos. Del mismo modo, creen que hay que hacer ajustes en la declaración de principios. Mientras RN cambió su declaración, la UDI la dejó intacta. Los hechos han demostrado de manera dramática y vergonzosa que el “cambio de rostros y ajustes en los principios” no son suficientes ni eficientes.
La respuesta para salir de la crisis y volver a ser competitiva se encuentra en la política, en la ideología y en la cultura. De alguna manera, podemos decir que la crisis es política, ideológica y cultural. Política, porque han perdido credibilidad, capacidad de liderazgo y desde las próximas elecciones deberán competir en una democracia “sin limitaciones”. Ideológica, porque siguen pensando y creyendo lo mismo que hace 30 años. Cultural, porque siguen anclados en prácticas y esquemas autoritarios y en una visión iluminada de sí mismos.
Desde el punto de vista político es fundamental aceptar y entender que la construcción del orden, de la sociedad, en definitiva, del país, ya no puede hacerse bajo las condiciones políticas que imperaron en dictadura y en democracia con los enclaves autoritarios. Desde ahora, no podrán competir con “subsidio político”: ya no hay binominal ni tampoco dinero espurio. En este contexto, deberán instalar liderazgos de nuevo tipo, recuperar “credibilidad” y reconstruir sus estructuras partidarias.
Desde el punto de vista ideológico es fundamental aceptar y entender que las ideas que dominan su universo ideológico son las mismas que fundaron el neoliberalismo chileno a mediados de los setenta. Son las mismas que usaron para defender y cuidar el modelo durante los años de la Concertación, y son las mismas que hoy instalan para oponerse a las reformas. Es más, son las mismas que están usando para salir de la crisis.
Probablemente, en esta dimensión se encuentre su mayor debilidad. Están, en definitiva, atrapados en un liberalismo económico ortodoxo que se transforma en fundamentalismo económico en que todo es crecimiento, en que el éxito de un país y de una sociedad depende del crecimiento económico, en que todo es un “bien de consumo”, en qué el desarrollo humano se inscribe en la lógica del ingreso per-cápita, en que el único derecho trascendente es el “derecho a la propiedad” y que el Estado sólo debe tener un rol “subsidiario”.
Ha llegado, por tanto, el momento de adaptar su imaginario ideológico a las condiciones culturales, políticas y económicas del nuevo ciclo chileno. Ha llegado el momento de pensar, de pensarse a sí misma y de pensar el nuevo Chile sin “subsidio político” y sin ortodoxia liberal ni soberbia técnica.
En esta dimensión está en juego el proyecto que quieren ofrecer a Chile. La derecha ha quedado sin proyecto país. Lo instalaron con Pinochet, lo defendieron durante los gobiernos de la Concertación y lo defienden hoy con posturas contra reformistas. ¿Qué pueden ofrecer hoy? ¿Más modelo?
Desde el punto de vista cultural la tradición autoritaria de la derecha chilena se tensiona con un orden plural, diverso y democrático. Este hecho no sólo se expresa en que la diversidad que surge desde las profundidades de la cultura se ve limitada por sus rasgos autoritarios -que terminan por traicionar, incluso, su limitado liberalismo- sino también en pensar y creer que sus ideas son “verdades develadas” y las únicas capaces de sacar al país de la pobreza y el subdesarrollo, y hacer del hombre un ser feliz. Al pensar en que sus ideas son “infalibles” caen en la soberbia y terminan creando una visión iluminada y narcisista de sí mismos. El gobierno de Piñera es la máxima expresión de esto último.
En consecuencia, superar su debilidad política, su dogmatismo ideológico y su autoritarismo cultural, son las condiciones necesarias para comenzar a revertir su actual situación y volver a ser competitivos. En ese camino, debe aprender a competir sin subsidio político, a revalorizar el rol del Estado, de lo público y el valor de la inclusión, a pensar que la igualdad no se opone a la libertad, y que la libertad no sólo es económica, sino también política y cultural. ¿Refundación o ajuste?
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