Hacerse cargo de la realidad de Chile, de la desigualdad regional y la corrección del modelo económico, no puede subyugarse a tácticas o “triquiñuelas” con uno u otro sector para conseguir cupos parlamentarios.
Después de un intermitente paso por la política nacional, ejerciendo participaciones a nivel local, el PRI nace a la vida política el año 2008, constituyendo partido nacional y participando exitosamente en aquellas municipales, obteniendo el 7,6% de los votos con más de 100 concejales en todo el país. En las parlamentarias de 2009 desafió el sistema binominal, obteniendo 2 diputados y el 5% de votación nacional, lo que valió en ser el primer partido político en la historia en obtener diputados por fuera de las dos coaliciones predominantes.
A partir de aquello, las contradicciones naturales de un partido nuevo actuando en un duopolio; ¿a qué lado se carga? ¿O mantiene su rol de tercer referente? Errores más y aciertos menos, el PRI llega, este año 2012, al debut del voto voluntario sin una ruta clara y ejerciendo escasa influencia mediática y política, todo esto sumado a la irrupción del PRO que se alzaba como la novedad de estas elecciones. En consecuencia, sin pacto con alguna otra tienda la lista B “Regionalistas Independientes”, se queda con un preciado y repetitivo 7,6% de la votación nacional, esta vez obteniendo más de 130 concejales y 5 alcaldes en una elección que quedará marcada en la historia del país como la menos concurrida de todas.
Hoy, con el temor transversal de la abstención, observando una desatada carrera presidencial en la derecha chilena y por otro lado una oposición con una “incierta” candidata que guarda silencio, el PRI comienza a ser seducido y mencionado como el gran triunfador de estas últimas elecciones, no por nada en 4 años consolida un nicho de votación en torno al 7,6% superando incluso a partidos centenarios como el PC y el PRSD.
Sin embargo esta constatación demanda responsabilidad e inteligencia de parte de los liderazgos regionalistas; hacerse cargo de la realidad de Chile, de la desigualdad regional y la corrección del modelo económico, no puede subyugarse a tácticas o “triquiñuelas” con uno u otro sector para conseguir cupos parlamentarios que probablemente sean los más difíciles de ganar, si es que estuviesen dispuestos a entregar. Lo primordial es construir una identidad de Partido Regionalista que convoque a los chilenos y chilenas a participar con nosotros, con una declaración de principios sin ambigüedades, un programa de Gobierno comunitario y centrado en las regiones, una economía al servicio del hombre y una democracia con más eficiencia y transparencia.
Para lo anterior es necesario fortalecer el centro político, no por majadería, sino por convicción, que en Chile se agotó el ciclo duopólico, que la oferta democrática y electoral es insuficiente, que la sociedad avanza pero nuestra institucionalidad se queda y que el país crece pero empobrece y agobia a su gente. El PRI no debe renunciar a ser el eje y articulador del centro político del siglo XXI, donde confluyan movimiento ciudadanos y expresiones sociales con ganas de hacer vida política, donde el fantasma del binominal no nuble nuestra opción. Pues más temprano que tarde veremos que los miles de chilenos y regionalistas todos reconocerán en las urnas la consecuencia y convicción del primer partido político formado íntegramente en el siglo XXI.
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Comentarios
13 de noviembre
En este planteamiento falta un elemento fundamental: la demanda por autonomia regional; politica (eleccion de autoridades), administrativa y financiera.
Sume a eso la correcion del modelo economico y la salida del binominal: tiene todos los ingredientes para exigir una Nueva Constitucion. La actual no solo impide explicitamente todo lo anterior sino que ademas tiene mecanismos que bloquean todo avance en este sentido. Basta ver el rechazo reciente a la eleccion de llos COREs.
El regionalismo si puede ser un tercer referente al centro, pero si no es consecuente con su razon de ser, que es salir del bloqueo centralista impuesto por la constitucion del 80, terminara siendo una moneda de cambio para el dupolio politico.
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