Los ciudadanos están en movimiento. Fenómeno nacional y mundial, las personas se movilizan por la democracia o reivindicaciones sociales, contra el sistema político y la violencia, por la dignidad de las mujeres. Cuando el lenguaje de la economía y la tecnocracia parecían haber sometido el fluir del mundo a su lógica, en el mundo árabe, en Europa, en América Latina, irrumpieron los ciudadanos en las calles desafiando las verdades y el poder establecidos.
En Chile, también. El sentido común indica que un modelo de país que se gestó en condiciones de autoritarismo extremo, en tiempos de la Guerra Fría y las dictaduras, no pueda funcionar con ciudadanos y ciudadanas activos y con libertad de acción y pensamiento. El modelo requiere control y protección de las calles y de los grupos económicos y sus maniobras. Ese modelo no puede convivir, -si no es sometiéndolos-, con ciudadanos que se pregunten activamente por las prioridades que guían el hacer y el destino de la comunidad nacional.
El autoritarismo es parte fundamental del sistema. Y su límite.
El autoritarismo tiene muchas caras. No sólo la de la bota militar o policial. También aquel de la “razón política” que impusieron los popes de la Concertación del camino de los acuerdos con el cual se consolidaron como parte de la élite política dominante y conservadora del sistema. Crecieron, una concentración económica asombrosa, sistemas de salud y educación que por sus costos y mala calidad bordean la estafa, y una economía nacional empujada por la minería básica y acompañada de sectores minoritarios de muy poco valor agregado.
El autoritarismo es el límite. Porque no puede haber una economía de alto valor agregado con una educación de mala calidad. Y no puede haber una educación de calidad con un pensamiento autoritario que descarta las preguntas y se felicita permanentemente de sus éxitos. No puede haber ciudadanos emprendedores e innovadores cuando viven en el miedo de no poder educar a sus hijos, de no pagar la cuota, de enfermarse o de envejecer. No puede haber renovación del sistema cuando la principal preocupación de la clase política es conservarse, por egoísmo pragmático o porque cree que le hace un bien al país con su sapiencia.
Es tiempo de reformar, de generar nuevos acuerdos, con nuevos actores, con nuevos horizontes, con nuevos lenguajes. El gobierno y la Concertación tienen que entender que los ciudadanos demandan con energía un diálogo vital para solucionar los problemas de hoy y construir las bases del Chile que habitaremos los chilenos y chilenas en las próximas décadas. Pero con la misma energía rechazan los contubernios excluyentes del duopolio político destinados a defender las entelequias del pasado.
————
Foto: Diego Martin – La otra cara de la marcha / Licencia CC
Comentarios
15 de junio
Bien dicho, sin embargo, ¿dónde se han de realizar esos diálogos y quiénes los han de sostener?…
Piénsalo…
Yo creo que todo ello es posible es una Cámara Ciudadana Digital…
Sin una HERRAMIENTA como esa, ¿cómo responderías a mi pregunta?…
gkldfjgkdfjgdkl
0
15 de junio
De acuerdo contigo. Creo que la incorporación de la tecnología es nacesaria para esos diálogos y para el funcionameinto de una democracia moderna y compleja.
En Islandia se está desarrollando una Nueva Constitiución a través de herramientas digitales.
Saludos.