El abstencionismo registrado en las elecciones municipales ratifica que la institucionalidad y el sistema de representación se encuentran en estado de putrefacción. De manera algo más elegante, hemos afirmado una y otra vez que asistimos a una profunda crisis de legitimidad y representación. Este nivel de desapego con el sistema político lo indica con claridad.
No era imprevisible que con voto voluntario tendríamos un alto grado de abstención. Sin embargo, las cifras superaron todos los pronósticos. El 60% de los chilenos decidió no concurrir a las urnas. Indignados, ciudadanos sin alternativas y quienes consideraron tener cosas más importantes que hacer, todos ellos coincidieron en algo: su desafección por las elecciones.
Y tienen razón para coincidir, pues nada realmente importante estaba en juego. Salvo la urgente misión de higiene pública de mandar para su casa a un ex agente de la dictadura, nada parecía cambiar en una contienda electoral donde las declaraciones de campaña no esbozaron siquiera la voluntad de aquello.
Los que han convertido hasta la política en un apéndice del mercado insisten en sostener que el problema es de “oferta electoral”. Así, la abstención juvenil se explica porque la “oferta” de los partidos no logra atraer a este segmento. Esa ha sido, en parte, la explicación del Director del INJUV (institución caracterizada por organizar conciertos y regalar entradas al cine). La práctica del INJUV en materia de juventud es extensiva a un sistema político que ha convertido a los ciudadanos en clientes y consumidores; que los ha comprendido como objeto de política en vez de sujetos políticos.
El abstencionismo registrado en las elecciones municipales ratifica que la institucionalidad y el sistema de representación se encuentran en estado de putrefacción. De manera algo más elegante, hemos afirmado una y otra vez que asistimos a una profunda crisis de legitimidad y representación. Este nivel de desapego con el sistema político lo indica con claridad.
Hace pocos meses, frente a la idea de impulsar una Asamblea Constituyente, José Miguel Insulza señaló que el país no estaba en una situación de crisis que la justifique. En la misma línea, Camilo Escalona afirmó que no veía una crisis institucional ni una situación política que amerite una Asamblea Constituyente. Es razonable preguntarse si este 28 de octubre les habrá mejorado la vista.
Quienes no nos identificamos con aquellos que han capturado la política por casi cuatro décadas, tenemos la misión de recuperarla para el ejercicio colectivo. Es preciso transformar la abstención en una arremetida de participación orientada a dar respuesta a los cambios que la sociedad chilena demanda. No es razonable, ni aceptable, confiar la solución a quienes son parte del problema. Convertir la política en una actividad relevante para la transformación social es un desafío únicamente nuestro.
Pareciera ser que sólo el movimiento social tiene hoy la legitimidad suficiente para impulsar un proceso de restitución de los derechos usurpados y devolver a Chile su calidad de República democrática. Urge entonces que este encamine su enorme adhesión hacia una firme irrupción política, con un candidato propio de cara a las presidenciales. A su vez, debe tener presente que cualquier proyecto de cambio será inviable dentro del actual marco institucional. La disputa del poder debe ir necesariamente unida a la conformación de una Asamblea Constituyente que haga posible esa transformación real del país.
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Foto: Yonoprestoelvoto.cl
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