El movimiento social debe asumir con seriedad el camino hacia la asamblea constituyente. De no ocurrir aquello, el poder constituido seguirá siendo capaz de resistir frente a un movimiento social cualitativamente débil. Sin un diagnóstico y una estrategia que apunte al corazón del problema, el movimiento social será presa fácil para un poder que lo obligará siempre a jugar en un tablero cargado.
Algunos detractores de la asamblea constituyente han sostenido que aspirar a su convocatoria es inviable debido a que tal mecanismo no está contemplado en la Constitución. Aduciendo aquello, pretenden limitar el poder constituyente, otorgándole superioridad a un orden impuesto por la fuerza. Además de ignorar que todo poder constituido depende necesariamente del poder constituyente, quienes recurren a este argumento suelen callar acerca del carácter ilegítimo de una institucionalidad surgida producto de la usurpación de la soberanía política.
Además de conjurar un autoritarismo constitucional y un iusfundamentalismo sin precedentes, quienes elaboran estas argumentaciones omiten otro hecho empírico incontrarrestable: ninguno de los países que ha realizado asamblea constituyente contemplaba su convocatoria en los marcos institucionales previos. En aquellas naciones, los celosos resguardos institucionales fueron sobrepasados en la práctica por incontenibles procesos sociales. Encontrándose en la protesta social, los nuevos actores sociopolíticos comprendieron prontamente que para cambiar el impopular estado de cosas debían apuntar sus dardos al centro del tablero. De este modo, organizaron objetivos dispersos y los reunieron en torno a una lucha común y fundamental: cambiar sus constituciones.
Dicho esto, parece claro que el movimiento social debe asumir con seriedad el camino hacia la asamblea constituyente. De no ocurrir aquello, el poder constituido seguirá siendo capaz de resistir frente a un movimiento social cualitativamente débil. Sin un diagnóstico y una estrategia que apunte al corazón del problema, el movimiento social será presa fácil para un poder que lo obligará siempre a jugar en un tablero cargado.
Por el contrario, si el movimiento social asume decididamente la asamblea constituyente como una reivindicación colectiva e integradora del heterogéneo movimiento social, entonces este desarrollará la potencialidad de crecer cuantitativamente y cualitativamente. En ese escenario, el poder constituido quedará progresivamente arrinconado en manos de una ciudadanía cada vez más unida en el diagnóstico, la estrategia y la acción.
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Comentarios
24 de octubre
El conflicto de fondo sigue siendo el de siempre: entre justicia e injusticia, entre los derechos de todos y los intereses de una minoría, entre verdad y mentira.
No puede construirse una sociedad justa tolerando formas abiertas o veladas de corrupción, de abuso, de nepotismo, de autoritarismo o de elitismo.
No puede construirse la igualdad sacrificando las libertades democráticas, por más que se invoque el interés supremo del pueblo, si éste no tiene la forma de elegir y controlar a sus gobernantes. Tampoco es posible la libertad plena, sin el desarrollo de la justicia social en pos de la igualdad.
La transformación del orden social existente no es cómo se distribuye la riqueza, sino quién tiene el poder para decidir al servicio de qué intereses se gestiona esa riqueza.
Un autentico régimen democrático nace con la aprobación en un plebiscito de la Carta Fundamental, producto de una Asamblea Constituyente de un pueblo consciente de sus necesidades… Y no impuesto por la Traición, a Sangre y Hierro…
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09 de noviembre
El tema es quien es quien en la representación de la asamblea constituyente, normalmente son grupos en estremo ideologizados, muy agresivos que se suben a la mesa y patean cualquier idea fuera del formato que llevan, los moderados simplemente se van dejandolos dueños de todo, de allí a la dictadura del pueblo,los comisarios del pueblo, los soplones de la cuadra, los tribunales populares, etc. hay un sólo paso.
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