Vivimos nuevos tiempos. Una época de cambios políticos, sociales y culturales. Una época en la que, como sociedad, nos enfrentamos a temas diversos, desafiantes y demandantes.
Una época marcada por el individualismo, las incertezas de un mundo globalizado, un entorno que se hace más competitivo, con un mundo laboral sujeto a modificaciones, una sociedad del conocimiento e información hipertecnologizada, que no siempre está al alcance de todos y tiene como centro de acción la dignidad del ser humano.
Una época en la que, soy un convencido, se torna aún más fuerte y vigente el pensamiento humanista, tanto cristiano como laico.
Y eso en Chile -aunque a algunos les incomode y otros tantos olviden con facilidad- lo representa la Concertación de Partidos por la Democracia.
En Chile no pocos queremos avanzar hacia un “desarrollo humano”, un desarrollo que ponga a la persona en el centro de su preocupación, un desarrollo donde incrementemos las capacidades y opciones de las personas y comunidades de modo que éstas puedan llevar adelante la vida que desean.
Para avanzar en esa dirección, la Concertación debe asumir con claridad su liderazgo, debe ser capaz de realizar los planteamientos e ideas del pensamiento humanista.
Sólo un ejemplo. La derecha siempre privilegiará el crecimiento económico, la cifra, el dato estadístico. Para un humanista cristiano o laico -reconociendo la importancia del crecimiento para una sociedad que quiere y busca progresar- eso siempre resultará insuficiente.
El crecimiento tiene que tener un propósito un sentido mayor, esto es avanzar hacia una mejor calidad de vida y dignidad para las personas.
La invitación es construir un “nuevo orden social” sustentado en los valores de la sociedad humanista cristiana y laica.
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