El programa “Elige Vivir Sano” de la primera dama tiene buenas intenciones, pero carece de una mirada sistémica al problema y piso y peso político para generar reformas significativas.
Los resultados de la Encuesta de Salud realizada por el Ministerio de Salud el entre 2009 y 2010 no son alentadores, gran parte de la población sufre de enfermedades crónicas, asociados a niveles de desigualdad socioeconómicas, donde el nivel educacional sería el factor más relevante (diferencias de hasta un 300% en prevalencia de diabetes). Las principales causas serían estilos de vida poco saludables y mala alimentación. Este problema no es sexy (nunca llegará a ser trending topic ), pero seguir metiendo la basura bajo la alfombra puede generar un efecto boomerang inesperado. El programa “Elige Vivir Sano” de la primera dama tiene buenas intenciones, pero carece de una mirada sistémica al problema y piso y peso político para generar reformas significativas.
¿Es responsable mirar la alimentación como un mero acto cotidiano si queremos enfrentar el problema de raíz? Personalmente creo que no, es necesario ampliar el espectro y mirar el “sistema alimentario”, el cual FAO define como “un conjunto de interacciones dinámicas entre los medios biogeofísicos y humanos y dentro de ellos, que influencian tanto las actividades como los resultados a lo largo de la cadena alimentaria (producción, almacenamiento, elaboración, distribución, intercambio, preparación y consumo).
¿Por qué analizar el sistema alimentario y no preocuparse sólo de la alimentación?
No podemos separar la producción de alimentos en el campo chileno (y políticas agrarias) con lo que encontramos en el mercado (políticas de mercado), con los desafíos medioambientales (deforestación, contaminación y escasez de agua, pérdida de biodiversidad, etc.) actuales que enfrentamos como humanidad. Un enfoque reduccionista basado en el mero indicador OCDE (ej: “subir consumo de fruta en 1%”) sería “pan para hoy hambre para mañana”. Entiendo que no es fácil comprender la complejidad del sistema, pero el problema presenta esta naturaleza y nos exige soluciones de la misma índole.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
Un primer paso sería el cambio de enfoque de reduccionista a sistémico. Luego avanzar en la realización de un diagnóstico que permita reconocer los problemas actuales en nuestro sistema alimentario, en un sentido amplio. Identificar los puntos críticos sobre los cuales trabajar (nuevamente desde una mirada transectorial) y hacer pilotos que permitan rescatar aprendizajes empíricos. Hay que comprender que este es un desafío de largo aliento, pero no podemos quedarnos en la política pública propagandística (mucho más sexy, pero de bajo poder transformativo).
En el corto plazo el foco se podría orientar al ámbito educativo, que -según los estudios realizados por el MINSAL- sería uno de los factores decisores en los hábitos de alimentación de la población; facilitando una comunidad de aprendizaje e investigación en acción que permita construir sistemas de alimentación sustentables en las escuelas, como el programa “ Think & Eat Green at School” desarrollado por la universidad canadiense de British Columbia.
Tenemos grandes oportunidades como país, dada las condiciones favorables para la producción de alimentos y las capacidades humanas, para enfrentar en forma apropiada el problema; y también la responsabilidad de hacernos cargo, por la salud humana y del ecosistema. ¿Qué estamos esperando? .
Nota final:
Para quienes deseen profundizar en la visión más sistémica del problema les recomiendo analizar el esquema que se encuentra en la página 5 de este documentode FAO.
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