Boric y Jackson, ¡fuera del Congreso!

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Así como está el proyecto, los Boric y Jackson de 2017 podrían quedar fuera del Congreso. Hay una manera de corregir el proyecto para permitir una participación real de los independientes: que el candidato de un distrito que ocupe el primer lugar de votación sea declarado, por ese solo hecho, electo.

En esta serie de columnas sobre la reforma electoral (ver 1, 2 y 3), hemos visto que uno de los actores menos favorecidos por el binominal son las candidaturas de partidos pequeños e independientes.

Para ser justos, los partidos pequeños e independientes no suelen contar con condiciones ventajosas en ningún sistema electoral en el mundo. En sistemas proporcionales pueden tener más chances, e incluso en proporcionales restringidos, como el binominal, hay independientes que consiguen llegar al Congreso. El sitio web de la Cámara de Diputados contabiliza 11 independientes, aunque algunos de ellos lo son porque sus partidos dejaron de existir (Sergio Aguiló, de Izquierda Ciudadana) o aún no se constituyen (ex RN Pedro Browne, Joaquín Godoy y Karla Rubilar, hoy miembros de Amplitud), o bien porque entraron al Parlamento en un cupo de partido (Iván Fuentes por la DC; Roberto Poblete y Daniela Cicardini por el PS). Otros pertenecen a movimientos no partidistas, como Giorgio Jackson (Revolución Democrática) y Felipe Kast (Evópoli). Los únicos sin filiación alguna son Alejandra Sepúlveda (reelecta, ex DC y ex PRI) y el debutante Gabriel Boric.

Para efectos de los comicios de 2013, Boric, Jackson y Sepúlveda fueron los únicos diputados electos que compitieron como independientes fuera de pacto. Pese a que Jackson fue beneficiado con la omisión de la Nueva Mayoría en su distrito, son ellos tres los únicos genuinos independientes electos en 2013. Se trata de la mayor cifra de independientes elegidos para la Cámara desde el retorno a la democracia (Tabla 1). En cuanto a senadores, el único que ha roto el duopolio Concertación/Nueva Mayoría y Alianza ha sido el magallánico Carlos Bianchi, en dos ocasiones (Tabla 2).

La votación por los candidatos independientes a la Cámara ha tenido una tendencia al alza. La mayor cantidad de postulantes fue de 19, en la primera elección democrática, lo cual es del todo comparable con la experiencia de otros países en su inicio democrático. En las elecciones de diputados de 2001, 2009 y 2013 hubo 16 o más candidatos independientes en Chile.

¿Dónde quedan los independientes? En general quedan abandonados en la marginalidad electoral. Son los indigentes del Parlamento: a veces les cuesta instalarse en su oficina, no tienen redes burocráticas a su servicio, deben limosnear su inclusión en comisiones relevantes y no suelen contar con una máquina de militantes en sus distritos. La elección de independientes es un accidente en democracias maduras, no una norma.  En el caso chileno, además, ninguno de los seis diputados elegidos como independientes hasta 2009 ganó una reelección en igual condición, pues se unieron como militantes a un partido o al menos a una lista del duopolio. La mayoría, además, se postuló originalmente como independiente tras renunciar al partido político que le quitó el cupo. En el caso de Alejandra Sepúlveda, ella ya tiene una base partidista (DC y PRI).

Antes de las elecciones de 2013, la única candidatura independiente genuina y exitosa fue de la de Rosa González, en Arica (1997). En comicios siguientes, González participó como militante de la UDI.

¿Cuál será el destino de Boric y Jackson? Tanto ellos como otros independientes tienen dos opciones: siguen compitiendo fuera de pacto o bien se suman a una lista (ya sea como independientes o militantes). Si optan por lo primero, competirán en circunstancias similares a las actuales y no necesariamente mejores. Esto, porque aunque los distritos sean más grandes, también lo será el número total de postulantes, lo que agudizará la competencia en desmedro de quienes poseen menores recursos económicos y logístico-partidistas.

Si optan por entrar en una lista, deberán considerar lo siguiente. En el n° 2, letra C, del artículo 109 bis propuesto por el Ejecutivo para la ley de elecciones, se indica que aquellos independientes de una lista, que no sean parte de un subpacto o partido, serán tratados como un “partido” al ejecutar el método de distribución de escaños (cifra repartidora D’Hondt) dentro de la lista. Eso debería, en teoría, darles una ventaja, puesto que los votos de todos ellos podrían potenciarse. Pero hay dos problemas. Primero, su único denominador común sería no presentarse bajo el paraguas de un partido político. Esta curiosa innovación permitiría, por ejemplo, que un independiente pro DC ayude a elegir a un independiente pro MAS o PC, o viceversa, por el solo hecho ambos de ser independientes. De todos modos, algo de eso sucedió ya en los comicios pasados. Segundo, si en un distrito con cinco escaños una eventual lista Nueva Mayoría con cuatro subpactos (PC-IC-MAS-PRSD, PS-PPD, DC e independientes) obtuviera cuatro escaños, es muy poco probable que el subpacto de independientes consiga uno, incluso si uno de los independientes saca una de las primeras mayorías. Con el mecanismo de subpactos se replica, dentro de una lista, la misma lógica extra-lista. Para que se haga una idea, podría ocurrir que el “binominal” se traslade desde el distrito a una lista del distrito.

Asimismo, si sólo existiera una lista de independientes, los costos de campaña como tales podrían ser muy elevados ahora que los distritos serán más grandes. Para dejarlo muy claro: aunque pareciera que el proyecto de ley da una mayor apertura a la participación de independientes, en realidad prioriza el rol de los partidos. Eso no está mal per se: usted siempre puede saber (o al menos debería saberse) el domicilio político de un candidato de un partido, no así el de un independiente. Que un postulante sea independiente no es prueba de pureza, sino sólo de que no tiene partido. Pese a ello, la inclusión de independientes responde a necesidades de los votantes y esa puerta no debería ser cerrada cuando se abren ventanas y claraboyas a los partidos.

Así como está el proyecto, los Boric y Jackson de 2017 podrían quedar fuera del Congreso. Hay una manera de corregir el proyecto para permitir una participación real de los independientes: que el candidato de un distrito que ocupe el primer lugar de votación sea declarado, por ese solo hecho, electo. Luego se procede al conteo por lista usando la cifra repartidora habitual (D’Hondt). Si el ganador no es un independiente, sino que perteneciera a una lista que tiene derecho a dos escaños, él debe computarse como el primer escaño de todos modos. Si en una futura versión del proyecto se elimina la existencia de subpactos, este criterio de mayoría intra-lista ya está incorporado como método de elección.

De todos modos, el independiente no la tendría fácil. Pero tampoco tiene por qué ser fácil. Cualquier postulante al Congreso se siente merecedor de entrar en él, pero afortunadamente en democracia son los electores —no uno ni dos, sino importantes porcentajes de una zona— los que resuelven. Boric y Jackson los convencieron, y ganaron pese al binominal y a campañas modestas. Pero, si se quiere hacer una reforma sin el interés de facilitar el camino a los independientes, al menos todos podemos estar de acuerdo en que tampoco se puede hacer lo contrario: alzas más barreras para su elección.

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