Estos días también me han convencido personas que siento muy leales con la democracia y la ciudadanía, personas que muchas veces anónimamente o desde dirigencias sociales han luchado más que varios de mis amigos facebooklucionarios. Tipos que expusieron su vida en dictadura y que hasta vivieron desde la apatía frente a la Concertación, pero que hoy, gracias al acuerdo con el Partido Comunista y la Izquierda Ciudadana han vuelto a confiar y ponerse a disposición de esta Nueva Mayoría, donde son claros en decir: esto no es la Concertación.
Las dudas entre votar por Michelle Bachelet o Marcel Claude eran bastantes. Creo que Claude puso temas reimportantes en la mesa. Trajo la conversa pesimista y casi utópica del café a la franja.
Al pasar los días, fue el mismo candidato, más allá de sus ideas, el que fue alejando mi voto. No me gustó esa personalidad de dueño de fundo tan autoritaria de “aquí yo sé todo y, por lo tanto, te dejaré de ignorante”. Sí, está bien, una vez es divertido, dos es interesante, pero ya a la tercera asumes que el día que tú te acerques a hablar con él, es muy probable que sufras el mismo trato.
Es más, sentí también cierta prepotencia de sus propios partidarios, en el sentido de “el que no está con Marcel es un gil que no cacha ná”, por decir algo piola o suave.
Y claro, es probable que uno sea un tipo inocente, pero como nunca se ha dado cuenta, no le gusta que se lo digan a cada rato.
Esa parte de la campaña de sus seguidores en medios sociales fue pésima: ningunear a cuánto chileno no sentía simpatía por Marcel.
Por otro lado, los demás candidatos, ninguno me parecía muy estadista. Quizás el que más se acerque en contenido e ideas, sea Marco Enríquez–Ominami. Pero algo me pasa que no le creo, nomás. Y eso es fuerte a la hora de pasarle el país a alguien.
Sí, a Bachelet se le mostraba con varios amigotes supuestamente buenos para nada, pero como no veía dentro de los demás candidatos mucha más gente, también uno podría pensar: “Ok, acá sólo estoy viendo al candidato, no a sus amigos ni menos amigotes. Al menos, a los otros, ya los conozco”.
En fin, estos días, para la segunda vuelta, donde se supone que asista el porcentaje que asista a votar, Bachelet ganará, igual iré a las urnas. Primero, porque es un día que para un ñoño como yo es entretenido: ir, marcar, doblar, pegar la estampilla, llegar a casa y comenzar a conocer las estadísticas de las primeras mesas escrutadas.
Estos días también me han convencido personas que siento muy leales con la democracia y la ciudadanía, personas que muchas veces anónimamente o desde dirigencias sociales han luchado más que varios de mis amigos facebooklucionarios. Tipos que expusieron su vida en dictadura y que hasta vivieron desde la apatía frente a la Concertación, pero que hoy, gracias al acuerdo con el Partido Comunista y la Izquierda Ciudadana han vuelto a confiar y ponerse a disposición de esta Nueva Mayoría, donde son claros en decir: esto no es la Concertación.
No sólo la candidata me da confianza, desde la química propia de los seres humanos nomás, sino que siento confianza política por este tipo de personas, en particular por muy buenos amigos del PC y la Izquierda Ciudadana a los que siempre los vi luchar y no ser comprendidos, más allá del cliché, y que hoy sí pueden alcanzar logros soñados.
Esa es la invitación que he escuchado estos días. Y es la invitación en la que he creído.
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Foto: Michelle Bachelet / Licencia CC
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