Allende: después de 40 años, más vivo que nunca

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Allende estaba seguro que el Estado no podía ser un mero espectador, tenía que asumir un rol fundamental al menos en educación de calidad, salud y pensiones dignas, recursos naturales, reformas laborales, etc. Hoy, después de 40 años, esas ideas comienzan a tomar fuerza nuevamente.

“Tengo fe en Chile y su destino”. (Salvador Allende Gossens)

11 de septiembre, se cumplen exactamente 40 años del Golpe de Estado llevado a cabo por las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile contra el Presidente Salvador Allende Gossens, dando inicio a uno de los periodos más oscuros y sangrientos de nuestra historia nacional: la cruel dictadura encabezada por Augusto Pinochet Ugarte (alias Daniel López).

Antes de partir, quiero dejar en claro -como lo he hecho en otros artículos sobre el tema- que mi familia no fue víctima de la represión de los órganos de la dictadura, más allá de situaciones puntuales que no se comparan en nada con las verdaderas víctimas de asesinatos, desapariciones y torturas.  No obstante, tengo una opinión informada por los relatos de mi propia familia y por la literatura disponible, que quiero manifestar en esta fecha especial.

Hace un par de semanas un amigo me preguntó: ¿Qué hizo Allende para merecer un monumento? La respuesta fue fácil: Allende es una leyenda.  ¿Cómo me formé esa opinión? Principalmente con el relato de mi familia y de los textos leídos, y cuidado, que he leído de todo, por ejemplo: “Salvador Allende. El fracaso de una ilusión” de Gonzalo Vial; “El último día de Allende”  de Ricardo Boizard, entre otros, que no eran precisamente admiradores del Presidente.

El clima político de ese entonces, como todos sabemos, estaba más que polarizado. Al entonces “compañero Allende” le estaba costando gobernar, por factores internos: las divisiones de la UP, los grupos que se empezaron a entusiasmar con la “lucha armada”, la crisis económica, los extensos paros de algunos gremios y sindicatos. También por agentes externos ya conocidos. Hoy sabemos que EE.UU junto con oficiales golpistas y fuerzas reaccionarias de derecha, no querían que Allende asumiera como Presidente. Lo dejaron asumir, pero lo derrocaron en la mitad de su mandato. Hace días se conocieron antecedentes de que Brasil (en la época sumido en una dictadura militar) también jugó un papel contra el gobierno popular.

Allende inspira un nivel de valentía, integridad y consecuencia incluso reconocido por sus enemigos. Allende tenía un sueño de un Chile más justo, está más que claro que no fue comprendido por todos. Un hombre que creía en la democracia, su revolución era bajo reglas democráticas, entendía que el cambio en Chile debía llegar por la institucionalidad, y que las transformaciones sociales debían ser empujadas por todos y todas, con un fin: alcanzar justicia. Allende es un referente político, admiro su convicción y coraje, prometió no dejar la Moneda, sino, porque el pueblo se lo pidiera o muerto, y así fue. Un mártir.

La vía chilena al socialismo fue observada y admirada por todo el mundo. El primer hombre socialista en llegar a un gobierno por la vía democrática. Hoy todo el mundo conoce a Allende. Ahora, Chile reclama por los abusos de un mercado incontrolable, por el no reconocimiento de derechos básicos como la educación, pensiones, salud, y tantos otros. Las convicciones de Allende siguen vigentes. Una nueva Constitución, también era su sueño. La nacionalización del cobre, fue tal vez lo más visionario de su gobierno, lástima que después se diluyó bajo otros intereses.

Probablemente, Allende fue un político adelantado para su época.

He podido -a través de mis lecturas- ser testigo de su humor que estuvo presente incluso en las vísperas del Golpe. Su nobleza lo llevó a cometer errores, confiar en el profesionalismo de las FF.AA, a las que nunca creyó que fueran capaces de cometer tan sangriento acto. El aparato estatal se puso al servicio de una ideología para matar gente. Hoy se sabe que Allende iba a convocar un plebiscito, ¿qué más democrático que eso? Pero siguió confiando en Pinochet, éste le pidió que esperara unos días, pues Pinochet escondió hasta el último minuto sus intenciones golpistas.

Allende estaba seguro que el Estado no podía ser un mero espectador, tenía que asumir un rol fundamental al menos en educación de calidad, salud y pensiones dignas, recursos naturales, reformas laborales, etc. Hoy, después de 40 años, esas ideas comienzan a tomar fuerza nuevamente.

Es difícil poder identificarse totalmente con una persona, pero yo puedo decir que soy allendista. Admiro la figura de Allende, con sus errores y virtudes, pero su consecuencia y convicción es más fuerte que cualquier otra cosa.

Hablar del Golpe, de Allende, de Pinochet, sigue dividiéndonos, la supuesta reconciliación, estos días ha quedado demostrado que se trata de un cinismo, que mientras sigan existiendo personajes que justifiquen el Golpe y las violaciones a los DD.HH. de miles de chilenos, que mientras no haya verdad y justicia, poco y nada se avanzará en lograr una verdadera reconciliación para poder mirar hacia el futuro. No pretendo atribuirme la representatividad de nadie, pero creo humildemente que la mayoría de los chilenos y chilenas queremos conocer nuestro pasado para no cometer los mismos errores, hacer lo mejor en nuestro presente, y buscar un gran futuro sin divisiones, sin violencia, sin abusos de poder y  en paz, en solidaridad, en libertad, en igualdad, y por sobre todo en democracia. Sueños y principios que seguramente Allende comparte esté donde esté.