Estimada Sra. Alejandra Bravo,
Me llamo Claudia Amigo tengo 43 años, soy lesbiana y madre de una hija inteligente, generosa, empática y con un hermoso corazón y alma de 12 años que se llama Gabriela. Junto a mi compañera de vida que también se llama Claudia
compartimos su crianza, las tres formamos una familia lesbomaternal. Luchamos por los derechos de filiación de nuestra hija con respecto a su madre de crianza por la vía judicial con una demanda en contra del Estado chileno ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos representadas por la Clinica AIP de la Universidad Diego Portales y trabajamos junto a Corporación Humanas, la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio, Visibles y nosotras desde Familia es Familia porque los derechos de los hijos de familias diversas merecen ser garantizados al igual que los derechos de los hijos e hijas de familias heteroparentales.Jamás sentí que dejé ser niña, ni adolescente por ser lesbiana, pero si me vi obligada a dejar de serlo al verme enfrentada a tener que sobrevivir en la vida, sin recursos, sin una red de apoyo familiar y sin mi propio hogar y no por ser lesbiana, sino que por el repudio anti-lésbico de mis padres en esa época.
Escuché la entrevista que usted dio a Beatriz Sánchez y Fernando Paulsen en Radio La Clave y mi más sincero deseo es acercarle un poco a través de mi breve historia, lo que ha sido ser lesbiana para mí y de esta manera espero ojalá ayudar a que usted pueda tener más conocimiento al respecto.
Me quiero referir específicamente a la pregunta sobre si una niña deja de ser niña por ser lesbiana, le cuento que desde mi experiencia personal jamás sentí que dejé ser niña, ni adolescente por ser lesbiana, pero si me vi obligada a dejar de serlo al verme enfrentada a tener que sobrevivir en la vida, sin recursos, sin una red de apoyo familiar y sin mi propio hogar, es decir, solo dejé de ser niña por el repudio anti-lésbico de mis padres en esa época.
Como cualquier adolescente de 17 años, yo aún vivía con mis padres, pero ellos al enterarse que yo era lesbiana, enfurecidos me echaron de la casa con lo puesto. Ese día me di cuenta rápidamente de lo peligroso que era ser yo.
Pero aun así, no todo fue una pérdida, sino que al contrario, después de 24 años mis padres a sus 68-70 años, finalmente entendieron y me aceptaron a mis 42 años nuevamente en su casa, de visita junto a mi familia lesbomaternal. Entonces, recién supe lo que se siente ser lesbiana con el apoyo familiar de mis viejos, sin discriminación, sin violencia, sino que sólo con amor.
En el fondo las personas LGBTI no necesitamos que nos acepten, ni que estén o no de acuerdo con nosotros/as/es, lo que necesitamos es que nos respeten y que se concrete en lo legislativo ya que debemos contar con los mismos derechos humanos que se les garantiza a las personas heterosexuales y cisgénero.
Una ley de identidad de género, una reforma a los derechos de filiación para los hijos e hijas de madres y padres del mismo género independiente del matrimonio, el matrimonio igualitario con filiación, una mejoría a la Ley Zamudio y una educación inclusiva y no heterosexista serían sólo parte de saldar una deuda histórica para que toda persona pueda realmente tener el derecho de recibir un trato igualitario ante la ley.
En una democracia los derechos humanos están por sobre cualquier opinión y el Estado debe trabajar para todxs.
Se despide atentamente;
Claudia Amigo
Familia es Familia
Comentarios
22 de febrero
Que buen testimonio estimada Claudia. Ojalá que este no caiga en saco roto y que personas tan retrogradas como la sra. Bravo se abran a aprender sobre la diversidad sexual antes de volver a crucificarla a través de los medios. La falta de consciencia respecto de las responsabilidades políticas en nuestra dirigencia nunca dejará de sorprenderme. Saludos
+1
22 de febrero
Toda la razón Pablo, esperemos que ayude a que la Sra. Alejandra Bravo reflexione al respecto. La política no debe ser un mecánismo ni menos un espacio donde se discrimine, sea por desconocimiento o por cualquier razón.
Un abrazo!