Los números de la encuesta Adimark del mes de mayo son desalentadores, binominalmente hablando, ya que tanto el bloque oficialista como el opositor obtienen gran rechazo por parte de la ciudadanía. Podría sorprender que una coalición que gozó de una hegemonía estable durante 20 años hoy sea brutalmente castigada con un 65% de desaprobación popular. También podría causar extrañeza que, si la gente manifestó un deseo de cambio hace un año y medio, hoy rechace con un temible 57% a los escogidos.
Si analizamos superficialmente la opinión popular, podríamos interpretar las cifras como una suerte de “pataleta ciudadana”, en la que la gente rechaza y critica todo. Pero la realidad es que estos números no son para nada sorprendentes, muy por el contrario, dado el escenario actual, eran totalmente esperables.
Hay 3 factores que parecen explicar estos altos niveles de rechazo.
– Empoderamiento popular: Internet, y en particular las redes sociales, han establecido canales de transmisión de información que enriquecen la democracia. Actualmente, basta con seguir a un par de personas en Twitter para estar al tanto del acontecer nacional y mundial en tiempo real. Y como información es opinión, se ha creado una masa crítica que sigue atentamente cada movimiento de la clase política y juzga su accionar. Errores de actores sociales que hasta hace 5 años pasaban desapercibidos, hoy en día son fuertemente castigados por la opinión pública.
– Mucha promesa y poca ejecución: El oficialismo se empeña en comparar su labor con la de los gobiernos anteriores, traspasando la responsabilidad de los errores a la Concertación y destacando con esmero cada uno de sus logros. La gente percibe que la delincuencia y el costo de la vida aumentan en forma proporcional al número de promesas presidenciales y rechaza, con justa razón entonces, la actual gestión.
– Una oposición que no aprende: Cuando la Concertación perdió el poder, se pronosticaba un cambio radical en objetivos, personas y enfoque. Hoy vemos que la autocrítica en la oposición es meramente ornamental. Es apenas un discurso pronunciado por los mismos de siempre. Y por lo expuesto en el primer punto, a las personas esto ya no les basta.
Como se ve, las personas tienen motivos de sobra para desaprobar al binomio oposición-oficialista. Pero a pesar de todo este pesimismo político, este escenario podría transformarse en una oportunidad. ¿Para quién? Para fuerzas emergentes, para ideas nuevas, para formas diferentes de gestión. En otras palabras, este es el ambiente propicio para que aquellos que se encuentran desprovistos de los vicios de la actual clase política, hoy seduzcan a una desilusionada, pero informada, ciudadanía.
Es el momento para que movimientos en formación, como Red Liberal o Frecuencia Pública, comiencen a cautivar a la gente. También es el momento para que referentes más avanzados, como el PRO de ME-O, fortalezca sus cimientos de manera seria y se transforme en una opción real para el 2014. Este rechazo popular tan marcado hacia las actuales prácticas es el caldo de cultivo perfecto para un recambio político y, por qué no decirlo, generacional.
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