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A 40 años: La lucha de clases continúa (y III)

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El desarrollo de las luchas en los próximos meses incluye la dimensión electoral. De cómo se exprese el descontento y la voluntad de cambio en noviembre se desprenderán nuevos desafíos para sus actores, pero al mismo tiempo pondrá de manifiesto en que direcciones será posible avanzar en materia de unidad y organización. Nos guste o no, el terreno electoral es un escenario en que se expresa la correlación de fuerzas, aunque no en toda su pureza. El sistema de duopolio partidista ha creado clientelismo electoral en unos, rechazo visceral a la participación en lo que se considera un circo en otros y una gran parte de la población se ha movido entre la indiferencia y la desconfianza.

2013. La lucha que no cesa

En el largo periodo que va desde las elecciones de 1989 hasta hoy, las clases explotadas y los excluidos carecieron de referentes de lucha que tuvieran credibilidad y legitimidad. Un espacio demasiado largo dominado por luchas sectoriales protagonizadas casi exclusivamente por las organizaciones del sector público. El mayor referente de los trabajadores chilenos, la Central Unitaria de Trabajadores, estuvo cooptada durante todo el periodo en manos de los aparatos partidarios de la Concertación y la oscura presidencia del PS Arturo Martínez. La falta de credibilidad de sus dirigentes tiene su correlato en un escaso poder de convocatoria. Otros movimientos sociales organizados surgidos en el periodo entorno a demandas sectoriales no tienen, por su propia naturaleza, la capacidad de transformarse en un referente alternativo a la CUT.

Sin embargo, la irrupción en 2011 de un movimiento estudiantil reforzado en el nivel de sus cuadros dirigentes y un discurso que politiza el conflicto de la educación vino a cambiar la orfandad del descontento social. Un hecho que tiene como protagonista destacado al casi olvidado Partido Comunista, recuperado de una larga crisis interna iniciada a fines de los 80 y que solo tuvo una figuración marginal a pesar de la potente imagen de Gladys Marín. No puede pasar desapercibido entonces que una nueva generación de militantes comunistas sean los protagonistas de la reinstalación en el debate político las demandas del movimiento social. En el movimiento estudiantil confluyeron tres personalidades de gran impacto mediático: Vallejo, Cariola y Ballesteros.

Entre los trabajadores del cobre el nombre de Cristián Cuevas aglutina un contingente que goza de prestigio entre la ciudadanía y su condición de gay reconocida ha sido una bocanada de aire fresco para los colectivos que luchan por el respeto a la diversidad sexual. En la CUT, la maquinaria del PS resultó derrotada por la irrupción de Bárbara Figueroa y una mujer al mando de la principal organización de trabajadores del país pone otra nota en favor de la igualdad de género. La presencia de los comunistas ha facilitado la confluencia de objetivos del movimiento social en un momento en que la falta de credibilidad de la clase política amparada en la partidocracia alcanza sus cotas más altas. No debe extrañar demasiado que la reacción de los partidos de la Concertación fuera la de incluir al PC en un nuevo pacto electoral denominado Nueva Mayoría. José Cademártori señalaba hace poco que esta alianza sería motivo de alegría para Allende y que la historia le está dando la razón. Con respeto y cariño, debo discrepar: Allende estaría preocupado de observar como nuevamente existe una tensión evidente entre las fuerzas que apuestan por las transformaciones profundas que requiere nuestra sociedad y sin duda tendría en su cabeza la frase de Marx en el 18 Brumario: la historia se repite dos veces, una como tragedia y otra comedia.

Los riesgos que corre el PC con esta incorporación no son pocos, pero la aceptación del desafío de apoyar la candidatura de Bachelet obligaría, en cierta medida, a que el bloque de la antigua Concertación se comprometa con cambios de mayor profundidad en el modelo Guzmán-Pinochet. La tensión que se genera al interior de este bloque entre cooptación funcional al modelo y profundización democrática no se resolverá hasta el conteo de votos en noviembre. Estos actores, y para estos efectos, resuelven los dilemas políticos calculadora en mano. Pero más allá de los resultados, la estrategia del PC busca relanzar un discurso político ideológico centrado en la profundización de la democracia para superar las crecientes desigualdades sociales que ha generado la permanencia por casi 40 años del modelo de dominación neoliberal. No es más que eso, pero tampoco menos… y eso, después de un cuarto de siglo de vivir en la medida de lo posible, no es poco.

Por otra parte, al calor de las luchas estudiantiles ha surgido otro referente político que debemos examinar. El movimiento Todos a  la Moneda, encabezado por Marcel Claude, tiene su base en las movilizaciones estudiantiles y representa una vía que se presenta como alternativa al duopolio de la partidocracia. Su contenido programático resalta el grueso de los aspectos que se cuestionan del actual modelo de dominación. Asamblea constituyente, renacionalización de los recursos, salud, educación y pensiones como derechos constitucionales, nuevo código laboral, entre otras demandas, configuran un conjunto de propuestas de gran calado en diferentes sectores de la ciudadanía y podrían representar un avance en la sistematización y unificación de las demandas del movimiento social. Sin embargo, en su contra podemos apuntar la falta de visibilidad de sus propuestas, la inexperiencia política de su líder y cierta tendencia al sectarismo. Sus propuestas no son tan diferentes de las que levantan el propio PC u otros referentes presentes en la contienda electoral de noviembre como Sfeir o Roxana Miranda, pero no se ha visto acercamientos entre ellos. El anclaje social de estas últimas son más sectoriales y no parecen, por ahora, configurar un referente amplio en el mundo social.

De esta manera, la politización del movimiento social se ve dificultada por la existencia de más de un referente en el contexto electoral y esto no juega a favor de que la potencia y profundidad del malestar social se exprese de modo contundente. No va a ser posible sumar los votos del PC, Marcel Claude, Alfredo Sfeir y Roxana Miranda para otra cosa que no sea medir la dimensión de una masa electoral que comparte importantes objetivos estratégicos en la perspectiva de un cambio profundo del modelo vigente, pero que se presenta dividido en el escenario electoral. Esto da cuenta de la falta de maduración política del movimiento de masas en la actual fase de la lucha de clases.

El desarrollo de las luchas en los próximos meses incluye la dimensión electoral. De cómo se exprese el descontento y la voluntad de cambio en noviembre se desprenderán nuevos desafíos para sus actores, pero al mismo tiempo pondrá de manifiesto en que direcciones será posible avanzar en materia de unidad y organización. Nos guste o no, el terreno electoral es un escenario en que se expresa la correlación de fuerzas, aunque no en toda su pureza. El sistema de duopolio partidista ha creado clientelismo electoral en unos, rechazo visceral a la participación en lo que se considera un circo en otros y una gran parte de la población se ha movido entre la indiferencia y la desconfianza.

Curiosamente, la experiencia de las elecciones de 2009, mostró en parte este fenómeno, cuando Marco Enríquez-Ominami capitalizó una buena parte de la crítica al duopolio. Pero en esta ocasión, no parece ser el portavoz único del descontento, ni tampoco que vaya a repetir su alta votación. Otros actores se han abierto camino buscando ocupar el mismo espacio que Enríquez-Ominami copó en su día. Y no es lo mismo competir contra Bachelet que contra Frei Ruiz-Tagle. Por otra parte, las demandas estrictamente políticas surgidas del movimiento social desbordan ampliamente el marco de su propuesta. Cabe esperar pues, que sean otras las candidaturas que capitalicen la agitación de las masas, y esto abre una gran incógnita sobre la primera vuelta.

En definitiva, el escenario en el que se resolverá una buena parte del conflicto será la contienda electoral de noviembre. Allí, donde las reglas del juego están dadas por la institucionalidad que ocupan los bloques del duopolio, hay pocos espacios para generar los cambios que el pueblo explotado y los excluidos necesitan. Seguir abandonando la lucha por copar el Congreso con representantes genuinos del movimiento social, es entregar en bandeja a los administradores del modelo las herramientas que frenan el cambio y salvaguardan los privilegios de unos pocos. El pueblo debe mostrar su claro descontento de la forma más masiva posible en las urnas, votando por aquellas alternativas que representan una seria aspiración de cambio. Las candidaturas a la presidencia de Marcel Claude, Alfredo Sfeir y Roxana Miranda, y las candidaturas al Congreso de los líderes surgidos de las luchas estudiantiles, de los trabajadores y de las reivindicaciones locales o regionales son alternativas que explotados y excluidos deben apoyar para hacer sentir de manera contundente su descontento y su voluntad de avanzar hacia una sociedad que supere las desigualdades y restituya la soberanía a sus legítimos dueños.

La lucha de clases en Chile se desarrolla pues, con avances importantes en la visibilidad del descontento. La conflictividad laboral ha aumentado y va superando los estrechos límites de la movilización de los funcionarios del sector público. Los estudiantes siguen mostrando una dinámica de lucha continua y genera espacios de debate y propuestas en los que confluyen los intereses de otros sectores de la población como los pensionados. Por otra parte, la crisis política al interior del bloque dominante abre una oportunidad para la irrupción de las masas. Con todo,  éstas aún no se logran constituir en una alternativa real de poder. Para ello es necesaria la construcción de una alternativa unitaria, o dicho de otro modo, está pendiente el aprendizaje de la lección más importante que surge de la derrota de septiembre de 1973: la unidad del pueblo tras un solo objetivo es la herramienta que permitirá la superación de este periodo aciago de nuestra historia… diría Allende.

* Revisa la primera y la segunda parte de esta reflexión.


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25 de septiembre

El 4 de Agosto del 2011 la gente salió a las calles y las barricadas iluminaron el país completo: A la semana siguiente y en forma permanente se suspendieron todas las manifestaciones organizadas por el PC y la concertación, tales como el funeral a Salvador Allende quien había sido exhumado. La revolución se suspendió hasta nuevo aviso. Luego de eso, el discurso de la movilización social se fue reemplazando poco a poco por el electoral, curiosa coincidencia o somos testigos de nuevos pactos y transas que negocian nuestra indignación?

30 de septiembre

En las próximas semanas se hablará mucho de elecciones. Esto dará la impresión de un frenazo de la movilización social, pero será sólo eso: una impresión. Las expectativas de solución a los problemas de tod@s no se cumplirán. El malestar social seguirá aumentando y necesariamente se expresará otra vez en la calle. Lo único lamentable, por ahora, es que ese descontento no parece que se vaya a manifestar positivamente en noviembre dando una campanada al modelo. Pero eso no anula para nada el hecho de que la movilización social seguirá independientemente de las elecciones y sus resultados.
Igualmente es importante notar que el pueblo se moviliza de manera autónoma. No depende de uno o varios partidos, y no tiene porqué ser así. Por lo tanto, no hay que esperar ni pedir permiso al PC u otro a que se ponga a la cabeza de nuestras demandas. En la lucha por recuperar nuestra soberanía, cada uno debe saber cuál es su lugar en día a día, minuto a minuto….
Un saludo fraterno

25 de septiembre

Concuerdo que en Chile existe lucha de clases, pero esa lucha es:

1) Desordenada
2) No consciente ni de clase ni de norte

Ese es el problema de esta lucha de clases que se libra por parte de los aniquilados. Es cierto, se ha desarticulado la enredadera social, se nos ha dicho que las teorías revolucionarias son cosas del pasado, se nos ha impuesto un mercado voraz que captura, como para justificar ese «caos» en la lucha, sumado a una izquierda revolucionaria en el discurso pero que suscribe el libre mercado, pero no es menos cierto que los mismos «creyentes» de las teorías revolucionarias se fueron entregando a las bondades de las «piedras en el camino» como para olvidar esa lucha de clases.

Carlos Marx fue sincero y preciso cuando dice “que la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos”. Actualizando al sujeto, ese trabajo se está llevando, y me remito a Chile, desarticulada, sin un norte preciso y menos claro. Entiendo que Marx cuando sentencia esa idea es un llamado de atención a la fuerza creadora, que es el trabajador, para que se organice de manera armónica, políticamente consciente de su clase y que debe llegar al poder porque es mayoría.

Pero la lucha de clases en Chile se ejecuta, también, por parte nuestra en un camino peticionista. Le pasa el petitorio al patrón y éste desoye. Es ahí cuando falta una orientación tanto de clase como de lucha a los movimientos ya sean sociales, de trabajadores, obreros o estudiantiles.

El PCCh en ese aspecto no ayuda, se olvidó de la “clase”, se desentendió de la labor de aglutinar al trabajador y a los ciudadanos en torno a un proyecto que nos haga competir con la dominación y llegar al Estado no para parasitar en él, sino destruirlo y hacer algo nuevo, distinto, olvidándose de la práctica soviética y otras que nada tienen que ver con la teoría liberalizadora de Marx.

La clase dominante lleva la delantera en esta lucha. Posee recursos y son dueños del sistema. Está en ese hecho, de clara desventaja, que la lucha de clases, vista desde el lado nuestro, debe reorientar su fin y no simplemente caer en la petición, más bien la acción, la educación de nuestro entorno, cosa que practico con cierto éxito, el plantearse no tan sólo el petitorio al dictador(a) de turno que me de esto o esto otro, sino fortalecer una real opción que se coloque metas de poder, tiene que ser el norte y objetivo real.

A veces siento que este despertar está dirigido como para que nada cambie. No entiendo cómo, si los estudiantes llevaron las banderas de algo, junto a una ciudadanía que les daba su beneplácito en las encuestas, no tomaron en serio eso del poder y se transformaron ellos en fuerza política. Qué pasó, parte de ese liderazgo terminó entregándole el trofeo a la misma clase que nos aniquila en estos largos 40 años o se esfuma en la arena electoral ¡solos! ¿Primó la clase?

No hay ni armas, ni fusiles ni ganas de disparar, pero sí un amplio trabajo de promover tanto la lucha como la consciencia de clase, no sólo del obrero o del pobre de este país, sino de todo aquel que crea que el bien común, eliminar la palabra clase de hecho y la dominación de aquel con capital, es posible.

Si vivimos en la utopía de unos pocos (eso sí que es utopía), como no vamos a ser capaces de llegar a nuestra propia utopía, mayoritaria, aunque millones la desconozcan y vivan bien en este establo largo que sea cae de la cordillera al mar.

Saludos.

30 de septiembre

David:
Con todo respeto te digo que sí hay armas, sí hay ganas de luchar. De otro modo no se entiende que tú mismo estés llamando a trabajar, a despertar conciencias… Tú eres uno de tantos de esos miles de fusiles que si estamos dispuestos a disparar.
Con el mismo respeto que te dije lo anterior, te digo que hay que mirar los signos positivos en esta larga lucha… No se consigue levantar una alternativa que ha sigo perseguida y hostigada tan duramente durante tantos años. Es necesario perseverar, y sobre todo no bajar la guardia.
Nos quitaron la alegría…que no nos asesinen la esperanza.
Un abrazo fraterno

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