Los resultados de las pasadas elecciones municipales han puesto al descubierto el verdadero rostro de lo que la clase política dominante viene denominando afanosamente como “democracia”, concepto sujetado desde lo que se subrayó como “la vuelta a la democracia” o “el retorno a la democracia” en 1989.
Los resultados de las pasadas elecciones municipales han puesto al descubierto el verdadero rostro de lo que la clase política dominante viene denominando afanosamente como “democracia”, concepto sujetado desde lo que se subrayó como “la vuelta a la democracia” o “el retorno a la democracia” en 1989.
La puesta en marcha de la inscripción automática y el debut del voto voluntario en las elecciones municipales del pasado 28 de octubre, ha permitido ver con mucha más claridad el rostro de un producto mal llamado “democracia” que nos vienen vendiendo desde que asumió la presidencia Patricio Aylwin Azócar.
Un tiro por la culata ha resultado ser, para la clase política dominante, el estreno del sistema del voto voluntario. La alta abstención obtenida en las pasadas elecciones municipales ha permitido saber que la clase política no representa a nadie más que a un 41% y que habría de disminuir –más encima– con el 4,26%, obtenido, que suman los votos nulos y blancos. Por lo que el porcentaje exacto de representación sería de 36,74% (eso en cuanto a alcaldes, porque las cifras en cuanto a concejales disminuye aún más: 33% de participación menos 7,41% de votos nulos y blancos= 25,59%).
Ahora pongamos un ejemplo sencillo: si existe una participación del 40% en una comuna, y sale elegido un alcalde con el 55% de los votos ¿cuánto sería el porcentaje real que habría sacado ese nuevo alcalde? Respuesta: 22%.Estas cifras darían como para preocupar a cualquiera que esté dentro de la órbita de la clase política dominante. Mas pareciera ser que dichas cifras no resultaran ser tan alarmantes.
La salida de Cristián Labbé y la entrada de Josefa Errázuriz a la alcaldía de Providencia, o la salida de Pablo Zalaquett y la entrada de Carolina Tohá a la alcaldía de Santiago, parecieran “sintetizar” mediáticamente el resultado de las pasadas elecciones municipales, graficando la derrota y la victoria de dos visiones “contrarias” y un “aquí no ha pasado nada”. Todo ello bien condimentado con los famosos “votos perdidos” o “fraude electoral”, para amortiguar quizá en algo los “7,908,155” chilenos y chilenas que se abstuvieron de ir a votar por “su” alcalde.
Los interesados en explicarse los altos índices de abstención todavía andan “vueltos locos” buscando las respuestas. Pero no hay mucho que buscar, menos cuando se ha pasado de un padrón de 8,285,186 a 13,404,084 electores, producto de la inscripción automática.
Cuando tienes a una “democracia” siendo irrespetuosa con sus ciudadanos, utilizando una Constitución (1980) fabricada en dictadura, y “bien” administrada y profundizada por la Concertación (entre 1989 y 2009), y ahora proseguida por sus propios “progenitores” ideológicos de la derecha, y le quitas obligatoriedad al acto de votar, lo que estamos logrando es que los ciudadanos dejen de estar amarrados a un sistema “democrático” que por años le había dicho que si se inscribía o si ya estaba inscrito estaba obligado a ir a votar o delo contrario arriesgaba tener una multa o problemas con la justicia.
Hoy lo que ha pasado es que, los que antes no habían tenido el interés en ir a inscribirse a los registros electorales, por tratarse de una “democracia” pobre e irrespetuosa que no les toma en cuenta, ahora inscritos automáticamente siguen manteniendo su posición a un sistema que no hace mucho por los intereses de los trabajadores, estudiantes y pobladores, manteniéndolos como meros espectadores, alejados y desvinculados de cualquier decisión que les pudiera afectar.
Se equivocan garrafalmente quienes tienen la idea absurda de que los altos índices de abstención se debió en buena parte a la campaña desplegada e identificada como “Yo no presto el voto”, convocado por la ACES (Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios).
Cuando tenemos la urgencia de ir a la taza del baño y sabemos que debemos ir sí o sí, que venga alguien a “recordarnos” que debemos ir a la taza del baño ya se hace innecesario, debido a la obviedad de lo que involucra la necesidad. Es obvio que debido a la urgencia deberemos ira hacer nuestras necesidades, y, más aún, cuando ya no hay nadie que nos obligue a ir a la ensalzada “fiesta de la democracia”.
Si antes, cuando existía el voto obligatorio, el llamado de ciertos grupos en contra del actual status que era a votar nulo o en blanco, debido a las circunstancias, ahora el llamado obvio se ha convertido en llamar a no votar. ¿Cambian en algo las estructuras de Poder al votar nulo o en blanco, o al no presentarse a votar? Claramente hade resultar lo mismo que votar, ya que las estructuras no cambian significativamente.
Por tanto, todo llamado a votar nulo, blanco o a abstenerse no deja de ser un mero acto simbólico que refleja cierta crítica al desempeño de la clase política quienes supuestamente están por velar por nuestros intereses.
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*Puedes revisar también el Gráfico de Elecciones en Chile (Excel – 73.5 KB)
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