Hace unos meses tuve la suerte de visitar Medellín. La capital del departamento de Antoquia cuya gobernación adoptó hace un tiempo el slogan de “la más educada”, se visita y disfruta como una ciudad bella, limpia y moderna, de una amabilidad comprobable y bastante integrada.
Medellín hoy es una ciudad que se aleja determinada (y hastiada) de la figura de Pablo Escobar, con problemas -por cierto, pero también con un plan, con un proyecto que hace que se respire la idea de que existe un progreso común. Eso que soporta la fe pública y al fin, entrega la idea de que el progreso es sinónimo de que todos estamos mejorando.«Todos los ciudadanos son iguales, no haga usted distinciones por motivos políticos, sociales, raciales o económicos, sólo usted puede hacer distinciones para extremar la cortesía y la amabilidad con los débiles y humildes».
Fue en esta ciudad, visitando el Museo de Antoquia (otrora la gobernación), que encontré un instructivo municipal que cumplía más de 60 años y que me gustaría compartirles. Sobre todo porque el próximo año hay elecciones municipales, y ese espacio, primera ventanilla que enfrenta al ciudadano con la orgánica estatal, es un lugar clave para reforzar la idea de que sumado a los cambios que requiere (urgentemente) Chile, también necesitamos tratarnos bien, confiar en los otros, apoyarnos y acompañarnos, porque por obvio que parezca, los países, las sociedades y el tejido que nos une se construye y se sostiene en la acción cotidiana de todos y de todas.
Ahí les va, “Mandamientos a los empleados del Municipio” (1953), que más allá de la gestión (y presión) funcionaria, en Medellín hace más de 60 años, se relacionaba con ser, entender y empatizar:
1.- La vida es amable y buena, no amargue usted la suya y la ajena con palabras descorteses o con actitudes desapacibles.
2.- Todo ciudadano está obligado a tratarlo a usted con cortesía. Si alguno falta a este deber, no lo imite: contéstele con dignidad pero con calma, anote su nombre y comuníquelo a su superior.
3.- Una mala palabra, un gesto inamistoso arruinan el día suyo y del otro.
4.- Muchas veces usted tendrá que decir no. Siga entonces estas dos reglas: Explique los motivos de la negativa y hágalo en forma pausada y suave.
5.- Otra veces usted dirá sí. Haga este sí más agradable con una actitud placentera o con una palabra amable.
6.- Recuerde siempre: usted es un servidor del pueblo. El pueblo paga el salario de usted y tiene derecho a ser servido de buen grado y con buenos modales.
7.- No olvide nunca que todas las obras y dependencias del municipio son del pueblo, que el pueblo las sostiene y que usted no es sino un servidor.
8.- Usted tiene que resolver muchos problemas o casos y atender muchas gentes, pero cada ciudadano que se acerca a usted no piensa sino en si mismo o en su problema o en su caso, atiéndalo usted como si no tuviera sino ese caso y ese problema. Esto le proporcionará a usted bienestar y dejara al otro satisfecho.
9.- No levante nunca la voz ni ofrezca un semblante irritado o desapacible. La gente aprenderá a respetarlo si usted habla y obra sencilla y suavemente.
10.- Todos los ciudadanos son iguales, no haga usted distinciones por motivos políticos, sociales, raciales o económicos, sólo usted puede hacer distinciones para extremar la cortesía y la amabilidad con los débiles y humildes.
Estos mandamientos se resumen en uno: trate usted al público como quisiera que lo trataran a usted.
Medellín, 1953
Ojalá el Chile del 2016 pueda adoptarlo (y acomodarlo, por cierto).
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