La “transición” comenzaría en la agencia, no en la Alameda. Su contenido se concentra en las tecnologías sociales, el marketing, luego las “políticas públicas”, y en la conversión de la acción política en cosa mediática (capítulos de un culebrón). Pero todo eso no es más que diagnóstico. Me ocupa mucho más saber si hay en esto eso que llaman alternativas. ¿Dónde está hoy esa chiquilla loca de las protestas?
¿Por qué termina así, como termina, la película del «No»? Miro alrededor: ¿por qué no termina con esa larga toma/secuencia cerrada sobre nuestro protagonista llevando en brazos a su hijo y atravesando un mar de gente, la alegría en su clímax, la mañana siguiente del plebiscito, el 6 de octubre de 1988?
Los dos tan unidos, el presente y el futuro, transitando la Alameda de Las Delicias; parece que nos vamos a quedar allí. ¿Qué quiere la película que miremos para no olvidar?
Súbitamente aparece una nueva escena –y esta sí, la final. Entramos a la sala de reuniones de la agencia publicitaria donde, quien fue el director creativo de la campaña del Sí, está presentando a su socio (y ex empleado) quien, a su vez, fue el director creativo de la campaña del No. El cliente en cuestión resulta ser nada menos que “el canal de todos los chilenos”. Y ¿qué están ahora marketeando ambos re/unidos después del plebiscito? ¿Qué nos venden?
Una sensación incómoda me asediaba desde mucho antes: ¿por qué la ex pareja de nuestro protagonista (y madre de su hijo), el director del No, no quiere nada con él? ¿Por qué, si se llevan bastante bien (“civilizadamente”); si incluso comienzan un ardiente beso pleno del mejor pasado, muy tarde en la noche en la casa de él, y con el niño allí, profundamente dormido? La escena contiene todo lo necesario para la intimidad de una reconciliación.
¿Qué hay en él de insoportable para ella? Ella es una mujer del combate callejero, del planfleto, de la chuchada a los pacos, de la protesta nacional en las barricadas. Súper pasional, como quizás también súper impotente: la personificación de la estrategia del “frente a frente”, fuerza contra fuerza, donde los milicos la llevan.
¿Y él? La película incursiona mucho en la casa donde vive solo. Mirémoslo jugando a cada rato con su trencito eléctrico en el living de la casa. Armando misiles de juguete, que eran, al parecer, un regalo para el niño. Véanlo deslizándose por las calles de Santiago sobre su skate –tal vez incluso va en skate a su oficina en la agencia.
Parece un niño. ¿O es un niño? Ella puede ser eso que llaman una “resentida” (o una “perdedora”), y, sin embargo, lo hace todo porque cree, porque vive eso que llamamos una causa social (ideología, utopía).Él, en cambio, es una suerte de “genio” del marketing, eso sí, reconocido por la industria. Tal vez sus fijaciones infantiles le han abierto el acceso a una sola cosa: la intuición absoluta de cómo se hace para vender lo que sea a cualquiera. Saber mínimo hipereficiente; sofisticación de la tecnología social postmoderna.
Si vamos bien, el No habría ganado por el uso de una de las más detestables armas de su adversario. Si la dictadura fue el “modelo”; el marketing es una de sus columnas más dinámicas. La película finaliza en la agencia de publicidad, vendiendo por la televisión nacional, a todos los chilenos, la cuestión de lo público como telenovela. Es el vaciamiento de lo público y de la política de contenidos. Y su sustitución por las más diversas maneras de acomodar y acomodarse al “modelo”. Pero, ¿pudo resultar de otra manera? ¿No estaba pasando lo mismo por todo el mundo?
Todo ello parece también una interpretación de nuestra “transición” democrática. Esta “transición” comenzaría en la agencia, no en la Alameda. Su contenido se concentra en las tecnologías sociales, el marketing, luego las “políticas públicas”, y en la conversión de la acción política en cosa mediática (capítulos de un culebrón). Pero todo eso no es más que diagnóstico. Me ocupa mucho más saber si hay en esto eso que llaman alternativas. ¿Dónde está hoy esa chiquilla loca de las protestas?
Respondemos: de vuelta en las calles, como estudiantes, como movimientos ciudadanos. Pero, ¿con qué tipo de propuesta? Porque entonces, de pronto, pareciera que disputan orientaciones ideologizadas que quieren apropiarse del presente en el nombre de ciertas melancolías, y orientaciones fragmentadas, caóticas, localistas, que a veces están y a veces no. Que se muestran, se esconden, y confunden.
Harto confundidos estaban los dirigentes políticos el año 88 ante la propuesta del creativo del No. Y si la película genera tremendas emociones para todos los lados, no sería mala idea quizá mirar el mundo actual allí donde están ocurriendo emociones colectivas de un tipo parecido.
Comentarios
28 de agosto
Bueno el análisis y las perspectivas que propone.
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30 de agosto
uyyy, no me hagas hablar, que es tragicómico. Miles de personas se movilizaron, la gran mayoría de manera pacífica, derrotando a momios y ultristas. Pero quienes hicieron la transición no fueron esos miles, sus deliberaciones y representantes. Recuerdo cómo en el ’89 los partidos de la Concertación se llenaron de nuevos militantes y, los gobiernos, ni siquiera de aquellos. Las instituciones públicas no hicieron ningún cambio en sus estructuras internas y a los nuevos administradores no les preocupó mucho tampoco. Para parodiar la pregunta planteada por el autor, esos miles que estaban en la calle siguen en la calle, pero más que un reencantamiento, parece un signo de su derrota..
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15 de abril
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17 de abril
Buen análisis, no dejas de tener razón, creo que era la manera de sacar a la dictadura. El problema es que muchos aún estamos esperando que llegue la alegría.
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