Estamos viviendo el giro más importante en la historia de la comunicación humana desde la aparición de la escritura. Por primera vez aparece un medio que revierte la tendencia a la concentración del poder en un emisor con un número cada vez mayor de receptores. Desde los escribas hasta la imprenta, los megáfonos a la radio, el teatro griego a los eventos políticos o musicales para millones, la televisión trasmitida a salas de cine a la transmisión de las olimpiadas o la boda real donde la teleaudiencia se cuanta por miles de millones de seres humanos.
Esa concentración de la “pirámide” se reflejó, tanto como modelo como práctica humana en las organizaciones y las instituciones. Ese modelo determinó la forma de generar acuerdos, tomar decisiones y ejercer el poder. También, la concepción del trabajador, el militante, el cliente, el ciudadano, todos en la base de la pirámide, receptores pasivos de las verdades creadas y enviadas desde lo alto, por quienes controlan y poseen la información y tienen el poder de enviar e instalar sus verdades.
Las redes sociales vienen a cuestionar práctica y teóricamente el modelo de concentración piramidal de la comunicación y la organización de las comunidades humanas. Ese el gran quiebre que hemos empezado a vivir: la manera en que los seres humanos conviven con los otros, crean y creen en sus verdades, dan y quitan poder a las instituciones. Pasamos de las autoridades, políticas, religiosas, mediáticas, económicas que vivían en lo alto de las pirámides en unas cumbres que desaparecían en la divinidad de los cielos a los humanos que están aquí al lado, al alcance de un tweet.
Las redes sociales aparecen y aceleran un proceso histórico en el que los poderes y las instituciones tradicionales perdían la confianza en su capacidad de hacerse cargo de los problemas urgentes y apremiantes, se cubrían de sospechas y dudas, destacaban más por sus abusos que por sus virtudes. Antes de las redes sociales, motivados por escándalos y denuncias mediáticas, las bases habían empezado a sospechar de los habitantes de las cúspides de las pirámides.
Hoy, lo vemos en el mundo y en Chile en particular, el problema no es el qué, sino el cómo nos ponemos de acuerdo, el cómo se construyen las nuevas verdades comunes, y cómo les damos vigencia y autoridad y por cuánto tiempo. Es decir cuáles son las nuevas instituciones para un mundo horizontal y no piramidal. Es urgente que las discusiones políticas salgan del esquema del viejo paradigma. Aunque hoy, para algunos estas ideas parezcan ciencia ficción, la dinámica es tan veloz, que cuando “terminen” las discusiones, el escenario ya será completamente distinto.
Comentarios
15 de abril
Totalmente de acuerdo, Mauricio.
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15 de febrero
HACE RATO QUE ESTAMOS MUY DE ACUERDO CON ESTA REFLEXIÓN SOCIAL MEDIATICA… EL MUNDO NO SOLO CAMBIÓ, SI NO, QUE ES «OTRO». FELICITACIONES. HAY QUE SEGUIR REPLICÁNDOLO Y EXPLICÁNDOLO, PORQUE LAS AUTORIDADES Y LOS DE ARRIBA DE LA PIRAMIDE CHILENA Y MUNDIAL, SE HACEN LOS CUCHOS…
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