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ARChi: Piensa positivo

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Sin embargo, estoy en contra de la ley que obliga a programar música chilena. Primero, porque no estoy de acuerdo con la idea, un tanto romántica, de que los músicos somos seres especiales que no cumplen con las reglas para hacernos un espacio. Posiblemente el proceso creativo sí tenga ciertas características especiales, pero en cuanto a su difusión, no tiene tantas diferencias con vender esculturas o calcetines. Se trata de destacar en lugares difíciles, donde si bien el talento o la genialidad son un requisito súper necesario, no configuran la totalidad del “triunfo difusivo”. Muy por el contrario, se necesita trabajar mucho y muchas horas, para descubrir y generar un plan serio y bien definido.

Soy de la generación que creció escuchando el clásico spot radial del “piensa positivo”. Ví sus carteles en la calle, me sabía la canción de memoria y con mis amigos la cantamos innumerables veces en los recreos del colegio. Sin embargo, veo con extrañeza la actitud que ha adoptado frente al proyecto de ley que impone un 20% de música chilena en radios.

No soy el defensor de la Asociación de Radiodifusores de Chile, Archi, ni mucho menos. Considero que a veces esta institución abusa de su posición, como ahora, donde los únicos que pueden hacer una campaña masiva en contra de la ley, mediante las estaciones de radio, son quienes dominan. Tal asimetría en el poder difusivo es justamente la que se quiere corregir, puesto que claramente hay una tendencia a programar música extranjera en todas sus formas: cumbia, reggaeton, dance, lo que sea que tenga nombre gringo. Eso tiene resultados perjudiciales para la “industria” musical chilena (si se pudiera hablar de la existencia de una), ya que no sólo escuchamos, sino que bailamos y cantamos en clave internacional. Veo a mis amigos músicos frustrados por que no saben qué hacer frente a un mercado colapsado por canciones foráneas, sin espacio para mostrar sus creaciones en el único medio especializado en sonido.

Sin embargo, estoy en contra de la ley que obliga a programar música chilena. Primero, porque no estoy de acuerdo con la idea, un tanto romántica, de que los músicos somos seres especiales que no cumplen con las reglas para hacernos un espacio. Posiblemente el proceso creativo sí tenga ciertas características especiales, pero en cuanto a su difusión, no tiene tantas diferencias con vender esculturas o calcetines. Se trata de destacar en lugares difíciles, donde si bien el talento o la genialidad son un requisito súper necesario, no configuran la totalidad del “triunfo difusivo”. Muy por el contrario, se necesita trabajar mucho y muchas horas, para descubrir y generar un plan serio y bien definido.

Segundo, porque no creo que sea la solución que necesita un Chile que busca modernizarse y sobre todo, que genere un cambio permanente en la forma en que nos enfrentamos a la cultura artística que se genera acá. La difusión cultural no pasa por una imposición coactiva, sino por una promoción positiva. Cerrar la discusión a un porcentaje es ser ciegos a la realidad, donde se puede potenciar el rol del Consejo para la Cultura y las Artes, ofrecer incentivos tributarios a las radios que programen música nacional o realizar campañas masivas, produciendo una huella permanente en la identidad nacional.

Finalmente, una cuota de realidad. Los músicos chilenos que han tenido mayor éxito comercial, no sólo en los últimos años, prefieren partir a México o EE.UU. pues hay una diferencia obvia e insalvable en los volúmenes de mercado que existen allá y acá.

Los problemas de difusión no se solucionan con más obligaciones generadas por el Estado y su capacidad, sino que con un cambio concreto en la aproximación que tenemos como sociedad frente a lo que nuestros connacionales crean.

 

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Comentarios

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CECILIA CONCHA-LABORDE

17 de marzo

Ummm, creo que tu planteamiento está centrado en el éxito individual de un músico y desde esa perspectiva puede ser «correcto», pero la lucha por una ley de protección a la música chilena, no busca que todos sean «famosos» o «exitosos»… Busca en primer lugar dar un uso a las frecuencias que estando concesionadas son todavía de «todos los chilenos» y no parece justo, ni inteligente (en un lenguaje de éxito) que se dediquen sólo y en un 100% al negocio particular de algunos…. Si quieren hacer negocio con algo que es de todos, tenemos derecho a poner algunas condiciones, y el 20% para la música nacional es harto menos que lo que exigen varios países que gracias a eso han logrado una industria musical que es buscada por músicos del mundo…. (allá emigran varios de los nuestros). Y en segundo lugar busca rescatar, cuidar, sostener, alegrarnos, reconocernos en nuestra identidad (que la tenemos aunque muchos no crean…)…. Nuestra música no es sólo un negocio individual…. es sobretodo una existencia compartida que nos hace bien, aunque algunos no hayan podido descubrirlo aún, porque no tienen acceso a escucharla……

Vicente Cortés

24 de marzo

Me parece que tu comentario está lleno de argumentaciones sumamente subjetivas y además, al hablar en plural te arrojas la representación de todos?, a pito de quien sabe que:

«Nuestra música no es sólo un negocio individual…. es sobretodo una existencia compartida que nos hace bien, aunque algunos no hayan podido descubrirlo aún, porque no tienen acceso a escucharla»

«Busca en primer lugar dar un uso a las frecuencias que estando concesionadas son todavía de “todos los chilenos” y no parece justo, ni inteligente (en un lenguaje de éxito) que se dediquen sólo y en un 100% al negocio particular de algunos…. Si quieren hacer negocio con algo que es de todos, tenemos derecho a poner algunas condiciones»
«», a nombre de quienes hablas?
Además, las condiciones ya fueron puestas, los contratos ya están firmados.

Que las frecuencias estén concesionadas es principalmente por un tema de ordenar el uso del espectro electromagnético. Pretender que eso sea propiedad o monopolio del Estado es simplemente ridiculo. Es como decir que el aire es monopolio del Estado y por tanto el Estado puede decidir quien respira y quien no.

Finalmente, tu argumentación queda invalidada por lo que ha sido la experiencia práctica de los últimos años: cada vez más la radio pierde importancia en la difusión para ser reemplazada por las diferentes redes sociales. Es más, muchas bandas ahora incluso permiten la descarga gratuita de sus discos, entendiendo que el «negocio» está en los conciertos y la difusión, por internet. Así es como hoy en día Chile posee una escena musical que ya se la quisieran países mucho más grandes y con la ley del 20% vigente. Bandas como Astro, Gepe, Javiera Mena, Alex Anwandter, Protistas, Manuel García, Denver, Niño Cohete, Pedro Piedra, Fernando Milagros, Francisca Valenzuela, y un largo etc. han surgido por sus propios medios, sin el apoyo de las radios ni grandes disqueras.

Finalmente, como la experiencia lo indica, aferrarse a la acción coactiva del Estado para imponer un tipo de difusión radial, no es ni necesaria ni efectiva para cumplir los objetivos deseados. Por el contrario, parece ser más un intento de obtener privilegios vía lobby al Estado.

17 de marzo

No han pensado que la gente en Chile no escucha musica «Chilena» simplemente por que es de mala calidad? Hay grandes musicos chilenos de calidad indiscutible y suenan bastante en las radios, pero la gran mayoria deberia enfocarse en mejorar asi se haran un espacio.

17 de marzo

Estimados:

Creo que este tema no se trata en definitiva de la calidad de la música chilena, ni tampoco de favorecer a unos artistas sobre otros por una condición externa a la obra. Se trata en definitiva del acceso a la música y una debacle de la industria actual.

Seamos sinceros: Quien le pida (o quiera obligar) a la Archi a poner bandas chilenas participa de la misma debacle profunda que es que las bandas han ido emigrando de las radios a Internet y a los sellos independientes cuyo espacio de difusión es no-tradicional. En el juego del 20% funciona una lógica media anticuada y en crisis como lo es que el gran triunfo de un músico es sonar en una radio y que la gente lo escuche ahí. Es un profundo error pedirle regalías a un sistema en crisis, pedir espacio a radios que se sustentan en lo que los sellos pagan para poner a sus artistas.

Que duda cabe que el público de las bandas actuales hace rato ya se alejó de las radios (he ahí la debacle de la Rock and Pop o el cierre de la Horizonte en señal abierta) y las disquerías (Feria del Disco). Los músicos actuales más influyentes también lo hicieron. Hoy la industria más visible y sin competencias o trampas para el músico y su seguidor está en las redes que músico-público han ido armando, en una lógico casi de comunidad. La ley del 20% además de anticuada no abarca el fenómeno en su totalidad, solo asegurarse ciertos créditos (quizás los últimos que le quedan) más apegados a lo tradicional, al juego que siempre le interesó jugar que es asegurarse el dinero de los sellos. Lo que pase fuera de la influencia de los grandes conglomerados es prácticamente inentendible para la SCD (para que decir de Malebrán, la gran ideóloga de esta catástrofe).

Instalarse con los poderosos es la ley; los que van por fuera no cuentan. Ahora bien, los que van por fuera tampoco les interesa demasiado este debate. Viven bien y con buena vitrina en esta comunidad que a ratos tiene alcances internacionales importantes.

La ley del 20% en definitiva es un paso atrás para el que la quiera tomar. Es aceptar el juego del monopolio, del periodista de música que se ama o te odia dependiendo de cuanto pague el sello. Esencialmente hoy el acceso a la música chilena está tan democratizado que está fuera de la dictadura de las radios y sus arreglos afines con la industria. Esto no es un tema de calidad musical; parece también un espacio donde se quiere congelar y unidireccionar a los pocos que usan la radio para escuchar canciones. Ahí hay un problema profundo, que es marginalizar a los que de una manera u otra no tienen más acceso que la radio a la música (ya sea por edad, sexo o condición económica). Es tener un público cautivo a la mala.

La Ley del 20% es, finalmente, solo otra forma de hegemonía de un modelo disfrazada con una linda banderita que nos saca emociones de vez en cuando.

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