El “desarrollo sustentable” no es otra cosa que una falacia: el desarrollo no existe para todos, no puede ser ni nunca será sustentable, porque el desarrollo nunca fue pensado para ello.
Pues si entendemos el «desarrollo sustentable» como actuar general, en cuanto ética absoluta que intenta escapar del destino destruido que le deviene, con el modelo actual nunca llegará. No llegará porque siempre estuvo condenado a no llegar, fue pensado para que nunca ocurriera. Y no llegará porque la idea de desarrollo sustentable es una noción contradictoria en su génesis.
El pretendido desarrollo que todas las naciones buscan como el mayor de los valores, está arraigado en la perfectibilidad del ser humano, en el desarrollo técnico basado en el consumo de recursos inagotables (como se creía en la modernidad) y en la transformación de la realidad del hombre en moneda transable. Así pues, esta noción de desarrollo, producto del avance del modelo social imperante, en ninguna parte pone énfasis en la sustentabilidad, o mejor dicho, en la auto-sustentabilidad de todo el proceso de desarrollo. Pues bien, ¿cómo hacer que un proceso que avanza cada día a pasos agigantados, que no posee una ética interna de reflexión y que es peligrosamente individualista, se transforme en un regalo de dios, que salvará a toda la humanidad de la extinción inminente? ¿quién puede creer que realmente los modos de producción cambien radicalmente como para salvar al planeta de la destrucción y con ello a la humanidad entera?
A primera vista parece por lo menos raro. Más parece ser un último intento desesperado de quienes manejan esta máquina de desarrollo, de mantener la realidad en el statu quo que tantos réditos les ha dado.
El desarrollo sustentable no es otra cosa que una falacia: el desarrollo no existe para todos, no puede ser ni nunca será sustentable, porque el desarrollo nunca fue pensado para ello. Así pues, lo que se necesita para tener una existencia humana amigable con su naturaleza y su entorno medioambiental, es una transvaloración: cambio de la valoración social general de lo bello a lo práctico. Esto significa realizar cambios radicales en todos los aspectos del quehacer cotidiano de los individuos (cómo la sociedad educa a los miembros más jóvenes, el modo de intercambio de mercancías, la estructura y distribución del trabajo, la forma de movernos, la forma de alimentarnos, el trato de los desperdicios, etcétera), que nos lleven a un verdadero cambio de paradigma. De otra manera la sustentabilidad será siempre, al igual que la idea de desarrollo, la utopía prometida.
Comentarios
08 de febrero
Usted está equivocado, señor. Podemos decir decir que para los entendidos, yerra en aspectos muy elementales. Es algo así como un fail de periódico en la mismísima portada. No puede dárselas de un segundo Malthus y esperar que también se le perdone. Doscientos años es un plazo más que prudente para que corrijamos nuestros errores.
+1
09 de febrero
Lisandro:
si en doscientos años no ha existido cambio ¿ que le hace pensar que tal cambio llegará?. Quizás atento contra la fe y esperanza de quienes creen en el sistema, pero no cabe duda de que el tema se hace ver como importante y de primer orden , pero día a día el tema se esconde como quien oculta la basura bajo la alfombra.