La preocupación por el alto grado de contaminación ambiental de Coyhaique no deja indiferente a nadie, llegando a límites intolerables y que no presagian nada bueno para el futuro. No hay que ser muy ilustrado para darse cuenta de que la contaminación bajo la actual perspectiva sólo irá en aumento, sobre todo si se sigue creyendo que certificando leña se resolverá el problema; primero por su alto precio, solo un 5% de los habitantes de Coyhaique puede pagar 30 mil pesos o más por el metro cúbico de leña certificada.
En segundo término no es un secreto para nadie, que si se usa exclusivamente leña certificada “seca”, el consumo doméstico diario se cuadruplica y es sabido, que para ahorrar leña la población normalmente mezcla la leña seca con leña verde, situando la problemática en un círculo vicioso de nunca acabar y por un tema netamente económico. Un tercer punto que no es menor bajo ninguna circunstancia, es que debemos poner en perspectiva el negocio de la leña certificada, que en verdad no es seca, si oreada, que es algo muy diferente, que esta haciendo que se termine por deforestar lo poco y nada que queda de bosques de la región; si consideramos que cortan alrededor de 1500 hectáreas anuales de bosque verde para orear leña.Es importante considerar, que el impacto social de la llegada de miles de trabajadores de otras regiones y países a la construcción de la obra en el momento de máxima demanda, aumenta la presión sobre los recursos naturales del territorio, haciendo que muchos pobladores se vean obligados a emigrar a las ciudades (Coyhaique), agudizando la pobreza, el desempleo, la violencia y la carencia de los servicios básicos.
¿Entonces se debería bonificar la leña certificada, pero a qué precio?. Qué el precio de 30 mil pesos el metro pasara a 25 mil, 20 mil no solucionaría nada tampoco, que dado los bajos sueldos regionales y el alto costo de vida de Coyhaique, igual seria caro para la población y a decir verdad sería como hacer una raya en el agua, sin resolver el problema bajo ningún punto de vista.
Es lógico preguntarse entonces, si tenemos ríos con caudales importantes, porque no intervenirlos y solucionamos el tema. La solución definitiva va precisamente por ese lado, pero no con los proyectos energéticos que pretende HidroAysén y Energía Austral. Tengo la preocupación que el ministerio de energía aprovechándose de la situación de Coyhaique, use este discurso como justificativo para sustentar la intervención de los ríos Cuervo, Baker y Pascua y reflotar proyectos del pasado en el mundo del futuro, que todos sabemos no son sustentables en el tiempo y ninguno ha presentado la variable de entregar energía a la región para uso domiciliario y resolver el problema Coyhaiquino. Los objetivos están direccionados a venderle energía a la mega minería del norte y Argentina.
Si las transnacionales consideraran entregarle energía a la región para solucionar el problema, sería un pésimo negocio para la región como un todo, hipotecar burdamente el magnífico futuro sustentable que tenemos y el sello verde que nos caracteriza, por una solución que destruiría todas las actividades productivas de la región (ganadería, turismo y agricultura orgánica) actividades que necesitan de un medio ambiente libre de contaminación y una calidad escénica prístina para ser competitivos a nivel planetario y que todos sabemos estos proyectos energéticos destruirían esa proyección para siempre.
Si queremos resolver la problemática de Coyhaique con proyección de futuro y sustentabilidad, es indudable que la visión debe ser de una Generación Hidroeléctrica con Represas de Pasada, que no necesitan embalses o muros de contención para operar, que no acumulan agua para accionar sus turbinas y utilizan el caudal natural de los ríos para funcionar, adaptándose armoniosamente a las variaciones de los ríos en las diferentes estaciones del año, en donde el agua sobrante se diluye naturalmente por efecto de rebalse.
Lo que no podemos permitir, es que para solucionar el problema de Coyhaique, intervengan los ríos y cuencas de la región, que es lo que discursa en forma soterrada e ideológicamente el Ministerio de Energía con los encuentros que organiza con las comunidades y con los seudos estudios que encarga a ciertas consultoras universitarias, para decir, que las hidroeléctricas con muros de contención y embalses son energía limpia y renovable, simplemente porque sustituyen las centrales que usan combustibles fósiles; eso es simplificar enormemente la problemática y transformarla en una afirmación ideológica y mentirosa.
La evidencia que ha conseguido en los últimos años el mundo científico, relaciona directamente a las represas de muro de contención y embalses, con el calentamiento global y la destrucción sistemática de la flora y fauna de los territorios intervenidos. quitándole a las comunidades la proyección de desarrollo, social, cultural y económico.
Un estudio realizado hace un par de años en EEUU, analizó las grandes represas construidas entre 1934 y 2007, poniendo en evidencia una serie de impactos negativos sobre los territorios intervenidos, las comunidades y el medio ambiente de la zona, demostrando que la construcción de grandes represas o varias de tamaño medio, altera considerablemente los regímenes hidrológicos de los ríos aguas arriba de los embalses, por la disminución significativa del caudal aguas abajo, ocasionando cambios estructurales en la calidad del agua, por la variación de la temperatura del oxígeno disuelto, produciendo nutrientes y sedimentos en el embalse, que con el tiempo destruye inexorablemente la vida del río en un par de décadas.
Construir represas viene acompañado de una serie de transgresiones a los derechos humanos de las comunidades (tal como lo hemos verificado con la problemática de Chiloé con las salmoneras y lo sucedido en el Alto Bío-Bío), produciendo desplazamientos forzados desde y hacia las comunidades, daños importantes en la salud humana, pérdida de los medios de vida naturales y la destrucción sistemática de las tradiciones culturales de las comunidades y la criminalización de la protesta social.
Las supuestas compensaciones monetarias, las reubicaciones y los bonos que otorgan los gobiernos como paliativo, no son garantía de una mejora del bienestar de los cientos de desplazados, sino todo lo contrario. Es importante considerar, que el impacto social de la llegada de miles de trabajadores de otras regiones y países a la construcción de la obra en el momento de máxima demanda, aumenta la presión sobre los recursos naturales del territorio, haciendo que muchos pobladores se vean obligados a emigrar a las ciudades (Coyhaique), agudizando la pobreza, el desempleo, la violencia y la carencia de los servicios básicos.
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