El crecimiento económico, el cambio tecnológico, la distribución del ingreso, el estilo de vida globalizado, el consumo de bienes y servicios y la actividad minera -pilar fundamental de nuestra economía-, han venido aumentado dramáticamente la demanda por agua en los últimos 20 años. Con el cambio climático a cuestas, se ha posibilitado que el agua en la actualidad sea un bien escaso, presionando a las comunidades de maneras insospechadas y creando pobreza en el mundo rural. En la actualidad, a pesar de todo nuestro supuesto desarrollo, muchas comunidades nortinas no tienen acceso al vital elemento, dependiendo a diario del suministro de camiones aljibes municipales, lo que en sí mismo es una gran atrocidad que debe resolverse.
Es indudable que el cambio climático ha acelerado los procesos, y el futuro que considerábamos distante se nos hizo presente; por eso se hace extremadamente complicado aceptar que no tengamos en la actualidad una política en este sentido a nivel país, con la capacidad de cuidar el recurso, defendiéndolo en donde se origina el agua -glaciares y ríos-. El cambio climático está afectando el desarrollo de nuestra sociedad; tanto es así, que incluso en las regiones australes -muy especialmente en Aysén- se nota la falta de agua. No es un secreto para nadie que los campos de hielo norte, la segunda reserva de agua dulce del planeta al sur de Aysén, está retrocediendo y que los ríos ayseninos no tienen los mismos volúmenes que en un pasado no tan distante, y que en el sur interior de la región se sufren sequías en verano.La intervención de los ríos destruye los territorios al inundar extensas áreas de bosques en formación, seca los cuerpos de agua al desviar el agua, produce sedimentación que con el tiempo termina destruyendo los ecosistemas.
El discurso de generar electricidad interviniendo ríos, se sustenta en la teoría del siglo pasado cuando no se tenía conciencia cabal del medio ambiente y las implicaciones de no cuidarlo, y se basa en que la hidroelectricidad es una forma de generación limpia. Los ríos son elementos centrales para el desarrollo de un país en los corredores naturales de energía, materia, especies y biodiversidad. En el mundo de hoy con tanta destrucción medio ambiental, los ríos y sus territorios adyacentes son estratégicos como medio de vida, si se quiere un futuro con proyección territorial, sobre todo en un país como el nuestro que tiene la suerte de tener ríos y glaciares aún por proteger.
Los ecosistemas que mantienen los cursos de agua están conformados por elementos bióticos (relacionado con los seres) y abióticos (que no forman parte de los seres), relevantes para los habitantes acuáticos, relacionados directamente con las capturas de agua hasta el mar, que por medio de las aguas subterráneas en los sectores naturales de inundación de estuarios y ecosistemas afines, dependen de los inputs de agua fresca que reciben de los ríos para sobrevivir.
En este sentido el concepto de río como algo “continuo” y con vida propia que entrega vida en su camino al mar, es una de las variables de la evaluación ambiental que no se considera con seriedad científica en la intervención de un río, y por ende de un glaciar. Nos olvidamos del rol vital de los nutrientes y los sedimentos en relación con los organismos que viven del río y son parte de los ciclos naturales.
En un principio, cualquier proyecto de desarrollo energético que demuestre sustentabilidad por sí mismo debería ser bienvenido como estrategia de desarrollo; pero con las represas, la problemática se basa fundamentalmente en el olvido sistemático del impacto social y ambiental en los territorios intervenidos. Comúnmente los gobiernos y las empresas relacionadas manipulan la información, desafectando los estudios que presentan los daños, sociales, culturales, ambientales y económicos en las comunidades. HidroAysén es un claro ejemplo de esta realidad.
La estrategia que aplicó HidroAysén fue simple; omitieron lo malo y resaltaron lo positivo como sustento estratégico en el estudio de impacto ambiental que presentaron. No logró concretarse la intención en gran medida gracias a que Daniel Fernández, el vice pdte Ejecutivo de HidroAysén en ese entonces, no era un experto en el tema, no supo asesorarse y contrató gente sin la experiencia necesaria para trabajar con las comunidades de Aysén.
La intervención de los ríos destruye los territorios al inundar extensas áreas de bosques en formación, seca los cuerpos de agua al desviar el agua, produce sedimentación que con el tiempo termina destruyendo los ecosistemas. A su vez, produce mucha erosión en las costas de los embalses, aporta grandes cantidades de CO2 a la atmósfera, inunda bosques en las tierras altas y turbas en las zonas bajas, contamina con mercurio ríos, flora y fauna y comunidades que la consumen.
Los impactos ambientales producidos por las represas acarrean innumerables resultados económicos; con el tiempo se transforman en profundos impactos sociales, que a la larga son problemas sin solución, que inexorablemente terminan remitiéndose al mismo Estado quien tiene que afrontar los gastos de la destrucción. Las represas tienen una vida útil de no más allá de cincuenta años, después se transforman en moles de cemento sin ninguna utilidad.
Comentarios
25 de agosto
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25 de agosto
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25 de agosto
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