Nadie quiere la violencia que maltrata y mata a las personas. Pero las acciones de violencia en cualquier nivel llevan a más violencia, más aun si es ejercida desde la institucionalidad del estado. No se trata de empatar situaciones, sino de entender que la violencia genera violencia.
El asesinato del campesino Osvaldo Zapata Gutiérrez da rabia e impotencia. Será para esa familia una navidad triste. Y para todos los que amamos la vida también se nos entristece el corazón.
Ciertamente hay que investigar y dar con los culpables de este hecho y de cualquier hecho de violencia. La muerte de cualquier ser humano fruto de la violencia es condenable. Esta muerte nadie la quiere, ni el gobierno, ni los dirigentes de la CAM, ni nadie. Así lo han declarado públicamente sus dirigentes.
Nadie quiere la violencia que maltrata y mata a las personas. Pero las acciones de violencia en cualquier nivel llevan a más violencia, más aun si es ejercida desde la institucionalidad del Estado. No se trata de empatar situaciones, sino de entender que la violencia genera violencia. No podemos sostener que queremos paz, si ofrecemos allanamientos, golpizas, niños heridos, ancianos golpeados, jóvenes mapuche baleados, campesinos chilenos baleados o acuchillados, familias amenazadas, familias con miedo. Cuando la violencia se instala como única forma de reclamar derechos o como única forma de restituirlos comienza una escalada que no tiene fin y que no tiene control.
Para parar esto y no llegar a una situación sin retorno debemos, sin justificar la violencia, entender cuáles son sus causas. En este sentido debemos comprender que parte de esas causas tiene que ver con la situación de despojo, pauperización y discriminación sufrida por el pueblo mapuche a lo largo de los siglos. Hasta que no se responda como país a esto no habrá paz. Así podremos tener luz de cuáles son las acciones que todos debemos realizar para que situaciones como las vividas no se vuelvan a repetir. Quizás ahí podremos dar con la escalada de la paz.
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Fuente de fotografía.
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