La sociedad democrática como conquista histórica no se impone sin conflicto, es más, se forma a través de él. Y el fruto de esa experiencia histórica es que en ella su sabiduría es garantizar al individuo que sus derechos básicos no serán vulnerados por el Estado y quienes ejercen una parte de la soberanía.
¿En democracia puede permitirse que un juez adhiera a un programa político? Si por programa político hablamos del ejercicio de su función en conformidad a la Constitución y la ley, y vigilar el respeto irrestricto a las garantías fundamentales así como a los tratados internacionales que obligan al Estado, entonces no sólo debe adherir a ese programa, sino que es su obligación. Un juez en democracia está obligado a defender sus principios, promoverlos, y procurar que sus fallos los reflejen; porque no nos engañemos, el derecho no es más que otro campo donde lo que está en juego son relaciones de poder.
En una sociedad sin Estado, sin diferencias de clase, bajo la forma de una red de comunidades que se relacionan entre sí, donde la única sanción posible es la vendetta, la sabiduría es hacer la paz. El Ad Mapu -el derecho consuetudinario mapuche- tuvo esa virtud, un mínimo excedente material le dio a la sociedad mapuche la posibilidad de cambiar la venganza de un grupo contra otro por ofensas, por la reparación del daño u la ofensa.
En una sociedad despótica, el derecho en cambio es la expresión del poder del soberano. Las crueles ejecuciones que registra la historia del derecho penal occidental, tenían menos que ver con la gravedad de los delitos, o la disuasión, que la expresión simbólica del poder del soberano-desde el señor feudal al soberano dinástico-sobre los cuerpos de quienes estaban sometidos a él. La sevicia permitía expresar ese poder, y demostrar que era incontrarrestable. Olvidemos discursos acerca de Justicia Natural, Ley de Dios y demás: el soberano se enseñorea sobre el súbdito como lo hace el jefe de una banda mafiosa sobre el barrio que es su territorio.
La sociedad democrática pretende poner fin a ese abuso. Digamos desde ya que eso significó que tuvieran que rodar las cabezas de varios jefes de mafias dinásticas, de apellidos famosos: Estuardos, Capetos y Romanov. El escritor español Arturo Pérez-Reverte lamenta que no haya rodado entre ellas la de Fernando VII de Borbón … a veces yo también. La sociedad democrática como conquista histórica no se impone sin conflicto, es más, se forma a través de él. Y el fruto de esa experiencia histórica es que en ella su sabiduría es garantizar al individuo que sus derechos básicos no serán vulnerados por el Estado y quienes ejercen una parte de la soberanía.
En definitiva, el juez no es un simple funcionario público más, que en un régimen democrático se limita a existir y a ejercer el ritual para el que se le ha entrenado. El ejercicio de la jurisdicción exige un compromiso ético, pero también político, y este último es la conciencia que los jueces en un estado democrático son una barrera contra el abuso del soberano y la violación de garantías de los ciudadanos.
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