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Poder híbrido: la receta para derrocar gobiernos en 3 casos

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La frustración de expectativas en grupos liberalizadores se manifiesta como el principal elemento de poder blando, el cual se traduce en la exigencia de reformas liberalizadoras. En caso de no resultar, se pasa a la ofensiva directa al gobierno a través de la violencia, principal forma del poder duro desde la sociedad civil hacia el Estado, ya tomando la forma de guerra civil o protestas con altos niveles de violencia física.

A nivel mundial se viven procesos complejos: inestabilidad en Venezuela, secesionismo en Ucrania, una guerra civil en Siria por más de dos años, inestabilidad en los países que protagonizaron la “primavera árabe”. En el presente, todos estos países comparten un hecho: la inestabilidad política ha sido producto de un choque entre agentes organizadores defensores de la liberalización (entendiendo esta como la defensa de los principios del liberalismo clásico y neoclásico, como la libertad de comprar y vender, la libertad de circulación de los bienes, la reducción del poder del Estado, entre otras) y agentes defensores del statu quo.

Uno de los nuevos elementos en  este proceso es el hecho de que los agentes de la liberalización poseen en la actualidad una capacidad de afectar la estabilidad política de estos gobiernos no liberales no antes vista, provocando la salida de los gobiernos de los presidentes de la mayoría de estos países, siendo excepciones los casos de Nicolás Maduro en Venezuela y Bashir Al-Assad en Siria, hecho que parece explicarse por la lealtad de las fuerzas armadas a los gobiernos actuales. Es de estos últimos hechos donde surge la pregunta de cuál es el factor que explica la efectividad de estos grupos liberalizadores en diferentes casos a nivel global.

La efectividad de ciertos grupos de la sociedad civil para derrocar gobiernos puede explicarse por la participación y apoyo de un tercer actor tanto política como económicamente en el éxito de los movimientos liberalizadores, que traen como resultado, en el caso de ser exitosos, el derrocamiento de los gobiernos en cuestión. Este tercer actor aplica una combinación de lo que Joseph Nye definió como poder blando (uso de elementos diplomáticos y las reglas del juego para cambiar la conducta de un actor) y poder duro (uso de la disuasión controlada para cambiar la conducta de un actor). Su combinación genera lo que denominamos «poder híbrido», ya que utiliza ambos tipos de poder, pero con el objetivo de que un tercer actor busque derrocar un gobierno local. La frustración de expectativas en grupos liberalizadores se manifiesta como el principal elemento de poder blando, el cual se traduce en la exigencia de reformas liberalizadoras. En caso de no resultar, se pasa a la ofensiva directa al gobierno a través de la violencia, principal forma del poder duro desde la sociedad civil hacia el Estado, ya  tomando la forma de guerra civil o protestas con altos niveles de violencia física. En dos de los casos que revisaremos el actor interventor ha sido Estados Unidos (Venezuela y Medio Oriente), y en uno ha sido la Unión Europea (Ucrania) La principal característica del poder híbrido es su efectividad para hacer que sectores reducidos de la sociedad civil se movilice, y necesite el apoyo de un agente externo para profundizar con la agenda liberalizadora, la cual posee un fuerte contenido ideológico.

El caso de Venezuela

Las protestas asolan Venezuela desde hace casi ya dos meses. El origen de las movilizaciones parte por las demandas de grupos estudiantiles que exigen mejores condiciones para desarrollar sus estudios. Acusan que las universidades, que son públicas y estatales, obligan a los estudiantes a apoyar al gobierno a cambio de matrículas y, de pasar algunos ramos, al igual que se pone en riesgo la matrícula en caso de mostrarse contrario al gobierno. Sin embargo, en dicho país la educación es pública y gratuita, y existen universidades privadas. De manifestaciones estudiantiles se pasó a manifestaciones ciudadanas que pedían la renuncia del gobierno, denunciando la existencia de desabastecimiento, una economía que no crece, acusar al gobierno de ser una dictadura y pedir al mundo que medie en este proceso. Este proceso de mutación de demandas estudiantiles a la renuncia del gobierno fue liderado por dos actores de la oposición: Leopoldo López (actualmente arrestado por incitar al crimen y la violencia en Venezuela, además de ser él mismo quien pide la encarcelación al filtrarse un plan para su asesinato y transformación en mártir, lo que detonaría la guerra civil) y Henrique Capriles, líder histórico de la oposición a Chávez y ahora de Maduro (quien ha perdido ya dos elecciones presidenciales consecutivas, señalando que frente a su derrota ante Maduro las elecciones estaban arregladas, hecho demostrado por organizaciones internacionales como falso).

La filtración de documentos de Wikileaks que vinculan a Leopoldo López con la CIA, o el hecho de que parte de la oposición venezolana reciba financiamiento norteamericano muestra la relación entre poder blando, poder duro, la intervención de un tercer actor y el intento de derrocar un gobierno en nombre de la liberalización del gobierno. La transformación de las demandas estudiantiles (gremiales y sectoriales) en demandas de derrocar el gobierno muestra cómo el poder híbrido usado por un tercer actor (en este caso, Estados Unidos) busca derrocar un gobierno democráticamente constituido, pero que frena el avance de la agenda liberalizadora. La existencia de un apoyo incondicional de las fuerzas armadas al régimen de Nicolás Maduro explica por qué el gobierno no ha logrado ser derrocado.

El caso de Ucrania

Ucrania muestra cómo la intervención de terceros actores se puede salir de control. La salida de dos ministros en menos de 60 días (Timoshenko y Yanukovich), un gobierno en bancarrota y una posible secesión de la república autónoma de Crimea (históricamente vinculada a Rusia y con tropas de este país desde la segunda mitad del siglo XVIII), la aparición de movimientos de corte nacional-socialista y de ultra derecha que han arremetido contra el legado del socialismo real, y  la cantidad de muertos en la Plaza Maidan, que ya se cuentan en más de 60, son los efectos de que terceros actores introduzcan una inestabilidad que no estarán luego dispuestos a controlar. Las manifestaciones comenzaron luego de que el Parlamento Ucraniano no acogiera con la urgencia demandada el deseo de algunos sectores de la población de ingresar a la Unión Europea. Este ingreso no es falsamente justificado, ya que existe un número considerable de trabajadores ucranianos de forma ilegal o en bajas condiciones trabajando en países de la UE, como el caso de los ucranianos recolectores en España de la empresa Monsanto. El ingreso de Bulgaria el año 2007 incentivó a sectores pro-liberales a que Ucrania manifestara formalmente su deseo de ingresar a la UE, hecho que aún no se ha concretado.

El efecto no esperado de que la UE lograra unificar a grupos de la sociedad civil pro-liberales fue despertar a su opuesto, es decir, movimientos que prefieren mantener su histórica vinculación con Rusia. Esto explica la aparición de fuerzas paramilitares en Crimea, y que éstas ocuparan bases militares ucranianas en defensa de su autonomía. Este hecho, sumado al apoyo de Wladimir Putin a Yanukovich ha llevado a que Rusia desee entregar un apoyo formal a Crimea para evitar cualquier intervencionismo externo. Ante este hecho la reacción de Estados Unidos no se hizo esperar, señalando que sancionará cualquier tipo de intervención rusa, aunque esta no esté guiada por un deseo de invadir, caso contrario de su par norteamericano. El valor estratégico de Crimea como abastecedor de gas y petróleo a Rusia y a la UE ha reconfigurado el tablero de ajedrez equilibrando las fuerzas en conflicto pro Rusia/pro UE, evitando que Ucrania se profundizaran los efectos del poder híbrido. Así, la intervención de la UE generó la movilización y organización de sectores a favor de mayor liberalización y su posterior manifestación violenta contra el gobierno muestra la acción del poder híbrido para reemplazar a aquellos primeros ministros que no estén de acuerdo con el ingreso de Ucrania a la UE.

El caso de Medio Oriente

Ya van más de dos años luego de la desafortunadamente proclamada “primavera árabe”. Este nombre fue adjudicado a los procesos de liberalización de los regímenes autoritarios de Yemen, Egipto, Libia y Siria. En el orden en que se han sido nombrados estos países comenzaron a caer sus regímenes, justificados supuestamente por demandas de mayor democracia y libertad, lo cual contrasta paradójicamente con los resultados de estos procesos liberalizadores. El triunfo de los hermanos musulmanes en Egipto y Yemen marca un retroceso del proceso democrático en Yemen (por la vía democrática se restringen voluntariamente las libertades por las cuales supuestamente se luchaban), y el inicio de la inestabilidad política de Egipto, donde luego del triunfo de los Hermanos Musulmanes, organización de corte ultra conservador, las manifestaciones continuaron y obligaron al regreso de los militares y la deposición del presidente Mohamed Morsi. Sobre el caso de Libia la atención pública no ha dado mayor importancia, pero este país vive un deterioro de sus instituciones y de su crecimiento económico al que vivió Irak luego de la invasión norteamericana del 2003. El caso más importante, el caso sirio, merece especial atención.

Luego de que se intentara hacer lo mismo que se hizo en Yemen, Egipto y Libia, Siria era la próxima pieza del dominó que traería mayor libertad a la región. A pesar de los intentos de aplicar el poder híbrido en este país, el apoyo de las fuerzas armadas al régimen autoritario de Al Assad ha sido vital para mantener vivo al gobierno. A diferencia de los demás casos vistos, en Siria el apoyo a la “resistencia” ha sido descarado y tangible: el envío de armas y víveres, prohibido por los agentes de la ONU es tan típico como las muertes de niños y mujeres en las calles ya sea por las explosiones, las balas o simplemente por inanición. Casi un millón de muertos y más de dos millones de refugiados ha sido el saldo de una guerra civil injustificada y abiertamente fomentada por un tercer actor.

En los casos de Yemen, Egipto, Libia y Siria se puede observar el uso del poder híbrido para derrocar aquellos gobiernos que no eran ya útiles para el tercer actor, con la consiguiente movilización de sectores liberalizadores de la sociedad civil y su luego manifestación violenta contra el régimen con el efecto de su derrocamiento, excepto en el caso sirio debido al apoyo de las fuerzas armadas al régimen.

Lecciones del poder híbrido

Ya no es necesario que un país abiertamente intervenga a otro para lograr derrocar al gobierno que le genera problemas en el avance de la agenda liberalizadora. Los terceros actores han aprendido que pueden usar a grupos organizados de la sociedad civil local para lograr el mismo efecto que la intervención lograba otrora. Esta receta para derrocar gobiernos no es nueva: fue utilizada por Estado Unidos para derrocar a los gobiernos de América Latina en los 60’ y 70’ y su reemplazo por dictaduras militares. Sin embargo, los tiempos actuales demandan mayor discreción, y la defensa de las fuerzas liberalizadoras es más protocolar que una intervención descarada, que ahora acarrea mayores costos políticos (censura por parte de la ONU) y económicos (China controla 2/3 de la deuda norteamericana) El poder híbrido representa la nueva capacidad de un tercer actor para lograr derrocar un gobierno sin una intervención manifiesta, y ello lo vuelve una de las estrategias más peligrosas para aquellos gobiernos que no defiendan agendas liberalizadoras.

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10 de marzo

Que buena columna. Son escasos los comentarios o columnas lúcidas e informadas acerca de política internacional. Felicitaciones

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