La trata de personas es un tema escabroso que, como sociedad de doble moral, preferimos mantener al margen de la burbuja de apatía donde vivimos. No quiere decir que no sea de suma importancia ventilarlo, denunciarlo y accionar para combatirlo. Precisamente -porque es una realidad cruda y nos exige conciencia- es que preferimos ignorarla pero, ¿qué pasaría si en la trata estuviese envuelto uno de los nuestros como víctima? Las cosas cambian, ¿verdad? Porque están de por medio los afectos y los lazos sanguíneos. Sería mezquindad si solo denunciáramos cuando es uno de los nuestros quien está implicado. Prevenir la trata es obligación de todos, así como denunciarla y luchar por erradicarla.
La trata de personas tiene muchos rostros, se comercia con ellas para fines de explotación sexual, tráfico de órganos, trabajo forzado o lo que hoy en día también es llamado como esclavitud moderna. La trata de personas con fines de explotación sexual que está en cada bar, casa de citas o “prostíbulos” -que no estoy de acuerdo con el término-; existen personas que están ahí contra su voluntad. Niñas, niños, adolescentes y mujeres. ¿Cuántos bares hay en nuestra ciudad, en nuestro barrio, en nuestro país, en el mundo? ¿Cuántas miles de personas están ahí del otro lado de la puerta y nosotros fingimos no ver? Porque somos mojigatos, tenemos doble moral, y los prejuicios y los estereotipos nos corroen.La trata no puede ser imperceptible, cuenta con la impunidad de estructuras en los gobiernos de origen, para el traslado y la recepción. Viene con engaño, o bien por secuestro.
Como humanidad tenemos que realizar una evaluación profunda acerca de nuestro actuar, de esa indolencia que nos impide ver el sufrimiento de otros. En todas las clases sociales se está propenso a ser víctima de trata pero ésta se facilita para las mafias en personas que viven en vulnerabilidad económica. Muchas engañadas con promesas de trabajo, ahí entran las migraciones forzadas que dejan a miles a la deriva. Niños, niñas, adolescentes, mujeres, afro descendientes, personas LGBTI, o indígenas.
La trata no puede ser imperceptible, cuenta con la impunidad de estructuras en los gobiernos de origen, para el traslado y la recepción. Viene con engaño, o bien por secuestro. La trata se da frente a nuestras narices y la indiferencia, y el egoísmo de pensar que todo gira alrededor nuestro, no nos permite ver lo que es obvio. No solo no hacemos nada para evitarlo y denunciarlo sino que encima criminalizamos a las víctimas de trata. ¿Somos descarados, verdad?
Un ejemplo muy claro es el de las víctimas que han sido detenidas por autoridades como caso de prostitución, se ven con la barrera de no poder acceder libremente y sin prejuicios por parte del sistema y de la sociedad a la salud, la educación, un empleo y una vivienda.
El tema de la trata es extenso, un artículo no es suficiente. Un día mundial tampoco. La trata la vemos todos los días en los niños que trabajan en las calles, en los campos de cultivo donde están esos jornaleros sin dormir y sin comer trabajando de sol a sol, sin paga o con un salario de miseria. La trata la vemos todos los días en nuestros hermanos migrantes que se van de nuestros países, que se trasladan en nuestros países, que llegan a nuestros países. La trata está en todos lados, ¿cómo es posible que no actuemos para erradicarla?
No olvidemos que la violencia sexual y los feminicidios van de la mano de la trata, de la violencia de género, o del patriarcado. Que la trata con fines de explotación laboral va de la mano del capitalismo, de la oligarquía y de las transnacionales. Que esa explotación infantil que viene con la trata va de la mano de la discriminación y del clasismo. Todo se entrelaza. La trata con fines de robo de órganos la sufren, en su mayoría, los migrantes indocumentados en estos tiempos de migraciones forzadas.
Una película excelente que toca muy de fondo el tema de la trata con fines de explotación sexual es la argentina «La Mosca en la Ceniza» Como también el famoso corto que no dura ni dos minutos pero el golpe lo da certero, «Bailarinas en el Barrio Rojo de Amsterdam«.
La próxima vez que veamos un burdel, una casa de citas, a unos niños trabajando en la calle, campos de cultivos, bananeras, azucareras, algodoneras, tabacaleras, fábricas, o migrantes, pensemos en la trata. Y preguntémonos qué podemos hacer para informarnos al respecto, para contribuir a denunciarla, a erradicarla. Yo les diría que así sin tanto embrollo lo único que necesitamos es esencia humana y amor. Vayamos por lo que vale, de nada nos sirve una vida de mediocridad si no dignificamos nuestra esencia humana. Si no hacemos florecer este amor que nos hermana.
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