La cumbre de Cartagena o la insalvable caída de la falacia

Han tenido que pasar décadas y millones de recursos disipados en cónclaves presidenciales hasta que asistamos a un evento internacional como la reciente Cumbre de las Américas, signo explicito del desapego de la diplomacia de América Latina de la autoridad de Washington y en alguna medida respuesta lógica a su descarada obcecación ideológica. Quiero ver en la cumbre un signo claro de la evolución del discurso político que va de “la unidad para el desarrollo” hacia de “la coherencia del accionar con los principios de unidad e inclusión tan mentados”. Las falacias no pueden mantenerse eternamente y ahora más que nunca se exige autenticidad discursiva.

En un giro práctico de la agenda establecida, los temas más relevantes no fueron el trillado fomento para salir del subdesarrollo, ni otros temas económicos tratados en un espacio conjunto con los empresarios más fuertes de América. Los temas que hicieron la verdadera agenda fueron -de acuerdo con el espíritu indignado de los tiempos- tres temas estrictamente políticos y llevados al tapete tras la presión del pueblo colombiano organizado en foros paralelos y de liderazgos adelantados que marcaron desde antes de la cita la línea política conductora. Por un lado, el tema de la presencia de Cuba en la OEA, el reclamo soberano de Argentina en relación a la actitud colonizadora de Inglaterra en las Malvinas y la despenalización de la droga como alternativa al narcotráfico y al crimen organizado. Y por otro lado la postura del presidente del Ecuador, Rafael Correa, que terminó siendo guía al dejar de asistir a raíz de la exclusión de Cuba, así como del sostenimiento de esta postura desde dentro de la Cumbre por parte de Venezuela a través de su canciller Maduro, en unidad de discurso y acción por parte de los demás países del ALBA.

Temas que fueron protagónicos a tal punto que impregnaron el discurso del anfitrión Juan Manuel Santos, fuerte aliado de Estados Unidos en la región, quien en la alocución histórica en la que pidió la inclusión de Cuba no pudo alejarse mucho de aquel mensaje que diera sobre lo mismo -desde alguna montaña de la selva colombiana- el Comandante en Jefe de las FARC. Sin que pensemos en un acuerdo ideal, se trata simplemente de que la necesidad de coherencia no puede estar oculta por tanto tiempo. Al parecer el chantaje del retiro de inversión económica, el miedo a que no se sostenga el TLC con EE.UU. parece que asusta menos que seguir con un discurso de falsa integración en el que ya pocos electores creen, sobre todo frente a lo sostenido por otros países de la región que se han hecho carne en verdaderos esfuerzos de unión con grandes éxitos, como es la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América.

Se necesita un nuevo espacio institucional de organización internacional que tiene que estar amparado y validado por la gente. Se han abierto espacios nuevos como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que se constituyó en Caracas a finales de 2011 que hay que probar, “consecuencia de la unión y la conciencia que se está logrando en América Latina y el Caribe” dice Maduro, que es un camino tomado dice, camino que de ser así más países americanos deben tomar.

Obligado a hablar sobre el tema, Obama hábilmente quiere dar vuelta a la tortilla acusando de no superar el pasado, diciendo que traer a la Cumbre la separación de Cuba le hace sentir “como si continuáramos en la época de la guerra fría. Pues, Mr. Obama, no parece que continúa la guerra fría si no que continúa la guerra fría contra la isla y de eso nos damos cuenta en América Latina. No nos engañe, quien no supera el pasado y no oye los nuevos discurso al parecer es su gobierno. ¿Por qué Latinoamérica culpa de todo lo malo a “América”?, se pregunta en su intervención. Le contestamos: ¿Será porque en su gobierno continúa el bloqueo a ese pueblo latinoamericano? ¿Será porque vemos como donde intervienen llevan las armas y queda la devastación? ¿Por qué la prensa da tanto protagonismo al error de comportamiento de los marines que hacían mi seguridad y no a los logros de la Cumbre?, pregunta usted también -refiriéndose al escándalo de licor y prostitución en el que se vieron envueltos los agentes en Cartagena. ¿Será, Mr. Obama, porque el único logro de la Cumbre es el logro no oficial, el logro que su gobierno vetó?

Acaba la Cumbre sin consenso y sin declaración política dice la prensa, otro eco de la falacia que da sus últimos estertores. Acaba la Cumbre con la declaración política más fuerte de las últimas décadas y con el consenso más claro en las últimas décadas. Solamente que no está escrito en ese papel si no en los hechos registrados para la historia y para todos los que podemos leerlos.

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