La reelección de Dilma Rousseff en Brasil tuvo un adversario más poderoso que Aécio Neves: los mercados financieros. Este sector decidió apoyar a cualquier alternativa que pudiera garantizarle reformas pro-desregulación de los mercados, privatización de empresas públicas (Petrobas y Vale), flexibilización laboral y un largo etcétera que el empresariado paulista demanda. Es por eso que primero pusieron sus fichas en Marina Silva, una ex ministra de Lula con un pasado ecologista que se convirtió a una ortodoxia económica más neoliberal. Después del rotundo fracaso de su candidatura en primera vuelta, este sector se volcó, con la entusiasta participación de la prensa de derecha, a apoyar la candidatura de Aécio Neves.
El impacto del triunfo Dilma en el mercado se vio reflejado en la caída del índice Ibovespa (mercado de valores de Brasil) en un 6% de este lunes. Las empresas estatales fueron las más perjudicadas, como Petrobas que cayó en esa jornada alrededor de 10% y las acciones de Banco Brasil sufrieron una caída de 7,57%.Los mercados y la industria de ese país (“la élite social”) están demostrando que tienen las herramientas para presionar a la reelecta Presidenta para los “cambios” que ellos consideran necesarios para que el país retome el crecimiento de la década pasada, con políticas que se alejen del rol “regulador” del Estado llevadas a cabo por Rousseff .
El “terrorismo económico” del sector financiero se desplegaba con mayor intensidad cada vez que Rousseff subía en las encuestas, entonces la Bolsa bajaba y el Real se depreciaba. Lo ejemplifica el hecho que cuando el 26 de agosto pasado (en la primera vuelta) un sondeo daba como ganadora de las elecciones a Marina Silva, quien había sido derrotada por la misma Dilma en 2010, la Bolsa subió como nunca antes desde enero 2013.
Los mercados y la industria de ese país (“la élite social”) están demostrando que tienen las herramientas para presionar a la reelecta Presidenta para los “cambios” que ellos consideran necesarios para que el país retome el crecimiento de la década pasada, con políticas que se alejen del rol “regulador” del Estado llevadas a cabo por Rousseff .
Sin embargo, a pesar de los poderosos esfuerzos desplegados por la prensa de derecha y los mercados financieros, más de la mitad de los votantes optaron por continuar con una agenda de transformación socio-económica implementada por el Partido de los Trabajadores (PT) durante los últimos 12 años, con políticas que priorizan el combate a las desigualdades, y de inclusión social a través de programas de transferencia de recursos a los sectores más vulnerables y de creación de empleos. La reelecta presidenta se ha comprometido a combatir sin tregua la corrupción y aclarar las denuncias sobre la sobrefacturación de contratos y los millonarios desvíos de fondos de la petrolera estatal Petrobas (la mayor empresa de Brasil) y llevar a la justicia a los involucrados en esos delitos, “duela a quien le duela”. La situación de la empresa es crítica, cuyo valor de mercado ha pasado de US$236,5 billones en 2010 a US$96 billones en 2014. Terminar con la corrupción que ha corroído considerablemente la imagen del PT es una tarea que Rousseff está obligada a darle una alta prioridad para recuperar a los sectores medios y jóvenes, que se muestran escandalizados y distanciados con un sistema político que no pone coto a estos escándalos.
La ciudadanía brasileña también quiere una inflación bajo control, equilibrios macroeconómicos, gestión eficiente del Estado y las empresas públicas, disminuir la delincuencia, mejorar el transporte público, más democracia, mayor participación y más transparencia, junto con mantener políticas que posibilitaron el ascenso de 40 millones de personas a salir de la pobreza, permitiendo una movilidad social y accediendo al mercado de consumo.
Hacia adelante, la presidenta Rousseff tendrá que renovar los equipos para enfrentar los grandes desafíos de este nuevo período (la “recesión técnica”, tomar medidas para lograr equilibrios macroeconómicos, entre otros).
Cómo se desenvuelva la economía en el mundo repercutirá en ese país para su objetivo de volver a niveles de crecimiento económico más cercano al ciclo de los buenos precios de los commodities. En esta línea, todos los informes de organismos internacionales sostienen que todavía la economía mundial no logra recuperarse de la Gran Crisis Financiera de 2008-2009, por tanto la tasa de crecimiento potencial de Brasil será menor, considerando que su crecimiento económico entre 2003 y 2009 se benefició del boom de las commodities a nivel internacional, particularmente del alza de precios de las exportaciones de productos agrícolas, minerales de hierro y acero.
Además, deberá promover el dialogo con los sectores empresariales y reunificar su base parlamentaria. El PT perdió 18 escaños en la Cámara de Diputados, aunque todavía se mantiene como el partido con mayor representación parlamentaria, y perdió 1 escaño en el Senado, donde es la segunda fuerza. Los nueve partidos que la acompañan van desde la derecha hasta la izquierda más ortodoxa. Se requerirá, entonces, una gran capacidad de diálogo y articulación para que esa mayoría no se fragmente y actué en forma coordinada en su tarea de impulsar los cambios que exigen los brasileños.
Por otro lado, la fragmentación en el Congreso será un escollo difícil para la nueva Presidenta, puesto que 28 partidos tienen representación en el Parlamento, lo que obliga a construir acuerdos políticos entre partidos. La posibilidad de establecer un diálogo constructivo con la oposición política encabezada por Aécio Neves, no se debe descartar puesto que ambos en la campaña se comprometieron a continuar con los programas de inclusión social, fomentar el crecimiento económico, controlar la inflación, invertir en infraestructura y establecer medidas drásticas para garantizar la seguridad pública. La oposición tendrá que decidir si opta por agudizar las divisiones generadas durante la campaña o hacer una oposición constructiva para dejar atrás la “campaña sucia” que fuera una característica de estas elecciones.
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