Este mes salió a la palestra un proyecto que busca que en ciertas horas, el servicio de Metro de Santiago disponga la segregación de los vagones entre hombres y mujeres. Propuesto por el diputado DC Gabriel Silber, la idea titulada «Un metro de respeto», busca así mismo poner brigadas incógnitas de policías dentro de los vagones y un aumento en las cámaras de seguridad dentro de la red.
No es el punto al cual se aspira cuando se busca reducir la violencia de género el proceder mediante la segregación, pues no por separar hombres y mujeres en los vagones vas a reducir fuera del tren las actuaciones de esta clase.
El proyecto no me deja de hacer ruido no solo por lo polémico que puede ser, sino por demostrar una vía de la que no solo Silber es parte, sino que muy probablemente varios son llevados por la misma perspectiva, que es buscar la vía fácil, como una «salida del cobarde» ante los problemas de género. Cuando hablo de este concepto, me refiero a no entrar ni querer ahondar en el problema que representa la violencia de género, y dar soluciones que pretendan el reparo de forma rápida en lo superficial a una situación que es netamente de fondo en nuestra sociedad.
La idea propuesta es ineficaz e insuficiente de por si para tratar un problema que radica hasta en el subconsciente de nosotros mismos, quienes hemos sido formados en una sociedad machista. No es el punto al cual se aspira cuando se busca reducir la violencia de género el proceder mediante la segregación, pues no por separar hombres y mujeres en los vagones vas a reducir fuera del tren las actuaciones de esta clase. Podrían acosar en el mismo andén, en las escaleras, en el torniquete, y se acaba el respeto dentro del Metro. No se está frenando al acosador, se le está quitando una instancia para hacerlo, pero no por eso va a dejar de hacerlo en otros lugares dentro o fuera del metro. Termina siendo una mera medida parche, que no cambia nada.
Se raya en lo absurdo, del mismo modo, al poner un monitoreo mediante policías encubiertos o cámaras de seguridad. El aumentar la vigilancia quizá pueda reprehender a aquellos degenerados que realizan actos de violencia de género, pero puede prestarse para otra clase de situaciones, en donde existan actos que conlleven a la vulneración de derechos fundamentales, como por ejemplo la vulneración a nuestra privacidad, algo que ya ha sido tratado anteriormente durante el transcurso del año (como pasa con los drones o globos de vigilancia), o incluso, respecto del derecho a la manifestación, ya que históricamente aquellos que buscan escapar del actuar policial desmedido encuentran refugio en el sistema de transportes. Del mismo modo nada nos asegura que aquel que ha cometido el ataque pueda recibir alguna sanción ejemplar, que pueda generar que aquel que ose siquiera de intentar realizar alguna acción de esta clase, la piense 2 veces antes de efectuarlo.
Del mismo modo establecería una división bastante binaria e inefectiva. Con algunos compañeros hicimos este debate en un ambiente de distensión, y notamos, aparte de lo ya descrito, las falencias en cuanto materia de identidad de género refiere, en especial respecto a la comunidad trans, que se vería bastante vulnerada ante esta clase de medida. También aprovecharon de comentarme sus visiones respecto a lugares donde ya se ha aplicado esta misma medida, como en Río de Janeiro, donde no ha dado los resultados deseados siendo en la práctica algo bastante risible, sin realmente generar el aporte deseado.
No digo que el proyecto propuesto sea malo. Ninguna idea que busque frenar esta clase de vejámenes desgraciadamente cotidianos puede ser considerada una mala idea. Pero si es una idea que merece una revisión exhaustiva, si es que no se desiste de ella, pues no va a generar efectos eficaces, en cuanto nos referimos al cambio de paradigmas que se debe efectuar con suma urgencia en la sociedad entera.
Es algo que toma mucho tiempo, una pelea exhaustiva que se da día tras día desde los aspectos más mínimos hasta las actuaciones más multitudinarias. Un cambio que debemos efectuar no con medidas parches y rápidas.
Porque con esta medida quizá pueda darse un viaje más placentero para todos. Pero la realidad triste y dura del machismo seguirá ahí cuando salgamos a la superficie.
Y esa no es la idea de la lucha que se libra.
Comentarios